Por qué las niñas quieren más a los padres y los niños a las madres

Es frecuente oír aquello de que las niñas quieren más a sus padres y los niños a las madres. Se defiende esta teoría con que hay una mayor complicidad y cariño entre ellos, una relación más especial… pero ¿qué hay de cierto en todo esto?

Marta Guerra, psicóloga en Instituto Cláritas, indica que esta preferencia de los hijos por uno de los progenitores está relacionada con el apego: «Esto se debe a que el apego se va creando en la medida en que los padres, o una figura de cuidado en su defecto, responden a las necesidades que va presentando su hijo desde que nace hasta que llega a la etapa adulta».

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Lo anterior implica que cuanto mejor sean capaces de cubrir los padres y madres las necesidades de su hija o hija, más fuerte será la relación afectiva. El resultado será la preferencia de los niños por aquella persona con quien hayan desarrollado un apego más seguro.

No obstante, actualmente hay una gran variedad de tipos de familias: la tradicional, con padres separados, dos mamás o dos papás, familias monoparentales… «Lo que nos indica que el fenómeno anteriormente descrito es más un mito que una realidad, puesto que las excepciones son cada vez más numerosas», opina Guerra.

La psicóloga Sara Navarrete está de acuerdo en que no siempre se da el caso, pero sí que suele haber una identificación de género. «Si yo me siento mujer y tengo una niña, ella se identificará conmigo, me tomará como punto de referencia y se sentirá más atraída por el género opuesto, que es el padre. En cambio, si soy hombre y tengo un niño, se sentirá más identificado con su padre a la hora de desarrollar sus cualidades y formas de entender el mundo», explica.

«Pero este es un tema delicado y, repito, no siempre es así, porque influye mucho quién está más presente, cubre las necesidades básicas del niño y cómo se trabaja el vínculo entre ellos», insiste Navarrete.

Complejo de Electra y de Edipo
El complejo de Electra y de Edipo tienen su origen en la mitología griega. El primero se define por la obsesión amorosa de una hija por su padre, siendo tal enamoramiento que la niña compite con su madre.

Por su parte, en el complejo de Edipo es el hijo el que se siente atraído por la madre, mostrando una actitud hostil hacia el padre.

Guerra comparte varios motivos que considera que podrían explicar el hecho de que una hija quiera más a su padre y el hijo a su madre. «En el caso de las hijas, esta posible preferencia por el padre podría ser la consecuencia de las creencias culturales de que la mujer es el sexo débil que debe ser protegido por los hombres». Siguiendo esta tesis, las niñas tendrían como referente de seguridad a su padre y éste podría tener tendencia a sobreprotegerlas a ellas.

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«En el caso de los hijos, estos podrían tener una preferencia por sus madres también por motivos culturales impuestos por la sociedad», indica la psicóloga, que se basa en que en algunas familias las madres exigen menos a los niños que a las niñas, puesto que ellas son las que tradicionalmente se han encargado de las labores de la casa. «En este sentido, los varones podrían querer más a sus madres porque se sienten en deuda por hacer menos tareas domésticas».

Otra posible explicación –señala Guerra– sería que socialmente a los varones no se les permite mostrar sus emociones y preocupaciones con su entorno, pero en la relación con una madre es más fácil que encuentren ese espacio donde compartir lo que les pasa sin ser juzgados.

Pero finalmente todas estas explicaciones no son más que unas hipótesis basadas en la probabilidad, ya que la preferencia de los hijos por el padre o la madre no sigue unas reglas preestablecidas. 

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