No llevo la cuenta de cuantas veces me han rechazado. Tengo que asumir, para ser honestos, que cada vez menos y es que eso de ser un escritor reputado con libros en cuarenta idiomas, escribir en el primer diario español que tuvo difusión internacional, ser seguido por Georgina y alguna que otra cana actúan como una buena tarjeta de presentación.
Lo de ser seguido por Georgina, créanme ustedes, me aporta numerosos comentarios, correos y propuestas a la semana así que debo ser agradecido con tal ventura.
Pero volviendo a lo que nos ocupa. Por cierto, no sé por qué estoy redactando en este tono tan rococó. Quizás para estar a la altura de la reflexión. Además me ha gustado. Tengo un momento ilustre así que seguiremos con el mismo tono.
Como les iba diciendo, he sido rechazado en innumerables ocasiones y sigo siéndolo. Es más, jamás tendré el reconocimiento de algunas personas para las que debería ser importante y que fueron importantes en mi vida. Pero mire usted, eso del rechazo está sobrevalorado. Si es que, en definitiva, cada uno tiene derecho a rechazar lo que le venga en gana. ¡Faltaría más! No me voy a poner fino. Yo también rechazo algunas cosas, algunas canciones, algunas personas. ¿Y usted? ¿Acaso no tiene derecho a rechazar lo que le apetezca?
Te pueden rechazar para algunos proyectos, te pueden rechazar algunas personas, te pueden rechazar incluso tus padres, pero eso no significa, ni mucho menos, que no seas una persona repleta de valor, con mucho que aportar. No hagas de un rechazo una herida en tu autoestima, dignidad y autoconcepto.
Es más, la misma persona me rechazó durante mucho tiempo, luego me tuvo en gran estima y me volvió a rechazar de nuevo. Era a nivel profesional. Ya aprendí la lección. Las admiraciones, los amores platónicos y los grandes amigos van y vienen y eso ni es bueno ni es malo, tan solo es normal.
A mí me han rechazado y me seguirán rechazando. No pasa nada, no es nada personal, o sí, pero ese rechazo no implica que no tenga valor. A veces pienso en ese editor que me rechazó. ¿Qué será de él? ¿Cómo lo habrá gestionado? Pues posiblemente bien, al final nos acabamos convenciendo de lo que queremos. O en aquella chica que me rechazó. Quizás fuera lo mejor para ambos. Sí, no tengo la menor duda de que era lo mejor para los dos. Confieso que en aquel momento no lo vi así, pero ahora no tengo la menor duda. También pienso en aquel periodista que rechazó mi propuesta de sección una y otra vez, el mismo que después me la dio, el mismo que después me la quitó.
«Te pueden rechazar para algunos proyectos, te pueden rechazar algunas personas, te pueden rechazar incluso tus padres, pero eso no significa, ni mucho menos, que no seas una persona repleta de valor, con mucho que aportar»,
No vayan a pensar ustedes que es resentimiento. ¡En absoluto! Tan solo es una reflexión compartida en voz alta, una desiderata para quitarle hierro al asunto, un circunloquio que pretende ilustrar que no pasa nada porque te rechacen.
¿Y qué hacemos los rechazados? Pues consolarnos, lamernos las heridas, aprender lo que se tenga que aprender -si es que hay algo que aprender- y seguir perseverando. Sí, persistir de manera inteligente y buscar el entorno en el que valoran nuestra manera de ser, propuestas y valores. No hay otra opción. Con la cabeza bien alta, sin que nuestra autoestima se resienta, adaptando si es el caso, perseverando si así lo valoramos.
Ah, una cosa más. Si han rechazado a J.K. Rowling, Cindy Crawford, Oprah Winfrey, Walt Disney, Madonna o Lady Gaga… cómo no te van a rechazar a ti, cómo no me van a rechazar a mí.
Pues eso, ajuste -¡ups ya había perdido el tono!- sus expectativas, trate de ver el lugar en el que encaja y persevere en su empeño de manera flexible, teniendo una cosa clara, a menudo, el que rechaza, no es consciente de lo que está rechazando.
¿Qué más puedo decirle? Pues que antes de rechazar -insisto que tiene todo el derecho del mundo- asegúrese de que está tomando una buena decisión.
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