«Para ser merecedor de lo que tienes hay que agradecerlo, ya que agradecer ya es merecer»

En realidad no es sólo la palabra más curativa, sino también la más solidaria y la más humilde. Tiene 14 letras. Son estas:

A-G-R-A-D-E-C-I-M-I-E-N-T-O

Uno de los errores más graves, y además peligrosos, es considerar que el 100% de lo que tenemos es el 100% de lo que nos corresponde. Es cierto que aquella parte de lo que disfrutamos en nuestras vidas por la cual hayamos luchado y trabajado con ahínco sí nos corresponde. El problema es que eso es tan sólo un pedazo de todo aquello con lo que contamos. Hay un trozo enorme que no es un merecimiento, sino un regalo. Y sería un error enorme pasar tan tranquilos por la vida con esa sensación fea y arrogante de «si es mío es porque me lo merezco» y olvidarnos de decir gracias, a veces hacia dentro, a veces hacia fuera: gracias a la vida, gracias a nuestra comunidad, gracias a todos aquellos que han construido todo lo que hoy nosotros disfrutamos y gracias a nuestros seres queridos, sin los cuales quizás sí seguiríamos siendo felices, pero lo seríamos infinitamente menos. Somos unos auténticos privilegiados por vivir donde vivimos, por las oportunidades que tenemos, por las personas que nos acompañan, por la salud de la que gozamos, y por contar con los privilegios con los que nuestros abuelos soñaron. E igual que el que menos da las gracias es el que menos se merece el regalo, el que menos agradecimiento muestra en la vida es el que menos se merece el privilegio de vivirla.

Para merecer lo bueno hay que saber aplaudirlo, puesto que aplaudir es agradecer. La palabra «agradecimiento» es tan poderosa que incluso tiene el poder de transformar tu estado de ánimo de forma casi instantánea. Te voy a contar la regla «3 × 60», y te pediré que me pongas a prueba con su eficacia.

Cuando algún día te encuentres desanimado, sin ganas, y con la moral por los suelos, llama a tres personas antes de 60 minutos y tan sólo diles lo agradecido que estás de que estén en tu vida.

Las tres llamadas serán supuestamente una muestra de afecto, en forma de palabras, hacia la otra persona, lo cual, para cualquier observador sería visto como un gesto altruista. Sin embargo, ¿adivina quién será el mayor beneficiado? Tú. ¿Por qué? Porque tu estado de ánimo habrá pegado un vuelco. Para bien. Al cabo de los 60 minutos es absolutamente imposible que te sientas igual de decaído que antes de haberlos llamado. Ese es el poder del agradecimiento. Te llena de humildad pero también de paz.

Pone fin al aislamiento al hacerte sentir parte de algo más grande que tú y te da unas dosis de medicamento para el ego cuando este se dispara. En definitiva, te cura.

Sé consciente de lo poco que puede durar lo bueno que tienes. No para vivir con más temor, sino para vivir con más agradecimiento.

#LaInteligenciadelÉxito

@anxo 

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