Los psicólogos cuentan de la motivación que esta varía en una misma persona según los diferentes momentos que está viviendo. Es decir, si estás esperando los resultados de unos exámenes, por ejemplo, tu motivación no será la misma si los mismos te salieron mal o te salieron bien. Por lo pronto, si te salieron bien, tu motivación te llevará a crear un camino que te gusta y te inspira. Por el contrario, si se te dieron mal, seguramente estés más de bajón y la mayoría de tus pensamientos irán dirigidos a cómo intentar solventar la situación.
En este mundo de competitividad, estímulos y comparaciones parece todavía más indispensable lograr tener motivación, que es la energía psíquica o fuerza que nos empuja a emprender o sostener una acción o una conducta. La falta o la desaparición de la motivación puede llevar al abandono de ciertas tareas y deseos. Por eso, es mucho más difícil alcanzar objetivos cuando se carece de motivación, porque el ingrediente indispensable que es la ilusión, no se encuentra activo.
Esta energía psíquica, según explica Claudia Sánchez de León, psicóloga general sanitaria de Instituto Cláritas y psicóloga especialista en terapia sistémica, «nos permite crear hábitos, intentar cosas nuevas, mantener la persistencia en alguna tarea que consideremos gratificante o productiva, e incluso es necesaria para satisfacer determinadas necesidades fundamentales como el hambre y el sexo, entre otras».
El concepto de motivación se remonta a los antiguos griegos. Algunos teóricos comentaban que la motivación aparece desde la necesidad de protegerse de estados nocivos o aversivos. Ya en el siglo XX, el filósofo estadounidense Hull aportó que la motivación surgía de los estados de privación, como la privación de agua, de alimentos, de sueño y de sexo, que generan un estado motivacional llamado pulsión. El deseo que surge del ser humano para reducir esa pulsión, es decir, para liberarse del estado aversivo (hambre, etc.), le activa a buscar comida, parejas o lugares de descanso.
Tipos de motivación
Como decíamos, la motivación está en continuo movimiento, lo que implica que no es estática ni lineal. Por ello, podemos notar mucha energía durante varios días y en otros momentos sin embargo sentirnos faltos de la misma. Además, la motivación puede clasificarse de distintas maneras, y cada una tiene sus subtipos.
Por un lado, tal como cuenta la psicóloga de Instituto Cláritas, existe la motivación extrínseca, que hace referencia a que los estímulos motivacionales «vienen de fuera del individuo». Por tanto, los factores motivadores son recompensas externas como los bienes materiales o el reconocimiento social. «Por ejemplo, un individuo puede estudiar mucho porque sabe que, si saca buenas notas, sus padres le van a comprar algo que quiere. Por lo que independientemente de si le gustan las asignaturas o el contenido de estudio de los exámenes, el individuo anticipará la recompensa, y será esto lo que le motive a sacar buenas notas y a estudiar con mayor esmero», dice la experta.
Por otro lado está la motivación intrínseca, que hace referencia a la motivación que viene del interior del individuo más que de cualquier recompensa externa. «Está relacionada con los deseos de autorrealización y con el crecimiento personal y también se asocian con el placer que siente la persona al realizar una actividad», cuenta Claudia. Por ejemplo, un individuo practica la pintura en su casa por el placer y el beneficio interno que le supone la propia actividad de pintar. La motivación intrínseca, dice la experta, es la que más se asocia a una buena productividad, ya que, en este caso, la persona se involucra personalmente en lo que hace y decide poner en ello gran parte de su constancia y esfuerzo.
Otra manera de clasificar la motivación es en función de si son positivas o negativas. Explica Claudia Sánchez de León que, por una parte, la motivación positiva corresponde al proceso por el cual un individuo inicia o mantiene una conducta para obtener una recompensa positiva, sea externa o interna (por el placer de la actividad)». Por el contrario, la motivación negativa se refiere al proceso por el cual «una persona inicia o mantiene una conducta para evitar una consecuencia que produzca fobia, tanto externa (castigo, etc.) como interna (evitar el sentimiento de frustración)».
También existen otros tipos de motivación específica como pueden ser en el deporte y en el aprendizaje, siendo un ejemplo la motivación básica y la cotidiana:
– La motivación básica nos hace actuar por resultados a largo plazo. Por ejemplo, un deportista que entrena por la satisfacción que le genera todo el proceso de mejora a largo plazo.
– La motivación cotidiana es un tipo de motivación que nos impulsa a hacer algo, pero con resultados a corto plazo. Por ejemplo, hacer ejercicio por la satisfacción que proporciona el entrenamiento.
Otro tipo de motivación es la orientación motivacional centrada en el ego. Tiene que ver con que la motivación de los deportistas depende de retos y resultados en comparación con otros deportistas. Ejemplo: el deportista que quiere superar al compañero que le ha ganado o que ha tenido una mejor marca.
Sin embargo, en la orientación motivacional centrada en la tarea, la motivación depende de retos y resultados personales, e impresiones subjetivas de dominio y progreso. Es decir, que lo que motiva, es superarse a uno mismo. Por ejemplo, el deportista que quiere superar las propias marcas personales. Explica Claudia que estas últimas dos no son necesariamente opuestas. «Por tanto, pueden existir deportistas con ambas orientaciones altas, ambas orientaciones bajas, con una orientación centrada en el ego alta pero baja en la tarea o viceversa», dice.
Basándose en su experiencia como psicóloga, la experta de Instituto Cláritas asegura que las personas que viven motivadas se encuentran «en su momento más vital y en plenitud».