Los peligros de romantizar el acoso: ¿empatizas con el protagonista de ‘You’?

Todavía hay ciertos clichés sobre la conquista romántica. «El que la sigue la consigue» o «hay que hacerse de rogar para no parecer fácil» son algunos de los pensamientos que persisten actualmente. Esto supone un riesgo y es que se puede llegar a romantizar el acoso y, en consecuencia, normalizarlo.

Algunas series tratan este tema. Por ejemplo, ‘You’, donde el protagonista Joe (Penn Badgley) se obsesiona con Beck (Elizabeth Lail), a quien empieza a seguir y a espiar con el fin de intentar conquistarla. «Es normal que una persona que se siente atraída por otra tenga interés por sus gustos y rutinas, pero eso no da derecho a perseguir e invadir su intimidad», señala Victoria Orbe, psicóloga en El Prado Psicólogos.

En la serie, el protagonista se escuda en que la chica lo expone todo en las redes sociales, «pero eso no disminuye la responsabilidad del acosador». «De hecho, el averiguar toda la información previamente a fin de asegurar la conquista o fomentar el interés y la complicidad de la otra persona es una forma de manipulación», subraya Orbe.

Los acosadores tienden a seguir, entrometerse e intimidar de forma frecuente, lo que puede desencadenar en un ataque físico o verbal. No obstante, es difícil de detectar si la persona es manipuladora y con buenas habilidades sociales. Esta apariencia de vida ‘normal’ puede hacer más difícil de discernir la delgada línea entre un incómodo e inapropiado intento de conquista y el acoso.

Señales de acoso/obsesión
Estudia y analiza los movimientos de la víctima
Espía su teléfono sin su consentimiento
Hace llamadas o mensajes insistentes para establecer una relación más cercana
Tiene numerosos encuentros ‘casuales’ en lugares habitualmente frecuentados por la otra persona
Exige a la víctima que conteste a las llamadas o los mensajes de forma inmediata y quiere saber lo que está haciendo y con quién en cada momento
Se tiene la sensación de que el acosador está presente continuamente, que le sigue o intenta interactuar constantemente a pesar de haberle mostrado su indiferencia o negativa
Manda regalos, mensajes o cartas amorosas insistentemente habiendo sido ignorados o comunicado el deseo de no querer recibirlos
Cualquier gesto o caricia que pueda resultar incómodo, inadecuado u ofensivo para quien lo recibe
Se presenta por sorpresa frecuentemente en el puesto de trabajo, el centro de estudios, en reuniones con amigos o en la puerta de la casa de la víctima
Dice al círculo social del otro que se tiene una relación mucho más estrecha de la real o les llama a fin de saber dónde o con quién se está
Aunque resulte tranquilizador pensar en la figura del acosador bajo el clásico estereotipo de hombre de conducta sospechosa e incluso violenta, lo cierto es que su perfil resulta bastante más heterogéneo. «Al contrario de la creencia popular, no existe un perfil clásico de acosador y su diagnóstico psicológico es muy diverso», apunta Orbe.

«Respecto a las características psicológicas típicas del acosador, destacan el egoísmo y la inseguridad», subraya la psicóloga. Y es que piensan solamente en sus sentimientos e intereses, no en los de la otra persona, creyendo que son merecedores de su amor sólo porque les gusta. De esta forma, no reparan en cómo se va a sentir la víctima ni en la opinión de esta, demostrando escasa empatía.

«El comportamiento controlador y obsesivo es reflejo de una gran inseguridad en sus relaciones, mostrando una importante dependencia emocional hacia la víctima al sentirse incapaz de afrontar el rechazo de la persona deseada», explica Orbe.

Por otra parte, los acosadores suelen ser personas impulsivas y con tendencia a la ira, lo cual puede manifestarse a través de sus conductas celosas, fruto de la ansiedad experimentada al no conseguir obtener el afecto deseado o el control sobre su víctima.

