Damos por hecho que las borrascas nos deprimen, que existe la astenia primaveral, que las rodillas duelen cuando va a llover y que la luna afecta al ciclo menstrual e incluso a los partos. Pero, ¿qué hay de verdad en estas creencias? Y lo que es aún más importante: ¿pueden afectar a nuestra salud física y mental los cambios meteorológicos? Esta es la pregunta a la que ha querido responder la física y meteoróloga Mar Gómez en su libro ‘Meteorosensibles’ (Ediciones Península) pues, tal como asegura, ella misma sintió, cuando se mudó al suroeste de Madrid, cómo su cuerpo respondía a los efectos de un tiempo más seco y a los vientos racheados del lugar. Empujada por esa vivencia y también por su curiosidad científica, la experta se sumergió en el estudio de la meteorosensibilidad, una disciplina poco conocida que ayuda a entender cómo nos influyen los cambios atmosféricos tanto en la mente como en el cuerpo.
El tiempo figura de forma habitual en las conversaciones tanto con extraños como con conocidos y cada información meteorológica despierta un gran interés…
Es algo normal pues el tiempo determina lo que hacemos en el día a día, desde la ropa que nos ponemos por la mañana hasta si podemos programar o no un evento, si sacamos o no el coche para llevar a nuestros hijos al colegio… Absolutamente todo. Pero además afecta, que es lo que he querido demostrar en el libro, a nuestra salud física y mental. Esto era algo que ya intuíamos con frases como «Me duelen las articulaciones, parece que va a llover» o «Me duele la cabeza y eso quiere decir que algo va a cambiar en el tiempo» pero también me ha parecido importante desterrar algunos mitos relacionados con la parte física y profundizar en la parte de la salud mental, pues son muchas las personas que se sienten más apáticas en determinados momentos del año y sus cambios de humor se relacionan con la estacionalidad o los cambios de tiempo.
La idea del libro, por tanto, es dar una respuesta real a lo que nos sucede o nos sucede a todas las personas meteorosensibles (que yo también lo soy), basada en las investigaciones científicas.
¿Cómo podemos saber si somos o no meteorosensibles?
Lo primero que tienen que ver es si su mente o su cuerpo reacciona ante determinadas situaciones atmosféricas. Creo que la persona que es meteorosensible tiene identificado si cambia la presión, si cambia la humedad, si cambia el viento o si cambia la temperatura. Si ante temperaturas extremas experimentamos ciertos cambios en nuestra salud física y mental podemos decir que somos meteorosensibles.
Pongo en el libro una definición algo más estricta que hace referencia a que cuando salimos de valores de confort climático, que son temperaturas de 20 a 25 grados, una humedad entre el 40 y el 70%, unas presiones atmosféricas normales, poco viento, poca contaminación… las personas meteorosensibles pueden empezar a sentirse un poco mal. Obviamente cuando estos valores son más extremos o cuando se produce un cambio drástico es cuando sus síntomas pueden empeorar. Por ejemplo cuando tenemos un viento fuerte o intenso o si vivimos una ola de calor extrema con temperaturas elevadas. En esos casos nuestro cuerpo y nuestra mente pueden empezar a responder.
Todos hemos escuchado alguna vez a algún familiar o amigo hablar de la relación entre sus dolores de rodilla, por ejemplo, y los cambios de tiempo. ¿Esto es un mito o es algo real?
Sí que hay una relación entre dolores reumáticos, por ejemplo, y cómo influye sobre ellos la presión atmosférica si bien es cierto que la ciencia no está totalmente alineada para definir si lo que afecta son las caídas o las subidas de presión ni si son anticiclones o borrascas lo que influye, pero sí sabe que son esos cambios de presión los que afectan a esos posibles dolores. Pero además hay una factor añadido y es que cuando tenemos dolores articulares si hace un tiempo lluvioso, nublado o más frío nos vamos a quedar más en casa y si nos quedamos más en casa las articulaciones se quedan más rígidas porque nos moveremos menos y eso hará que tengamos más dolor.
