No hay nada más enriquecedor que encontrar personas con inquietudes diferentes a las nuestras. Las conversaciones son mucho más interesantes y conoces otro mundo a través de sus ojos… Por lo que, teniendo en cuenta lo bien que nos hace sentir escuchar a otras personas hablar de sus vidas, deducimos que es beneficioso relacionarnos con gente diferente a nosotros. Sin embargo, esto no siempre ocurre cuando se trata de una relación de pareja.
El hecho de que alguien manifieste comportamientos, ideas o rasgos de personalidad que difieren en gran medida de los nuestros puede resultarnos seductor en un primer momento al encontrar en ellos características que nosotros no poseemos pero, tal como indican los expertos de TherapyChat, se trata de una atracción inicial que, en la mayoría de los casos, no es suficiente para conformar una relación estable.
Los estudios de pareja indican, en este sentido, que los dos factores a tener en cuenta para que esta funcione son la complementariedad y la similitud en lo que se refiere a rasgos, metas y valores. Por tanto, de forma rápida podríamos concluir que sí es posible que dos personas con rasgos contrarios se vean atraídas la una por la otra, pero debemos tener muy en cuenta en qué se va a basar la estabilidad de la relación a largo plazo.
¿Éxito o fracaso?
No compartir los mismos gustos, aficiones y formas de ver la vida puede ser enriquecedor «si se gestiona con una actitud abierta y tolerante y se visualiza desde la premisa de la complementariedad». Por ejemplo, una persona con mucha energía y afición por los deportes de riesgo encontraría un refugio de paz e introspección en otra persona más tranquila y que dedique parte de su tiempo a la meditación.
Sin embargo, también existe la otra cara de la moneda y es que, normalmente, las personas suelen querer vivir parte de su ocio y compartir momentos con la pareja. Si comienzas una relación con alguien que obtiene satisfacción con actividades muy diferentes a las tuyas y de las que te resulta muy complicado disfrutar, crear recuerdos conjuntos puede ser complicado.
Pero si aludimos de nuevo a las investigaciones, estas señalan que la compatibilidad entre dos personas no viene dada exclusivamente por la similitud de sus personalidades, gustos y valores, sino que estos tienen que ser complementarios y compatibles entre sí, por tanto, la similitud absoluta entre dos personas tampoco es garantía de éxito. «Dos personas muy dominantes no van a llevarse bien, al igual que dos muy sumisas», dicen los psicólogos.
En cualquier caso, debemos discernir cuándo las diferencias son positivas y cuándo se han convertido en insalvables. Aquellas que afectan a pilares fundamentales de la identidad de uno de los dos (o incluso de ambos) miembros de la pareja y que ayudan a construir un proyecto común, provocan que la relación se convierta en incompatible. Por otro lado, las que fomentan el crecimiento personal de los dos, respetándose y construyendo una estrategia que encuentre un equilibrio, son las que la alimentarán.
Actitudes necesarias
Siempre y cuando sea algo salvable y se reme en la misma dirección, las diferencias entre dos personas que se emparejan se pueden gestionar con bienestar y positividad. Esto, que es más fácil de decir que de hacer, se fundamenta en una serie de acciones y actitudes:
1. Aceptación y respeto: evitar actitudes tóxicas, como atacar los gustos de la pareja o juzgar sus hábitos.
2. Respetar los espacios: acordar tiempos y maneras de vivir esas diferencias y cumplirlo. Por ejemplo, si uno juega a videojuegos y el otro no, acordar un tiempo al día para dedicar a las aficiones por separado, para evitar que interfieran en la dinámica de pareja.
3. Definir objetivos comunes: ante las diferencias, conviene establecer una dirección hacia la que orientarse. De esta manera, cuando aparezcan los conflictos, ambas personas sabrán resolverlos en armonía.
4. Trabajar en métodos de resolución de conflictos y estrategias de afrontamiento: como en cualquier contexto de relaciones humanas, saber resolver estas diferencias desde una actitud constructiva y resolutiva es imprescindible.
5. Ajustar las expectativas: las películas románticas han difundido una visión del amor romántico que suele chocar con la realidad. Por eso, es importante visualizar el futuro con esa persona, una vez se la conoce a fondo, y ser realista a la hora de establecer qué se espera de ella. No podemos basar nuestras expectativas en la visión idealizada que tenemos de nuestra pareja ni intentar cambiarla para ajustarla a nuestra idea. En una pareja formada por un miembro antieclesiástico y el otro creyente y practicante, por ejemplo, no se puede esperar que el primero acuda a misa todos los domingos solo por complacer al otro, pero sí que respete sus creencias.
6. Revisar los propios valores: en ocasiones, que una diferencia sea irreconciliable es una percepción derivada de prejuicios y sesgos que actúan de manera inconsciente sobre la persona. La moral siempre debe estar en constante revisión y, sobre todo, coincidir con la de la pareja, aunque se difiera en aspectos más superficiales.
Y, por último, cabe señalar que, en fechas como San Valentín, los mitos del amor romántico cobran fuerza para instar al consumo propio de este día. Está bien tenerlo presente como fecha para que pensemos en nuestra pareja de forma especial y nos demos cuenta de lo que significa para nosotros, pero eso no significa que tengan que existir comportamientos de consumo o que después de ese día nos olvidemos de hacerle ver lo importante que es para nosotros.
También hay que recordar que ninguna relación es sana cuando existen comportamientos abusivos e ideas tóxicas, como, por ejemplo, la idea tan extendida de que los celos son muestras de amor. Por eso, si quieres trabajar en tu relación para mejorarla o para revisar si las diferencias que consideráis insalvables lo son realmente, la mejor opción sería acudir a un psicólogo de pareja.