Todos somos frágiles, o al menos hay aspectos o circunstancias que nos hacen serlo. Sentirnos vulnerables o incómodos en momentos determinados es lo que nos hace humanos, pero debemos aprender a lidiar con ello para que nos afecte lo menos posible.
El psicólogo Miguel Ángel Rizaldos, especialista en Psicología Clínica y con más de 30 años de experiencia,
nos enseña en su nuevo libro ‘¿Ser frágil es malo?’ (Plataforma Actual) a aceptar estas emociones que consideramos negativas y a utilizar una serie de herramientas que nos ayuden a gestionarlas.
Miguel Ángel Rizaldos, psicólogo especialista en Psicología Clínica y autor de ‘¿Ser frágil es malo?’
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Imagen cedida
¿Cuáles son los aspectos que nos hacen más frágiles?
Es un conjunto de características. Tener mucha capacidad intelectual, por ejemplo, puede ser una moneda de doble cara, porque es muy bueno a la hora de aprender, ser creativos y resolver problemas, pero también hace que te comas más la cabeza. Y como esta, otras muchas cosas: ser tímido o tener vergüenza, el perfeccionismo, depender de los demás para ser feliz…
Ese pensar demasiado o lo que se conoce como rumiación, ¿es posible deshacernos de ello?
Una cosa tenemos que tener clara y es que no podemos controlar lo que pensamos, sentimos y recordamos. Pero lo que sí podemos controlar es a qué damos atención. Cuando tenemos un pensamiento negativo lo que nos sale de forma natural es intentar quitárnoslo de la cabeza. Entonces intentamos argumentar y contraargumentar para que se vaya. Hemos comprado en psicología que el intentar desarmar un pensamiento para eliminarlo no funciona. Lo que sí funciona es lo que llamamos técnicamente defusión, que trata de no dar importancia a todo lo que piensas, porque no todo lo que piensas, por el mero hecho de pensarlo, tiene valor o importancia. Para que la tenga no es tanto que sea una realidad o esté basado en una verdad, sino que te sea útil.
Cuando habla de la timidez y la vergüenza. ¿Hay alguna forma de convertirlo en algo positivo o que no repercuta en nuestra vida?
En Japón, la timidez y la vergüenza lo ven como una característica positiva; sin embargo, en Estados Unidos incluso lo pueden llegar a considerar un problema. Estas personas son más precavidas y menos arriesgadas y a veces dejan de hacer cosas por no sentir estas emociones.
Una persona cuando es tímida no va a ser un relaciones públicas. No se trata de cambiar radicalmente, pero la idea es que acepte esa vulnerabilidad y tenga estrategias para sobrellevarla, que no le desborde y no deje de hacer cosas por ello.
Es fácil ponerse rojo y que la vergüenza te deje ‘vendido’. ¿Esto se puede controlar?
Es algo que vemos con relativa frecuencia en consulta. Lo psicológico y lo fisiológico van unido. Esa reacción tiene que ver con cómo manejas tus pensamientos y emociones. Y es verdad que hay estrategias para que lo hagas de la mejor forma posible. No obstante, siempre va a ser tu vulnerabilidad. Pero vuelvo a lo de antes, cuanto más luches contra ello, más lo vas a sentir y más va a estar ahí presente.
«Tenemos que seguir y resistir, porque las cosas las dominamos y las aprendemos en la medida que las repetimos», Miguel Ángel Rizaldos
Nunca tenemos suficiente. ¿Le suena?
La autoexigencia es poner el foco en lo que te falta, y siempre te va a faltar algo. Tiene que ver mucho con querer tenerlo todo controlado, con ser perfeccionista… Vivimos en una sociedad en la que parece que tenemos que estar continuamente haciendo cosas para sentirnos bien. Sin embargo, los estudios dicen que nuestro bienestar depende de nosotros un 40%, pero hay un 60% que no. Por tanto, hay veces que no se puede hacer nada y eso hay que aceptarlo.
En el libro habla de indefensión aprendida. ¿Qué significa este término?