¿Y qué falsa creencia desterrarías con más rotundidad?
Una de las cosas que he desterrado en el libro y que me pareció importante precisamente porque yo estaba embarazada mientras escribía el libro es el tema de las fases de la luna y su relación con los embarazos, los partos o incluso el ciclo menstrual. No existe una relación científica directa entre la fase de la luna llena y la existencia de un número más elevado de partos.
Y también he querido desterrar en el libro esa posible influencia de la luna sobre la salud mental o de que nos volvamos lunáticos. Lo cierto es que este tipo de apreciaciones tiene un origen y una explicación más mundana pues como en el pasado no teníamos luz artificial las noches de luna llena se aprovechaban para disfrutar más en el exterior y eso daba lugar a más conflictos sociales, más discusiones o incluso a la posibilidad de que hubiera algún crimen. Simplemente lo que pasaba es que la gente estaba más en la calle. Eso de que con la luna llena nos volvemos locos se ha quedado arraigado pero no tiene ninguna base.
«Las olas de calor, que son cada vez más frecuentes y más extremas en España, llevan al calor extremo que produce en nuestro cuerpo calambres, desmayos, mareos, náuseas, vómitos, golpes de calor, dolores de cabeza, deshidratación y otros síntomas que afectan a los grupos más vulnerables de la población»Mar Gómez,
Y el viento, ¿nos puede volver locos?
Sí, de hecho existe la expresión «le ha dado una ventolera». Es cierto que la demostración científica está vinculada a un tipo de viento concreto, no a cualquier viento. Es un viento cálido, reseco, racheado fuerte y que normalmente se produce en zonas montañosas. Hay un efecto en meteorología que se llama efecto Foehn que se produce cuando una masa de aire es obligada a descender cuando se encuentra con un obstáculo montañoso. Esto genera un viento de sotavento cálido, seco, racheado y a menudo severo que baja desde las montañas a los valles y que contiene una fuerte ionización positiva (abundancia de iones positivos). Para entender este tema de la electrificación de una forma sencilla cabría explicar que a nosotros nos rodean un montón de átomos normalmente neutros pero a veces pierden o ganan electrones creando una carga positiva o negativa (iones positivos o negativos). Lo que está demostrado es que los iones positivos en exceso tienen un efecto negativo en la salud. Esos vientos, por tanto, están muy vinculados con una ionización positiva del aire y eso se relaciona con cefaleas, insomnio, problemas de ansiedad, depresión…
El viento nos afecta más de lo que creemos.En su obra hace referencia a los efectos del calor extremo y del frío extremo, ¿cuál de ellos nos afecta en mayor medida?
Nuestro cuerpo no está habituado a los extremos salvo aquellas personas que hayan nacido en una zona con temperaturas extremas o con una altitud extrema (como por ejemplo los sherpas) y hayan adaptado su cuerpo a esas condiciones. Pero en general nuestro cuerpo está acostumbrado a las condiciones en las que vive y en las que se queda a gusto.
Las olas de calor, que son cada vez más frecuentes y más extremas en España, llevan al calor extremo que produce en nuestro cuerpo calambres, desmayos, mareos, náuseas, vómitos, golpes de calor, dolores de cabeza, deshidratación y otros síntomas que afectan a los grupos más vulnerables de la población. Pero también parece que afecta a nuestro estado de ánimo. Esto no quiere decir que toda la población se vaya a poner agresiva porque tengamos mucho calor pero sí que podrán notar que se enfadan más, que se irritan más y no solo eso, sino que las personas agresivas o más propensas a cometer algún tipo de delito o crimen pueden ver exacerbado ese comportamiento.
