Hay épocas en las que uno está cansado de persistir, de luchar contra las adversidades que se presentan y se prefiere tirar la toalla. Puede ocurrir en el trabajo o con algún tema familiar que te está sobrepasando y no sabes ya cómo gestionar. Este estado se conoce como indefensión aprendida y es muy característico del ser humano cuando se enfrenta a una situación complicada.
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Marta Díez, psicóloga clínica y autora de ‘Indefensión aprendida’ (Editorial Amat), explica que se trata de un estado emocional que nos paraliza y hace que tiremos la toalla, pero en ningún caso es una patología. «La persona piensa que haga lo que haga no podrá influir en el resultado o no conseguirá hacer nada para evitar esa situación adversa. Es un convencimiento, una creencia, que normalmente se da ante un problema que hay que resolver».
Este comportamiento pasivo en el que no se buscan soluciones a los problemas –apunta Miguel Angel Rizaldos, psicólogo y autor de ‘¿Ser frágil es malo?’ (Plataforma Editorial)– es algo muy humano, ya que «en muchos casos modificamos nuestras conductas de lucha o huida por otras de pasividad o sumisión con el fin de sobrevivir o adaptarnos a situaciones amenazantes».
No obstante, este psicólogo asegura que cualquier comportamiento se puede modificar, desaprendiendo o aprendiendo comportamientos alternativos sanos. «Ocurre lo mismo con la indefensión aprendida. Este estado viene provocado por conductas aprendidas en base a repetidas experiencias negativas; de ahí que la mejoría o el alivio pasen por aprender conductas sanas alternativas de manera gradual y siempre bajo la supervisión y prescripción de un profesional de la salud mental». Y es que una buena detección, una correcta intervención psicológica y el apoyo de amigos y familia serán de gran ayuda.
Síntomas de la indefensión aprendida
Rizaldos señala que hay una gran variabilidad respecto a los signos que pueden mostrar las personas que están pasando por esto, aunque destaca los siguientes:
– Pasividad y bloqueo. Cuando se apodera de la persona un estado de indefensión aprendida no sabe qué hacer ante problemas o situaciones difíciles. Entonces escoge no hacer nada, ni tan siquiera buscar posibles alternativas de solución.
– Ansiedad. En su estado de indefensión, a pesar del bloqueo y la pasividad, está en alerta, con altos niveles de ansiedad por la sensación subjetiva de no poder escapar del peligro.
– Baja motivación y autoestima. La persona acaba sintiendo que cualquier cosa que haga no cambiará las circunstancias negativas que vive. Con frecuencia, esta sensación genera pensamientos negativos y de minusvaloración que le llevan a sentirse inútil e incapaz, aunque objetivamente el problema pueda tener solución, pierde el interés y la expectativa de sentirse mejor y tiene una baja autoestima.
– Síntomas depresivos. La indefensión aprendida no es un cuadro clínico de depresión, pero sí puede ser la antesala con síntomas característicos de esta, como ideas o pensamientos recurrentes de desesperanza, impotencia o relacionados con la propia incapacidad personal.
– Pérdida de control. La pasividad y el abandono van acompañados de la percepción de que toda acción por su parte será inútil, por lo que no tiene control sobre nada.
La indefensión puede llegar a sentirla cualquiera en algún momento de su vida, nadie está exento. Pero para poder salir de ella será necesario ir a la raíz del problema porque, como manifiesta Marta Díez, puede venir por dificultades en el aprendizaje, bullying, maltrato o problemas sexuales, entre otros.
Dependiendo del origen se trabajará de una manera u otra, pero al final se trata de lograr un cambio de creencia. «Solo con decir ‘venga va que tú puedes’ no sacas a alguien de la indefensión; si no le proporcionas experiencias de éxito, no podrá salir», subraya Díez.
En niños y jóvenes, matemáticas e inglés son las asignaturas con más características de indefensión. La psicóloga expone que en estos casos se pondrían ejercicios que poco a poco la persona fuera capaz de resolver; ir de menos a más. «Esto le generará una experiencia de éxito y hará que recupere su confianza haciendo que salga de la indefensión».
«En el caso de los adultos, estos suelen detectar qué es lo que les pasa, pues pueden razonarlo e identificar el pensamiento como lo que es y no como una realidad», señala. No obstante, después tendrán que trabajar con un terapeuta o algún especialista el problema que haya ocasionado esa indefensión.