Consecuencias de romantizar el acoso
Es bastante frecuente encontrarse con víctimas que minimizan las repercusiones del acoso, a pesar de las importantes consecuencias que suele conllevar a nivel familiar y social (aislamiento y desconfianza); emocional (trastornos del sueño, ansiedad o depresión); y laboral (el empeoramiento o dificultad en el desempeño del trabajo).

Dichas consecuencias se van haciendo presentes de forma progresiva debido al estado de vigilancia e intimidación constante, con miedo al comportamiento del acosador. «Este estado de ansiedad sostenido en el tiempo termina provocando un debilitamiento progresivo a nivel físico y psicológico, pues la persona se siente vulnerable e insegura en su día a día», declara Orbe.

Por otra parte, «las personas que no se perciben a sí mismas como víctimas suelen hacerse autorreproches al cuestionarse el origen y el mantenimiento del comportamiento del acosador, lo que puede generar un importante sentimiento de culpabilidad y contribuir a la aparición de un trastorno depresivo y problemas de autoestima a medio y largo plazo», expone la psicóloga.

Además, el no percibirse como víctima hace que no se valoren en su medida estos comportamientos y que no se denuncien, pues se cree erróneamente que esto se debe al hecho de

no poner límites o que simplemente el acosador está mostrando su amor.

Cómo debemos actuar en estos casos
– Recopilar pruebas sobre el acoso. A fin de poder demostrarlo y solicitar protección en caso de que fuera necesario en el futuro, anticipándose al acosador.

– No mostrar empatía por el acosador. Percibirlo como una víctima o justificar comportamientos como el control o el acecho no ayudará a frenar el acoso. De hecho, alternar ser amable con mostrarse tajante o dar demasiadas explicaciones suele alimentar la esperanza del acosador.

– Tener contacto cero. Contestar a sus llamadas o mensajes, conversar con él o intentar convencerle refuerza su comportamiento, pues el acosador recibe atención. Anunciar una posible denuncia al acosador y que se han tomado medidas de protección puede ser útil en algunos casos.

– Pedir apoyo. El aislamiento social es una ventaja para el acosador. Por ello, comunicar al entorno el problema es fundamental para garantizar la propia protección personal.

– Modificar la rutina diaria. Cuando sea posible, cambiar las horas de salida y llegada, así como el camino utilizado para ir al trabajo o a casa. En estos casos, también se recomienda intentar cambiar los lugares frecuentados e informar a algún familiar o amigo cercano sobre dónde se va a estar y a qué hora se tiene previsto regresar al domicilio.

– Hacer un uso responsable de las redes sociales. Limitar el público con acceso al perfil, revisando con detenimiento las solicitudes de amistad y no publicando la ubicación o datos personales.

– Cambiar el número de teléfono o las cuentas personales. En caso de que el acosador cuente con ciertos datos personales, es recomendable modificarlos o bloquearlos en la medida de lo posible para mayor tranquilidad personal.

Posibles trastornos psicológicos
Orbe comparte tres posibles trastornos que puede sufrir la persona acosadora:

1. Trastorno delirante (erotomanía).

Aquí el acosador cree que la víctima está enamorada de él y que la relación todavía no se ha dado por la interferencia de otros o porque la persona no es consciente de su amor hacia él.

«Es importante destacar que la persona con erotomanía ha roto con la realidad y no es consciente de que hace algo malo, ya que tiene un razonamiento y comportamiento poco realistas, obsesivos e impulsivos», señala la psicóloga.

2. Trastorno de la personalidad narcisista.

El perfil narcisista tiende a ser más violento y a persistir más en el acoso. En este caso, el acosador tiene un gran sentido de su propia importancia y considera que la otra persona no puede despreciar su propuesta romántica, lo que le lleva a no desistir en su empeño.

3. Persona excesivamente introvertida con escasas habilidades sociales.

Orbe manifiesta que no está demostrado que los acosadores tengan escasas habilidades sociales o sean especialmente introvertidos. Es más, el acosador tiende a tener el perfil propio de una persona manipuladora con buenas habilidades sociales que busca conseguir su objetivo obviando los medios para conseguirlo (por ejemplo, espiando o siguiendo a la otra persona). 

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