En los últimos años han aumentado de forma significativa los productos sin gluten y sin lactosa en los supermercados y cada vez son más las personas que deciden eliminarlos de su dieta aunque no sean alérgicos ni intolerantes.
Según los datos obtenidos del V Estudio de Salud y Vida elaborado por Aegon, un 40% de los encuestados, a pesar de no tener ninguna alergia o intolerancia, ha decidido no incluir ciertos alimentos en su dieta. Las mujeres son las que más han dejado de hacerlo (42,7%), siendo solo un 12,5% intolerantes o alérgicas. Los hombres, por su parte, aunque con un porcentaje más bajo a la hora de tomar esta decisión (33,5%), también suman un porcentaje menor (7,5%) en cuanto a sufrir este tipo de reacciones a los alimentos.
En los últimos años se ha hecho evidente un aumento a las reacciones adversas a determinados alimentos, que en muchos casos, vienen vinculados a los cambios en el estilo de vida que ha sufrido la población. Bajo esta premisa, otra de las grandes conclusiones que arroja el estudio es que hay una relación directa entre el estado de salud y las alergias; es decir, las personas alérgicas e intolerantes son las que afirman tener un peor estado de salud.
¿Es diferente en cada comunidad autónoma?
El estudio también analiza estas variables a nivel regional destacando que, son los castellanoleoneses (48,7%) los que más han decidido eliminar de su dieta ciertos alimentos a pesar de no sufrir ninguna alergia o intolerancia. Tras ellos y seguidos de cerca, estarían los residentes en Canarias (46,9%) y los habitantes de Asturias (40,1%). Estos datos distan mucho de los recogidos en el análisis de las personas que sí sufren alguna enfermedad alérgica. Aquí, Aragón es la comunidad que se sitúa a la cabeza con un 20,6%, Murcia con un 14,5% y La Rioja y Canarias que se colocan en tercera posición, ambas con un 12,4%.
Los lácteos, los más eliminados de la dieta
Te interesa
Cómo saber si (de verdad) soy intolerante a la lactosa
De entre las personas que evitan incluir algún alimento en su dieta, la leche se situaría en primer lugar (23,4%), posicionándose en cabeza también para las personas que sufren algún tipo de intolerancia (40%).
El tema de la leche ha hecho que muchas personas opten por las bebidas vegetales como sustitutivo, pero la nutricionista Elisa Escorihuela subraya que esto es un error, pues desde el punto de vista nutricional, la leche y las bebidas vegetales son bien distintas. «Nunca podemos pensar que una puede sustituir a la otra. Y si en algún caso hemos dejado de consumir leche porque nos lo impide una alergia o intolerancia, la mejor alternativa para sustituirla será la leche de soja que es la que aportará la mayor cantidad de proteínas, aunque debemos asegurarnos que esté fortificada con vitamina D y calcio».
Los huevos y las legumbres son los que se encuentran en el último y penúltimo puesto de la lista para el primer grupo, convirtiéndose en los alimentos que no dejarán de formar parte de la dieta de estos encuestados.
El marisco se encuentra en segunda posición tanto para los que sin tener problemas de intolerancia han decidido eliminarlos por distintos motivos, como para los que lo han eliminado por sufrir cualquier tipo de intolerancia. Otros de los grupos de alimentos destacados en el estudio son el pescado, los cereales o los frutos secos.
Eliminar el gluten sin ser intolerante ni celíaco
Beatriz Navia, doctora en Farmacia y profesora del departamento de Nutrición y Ciencia de los Alimentos de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) aclara que el gluten no genera ningún problema en el organismo de personas sanas y que no se recomienda su eliminación, aunque es una proteína que bien se puede reemplazar por otra. Lo que ocurre es que si se quita el trigo de la dieta, siendo este el cereal más consumido, y no se sabe sustituir por otro sin gluten, se pueden producir desequilibrios importantes en nuestro cuerpo.
Los productos que se venden para sustituir los alimentos que contienen gluten, en ocasiones, –manifiesta Navia– aportan menos proteínas, más grasas saturadas, más sodio y menos fibra. Además, suelen ser menos palatables y más caros que los que contienen esta sustancia. «Se ha observado como el seguimiento de este tipo de dietas sin ningún tipo de supervisión puede llevar a la persona a reducir o excluir el consumo de cereales de la misma por falta de alternativas, dando lugar a desequilibrios importantes por la disminución de la ingesta de fibra o de diversas vitaminas y minerales».