Es una característica del ser humano en la que cuando una cosa no nos sale bien, en seguida tiramos la toalla. Es el tener la sensación de que haga lo que haga, no sirve de nada. Y esto, si nos ocurre en distintas áreas de nuestra vida, nos puede llevar a la depresión. Hay que tener cuidado y sobre todo reconocerlo. Nuestro cerebro es muy cómodo y muy conservador, siempre quiere que las cosas sean fáciles y sin esfuerzo. Sin embargo, tenemos que seguir y resistir, porque las cosas las dominamos y las aprendemos en la medida que las repetimos.
Para combatirla, ¿persistencia?
Claro, es que montar en bicicleta no sale a la primera, ni a la segunda. Pero si a la segunda dices que esto no va contigo, que no te sale, estás dejando escapar algo que podrías haber aprendido. Conocerlo nos ayuda a no dejarnos llevar por esa sensación.
Esto se podría extrapolar al trabajo.
Aquí también se genera decepción, porque puedes estar haciéndolo muy bien, pero no ser valorado ni reconocido. Y el reconocimiento es muy importante para el ser humano. Por tanto, en el trabajo te puedes quemar si ves que hagas lo que hagas no sirve de nada. Si es solo en un ámbito, bueno, pero si empiezas a tener esta sensación en varios aspectos de tu vida, entras un poco en la antesala de la depresión, como he mencionado anteriormente.
«La vida a veces te rompe, pero lo importante es ser capaz de reconstruirte», Miguel Ángel Rizaldos
Ansiedad y estrés, nuestros más fieles compañeros hoy día. ¿Hay alguna forma de que podamos manejarlos?
Por decirlo así, el estrés es lo que viene de fuera, lo que las circunstancias nos ponen delante, mientras que la ansiedad es cómo lo sentimos. Ese estrés, en su justa medida, nos ayuda a ponernos las pilas, y la ansiedad es una conducta adaptativa ante una situación novedosa o peligrosa. Entonces, sentir cierto grado de estrés y ansiedad es normal y natural. El problema es que a veces no queremos sentir lo que toca. Es verdad que tenemos que tener herramientas para gestionarlo para que nos desborde lo menos posible y volvamos al cauce cuanto antes. La vida a veces te rompe, pero lo importante es ser capaz de reconstruirte.
El problema es cuando la ansiedad está ahí día sí y día también.
Ese es el problema, cuando está ahí en el día a día y no tenemos herramientas para manejarla. Pero la ansiedad ni es un problema crónico ni es grave. Lo que ocurre es que a veces no está bien tratada o no se lleva a tratamiento y acaba dándose la mano con la distimia, un tipo de depresión leve muy frecuente. Aquí eres capaz de llevar tu día a día, pero vas en piloto automático, con falta de ganas, sin ilusión ni energía.
Y la impulsividad, ¿se puede evitar?
También es otra conducta adaptativa. La amígdala es la parte del cerebro que lleva el tema de las emociones y a veces tiene un camino directo hacia el comportamiento sin pasar por la zona frontal, que sería la parte racional. Esto nos ayuda a sobrevivir, el problema es que ese camino directo esté muy fortalecido. Por eso a la amígdala hay que tenerla un poco a raya. Para conseguirlo podemos hacer meditación.
¿Podría dar algunos ejemplos de herramientas para controlar todo esto que hemos hablado y ser menos vulnerables?
Por un lado estaría la aceptación, que no quiere decir que te guste o que sea justo lo que te pasa, sino dejar de quejarte por ello, porque muchas veces estamos instalados en la queja. Y la queja es como una mecedora, se mueve pero no avanza.
La defusión, mencionada anteriormente, hace que no demos atención a todo lo que pensamos o sentimos y nos movamos por lo que valoramos y queremos, y no por lo que pensamos o sentimos.
El mindfulness también es una herramienta que nos puede ayudar. La gente se flipa con esto, pero no deja de ser tener los cinco sentidos puestos en algo y estar en el momento presente. Eso sabemos que nos hace sentir bien, porque despejas la mente y puedes pensar con claridad. Y al pensar con claridad, regulas tus emociones.