En cuanto al frío, sus posibles efectos van más vinculados a temas de congelación o hipotermia, pero en algunos países en los meses de más oscuridad, de más frío o de más invierno suele vincularse a unas tasas alcohólicas más elevadas y a quedarse en casa más recogidos. Pero en general unas temperaturas de frío que no sean extremas nos inducen a la meditación, a quedarnos sosegados, tranquilos y relajados, como en un estado de hibernación.
«El verano se está alargando y ya dura cinco semanas más que cuando yo nací (en los 80) y va a seguir alargándose. Creo recordar que se alarga unos nueve días por década»Mar Gómez,
En las conversaciones en torno a cómo nos afecta el tiempo solemos decir que en el invierno estamos de bajón..
Es cierto que esto no le pasa a todo el mundo y por eso podemos decir que somos meteorosensibles en uno o en otro grado, pero en general sí que se identifican patrones. Existe el llamado trastorno afectivo estacional que aparece en otoño y en invierno que es cuando los días son más cortos y disminuyen las horas de luz solar. Cuando bajan las horas de luz solar recibimos menos radiación solar y producimos menos vitamina D, que va muy vinculada a la serotonina y esta es la que regula nuestro estado de ánimo así que es normal que en esos meses otoñales o incluso en días grises de invierno nos sintamos más decaídos y más apáticos porque no estamos recibiendo esa luz solar. Lo mejor en estos casos es salir al exterior e intentar tomar todo el sol y toda la vitamina D que podamos. Además son meses en los que es mejor exponerse al sol porque en los meses de verano hay que tener mucha más precaución con la radiación ultravioleta.
Sabemos que hay déficit de vitamina D, pero también nos alertan de los peligros del sol…
Hay que saber tomar el sol en el momento del año más adecuado y cuando queramos exponernos debemos hacerlo, especialmente en verano, con precaución y no de forma prolongada. Lo que no podemos hacer es exponernos al sol en verano durante las horas centrales del día que es cuando es más alto el pico de radiación ultravioleta porque eso puede afectar a la salud. Hay que encontrar el equilibrio entre lo bueno de la radiación solar para aumentar la vitamina D y lo que puede ser negativo.
¿Qué hay detrás de los desencuentros relacionados con la climatización en las oficinas? ¿Tal vez sean las mujeres más meteorosensibles?
Es algo que tengo que investigar más en profundidad pero creo que influye un tema hormonal, pues las mujeres podemos tener una temperatura diferente en función del momento del ciclo menstrual en el que estemos. Pero también hay que tener en cuenta otras cosas más superficiales y es la forma de vestir pues es cierto que en muchas oficinas algunos hombres van trajeados o con más ropa mientras que las mujeres suelen ir con prendas menos abrigadas.
Además la percepción de cada uno ante la sensación de la temperatura del ambiente es diferente pues depende del estado en el que nos encontremos, de si hemos descansado o no, del tipo de alimentación que llevemos… En mi caso he llegado a estar en zonas polares donde la sensación térmica era bajísima y a lo mejor me encontraba bien con el mismo equipo de ropa con el que otra persona estaba pasando mucho frío.
En su obra dedica un capítulo especial al cambio climático, ¿tenemos una mayor concienciación que antes? ¿qué nos depara este fenómeno?
Por suerte es cierto que cada día hay una mayor concienciación en toro al cambio climático pero en mi opinión llega un poco tarde. Siempre pongo el mismo ejemplo. Me acuerdo perfectamente de haber visto, con apenas cinco años, un libro que era «las 50 cosas que pueden hacer los niños para salvar el mundo» y que releí años después… Realmente en los años 90 ya se hablaba de los efectos del cambio climático y de los gases de efecto invernadero. Es algo que sabemos desde hace muchísimo pero realmente no nos hemos puesto las pilas hasta que hemos visto que han empezado a pasar cosas.
Ahora estamos viendo todos los efectos adversos que produce el calentamiento global y nos estamos empezando a asustar. Siempre he dicho que la atmósfera es como un vertedero. Hemos echado toneladas de basura que no se descompone de forma inmediata pues incluso aunque ahora parásemos todas las emisiones eso seguiría ahí y quedaría ahí durante muchos años. El efecto del calentamiento global aunque ahora parásemos todo, que además es algo que no se ha hecho.
Entonces, ¿habrá más Filomenas?
En las próximas décadas pasarán más cosas: más olas de calor, mayor cantidad de fenómenos meteorológicos extremos y cambios a los que nuestro cuerpo tendrá que adaptarse. Y eso es lo complicado pues estamos en un mundo en el que se empiezan a fundir los casquetes polares, sube el nivel del mar, se funde el permafrost, se destruye el hábitat de muchas especies que tienen que moverse a otros lugares y transmitir enfermedades (por ejemplo, cuando se expanden los trópicos, los mosquitos que transmiten el dengue o la malaria se mueven a otras zonas porque se encuentran más a gusto con esa otra temperatura), se encuentran algunos virus extintos… En definitiva, nos vamos a enfrentar a un contexto en el que habrá muchas decisiones que tomar. Y creo que es importante la concienciación individual, pero más importante es que los seres individuales presionemos a los políticos, que son los que tienen que tomar las decisiones gubernamentales.
A la hora de hablar del tiempo sucede algo curioso pues solemos decir cosas como «esto no ha pasado nunca» o «esto no es normal», ¿tenemos memoria en relación al clima?
No, no tenemos. En estos días en los que todo el mundo se queja del frío hay que decir que es febrero y que es normal que haga frío. Y cuando hace calor en esta época del año decimos que no es normal, porque en realidad nunca estamos conformes con el tiempo que tenemos. Realmente en invierno tiene que hacer frío y en verano, calor, pero no extremo, con olas de calor encadenadas.
¿Pero es cierto eso de que las estaciones se están moviendo en el calendario?
Sí, en España sí. El verano se está alargando y ya dura cinco semanas más que cuando yo nací (en los 80) y va a seguir alargándose. Creo recordar que se alarga unos nueve días por década. Eso se está comiendo las interestaciones, lo que es el otoño y la primavera. Y lo que sucede también es que el invierno se está suavizando. Eso no quiere decir que no haya episodios extremos como el que tuvimos hace un par de años, Filomena, que puede volver a ocurrir aunque sea cierto que la frecuencia de recurrencia de ese fenómeno sea muy baja. Esto entra dentro del momento de calentamiento global que vivimos. Nosotros trabajamos con periodos medios y en ellos vamos viendo claramente cómo va subiendo la temperatura, independientemente que de forma puntual sucedan esos fenómenos o que llueva torrencialmente.
Estamos viendo además que el agua no se logra recoger de forma adecuada. A nosotros no nos vale que llueva muchísimo en una localidad o que haya un desbordamiento en un río. Eso no nos sirve para recolectar agua. Pero eso es lo que habrá en el futuro, fenómenos así. Necesitamos pasos de borrascas que nos dejen lluvia generalizada en el país pero eso desgraciadamente no está sucediendo.
Mar Gómez, con el tiempo en sus manos
Doctora Cum Laude y licenciada en Ciencias Físicas por la Universidad Complutense de Madrid en la especialidad de Física de la Atmósfera. Su labor profesional comenzó en el departamento de meteorología de Telecinco y posteriormente en Telemadrid. Durante cuatro años participó en un proyecto de la UCM como investigadora especializada en climatología. Actualmente es la responsable del área de meteorología de eltiempo.es. Además es divulgadora y comunicadora científica tanto a través de las redes sociales (@MarGomezH en instagram).
Entre sus ponencias más destacadas cabe reseñar la realizada en la conferencia internacional del cambio climático Change The Change, la conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP25 y su participación en Naciones Unidas para la protección del Ártico. Es autora también del libro ‘En qué se parecen las gotas de lluvia al pan de la hamburguesa’.