Si nos fijamos, cada vez que la publicación de un estudio (o el boca boca) habla sobre los beneficios de un determinado alimento, inmediatamente aparecen cientos de infinitos productos elaborados con el mismo. Y es que la industria alimentaria trabaja constantemente en la creación de nuevos productos que satisfagan las necesidades y deseos de los consumidores. Por un lado, esto tiene su parte buena porque actualmente gozamos de una amplia variedad de productos que cuentan con precios muy competitivos, lo que permite a más personas el acceso de los mismos, pero como dice el dicho: ‘Hecha la ley, hecha la trampa’.
En muchas ocasiones la industria alimentaria se apoya en el gran poder de persuasión que tiene el marketing para aumentar la venta de productos, exagerando alguna de sus cualidades. Es por eso que te recomiendo siempre la lectura del etiquetado nutricional. Quedarse solo en la parte delantera del producto de nada nos va a servir si queremos conocer si un producto es aquello que esperamos. Sí, me refiero a esa letra pequeña, la que casi no se puede leer pero que es tan necesario saber interpretar para valorar si lo que nos están diciendo en los ‘claims’ o anuncios del producto es real.
Por ejemplo, alguno de los productos que más mitos esconden:
– Barritas de cereales. Su envase individual las convierte en el snack idóneo para transportar y cómo el marketing sabe jugar sus cartas, suelen anunciarse como una fuente de cereales con toppings de frutas, frutos secos o semillas, destinadas a personas que quieren cuidarse o deportistas.
Sin embargo, si atendemos a los ingredientes, la mayoría contienen cereales refinados, grandes cantidades de azúcar y de grasas saturadas. ¿Todas son así? Claro que no. Por eso es tan importante leer su etiquetado.
– Yogures especiales: con cereales, semillas… En los últimos años, en las redes sociales han circulado muchas recetas de apetitosos yogures decorados con cereales, mermeladas y semillas. Lo que ha provocado que paralelamente, la oferta en el supermercado se haya visto disparada, habiendo cada vez más tipos de yogures.
Sin embargo, la mejor opción siempre va a ser sin duda, la de yogur natural, un producto rico en calcio y un excelente probiótico para cuidar de nuestra flora intestinal.
– Tortitas de arroz o maíz. Un clásico entre muchas personas que deciden cuidarse o bajar de peso.
Cierto es, que son muy fáciles de conservar y transportar. De hecho, pueden aguantar toda nuestra jornada laboral a temperatura ambiente, pero en muchos casos, el exceso de sal o saborizantes que les añaden a estas tortitas hacen que no sean tan saludables como nos imaginamos, sumando sal de más a nuestra ingesta diaria y perjudicando nuestra salud cardiovascular.
– Zumos. Sean naturales o comerciales, no pueden contabilizarse como una ración de fruta, ya que esta siempre va a ser la mejor opción, pero tampoco vamos a demonizar los zumos (especialmente los naturales) porque consumidos al mismo tiempo con una fuente de fibra como pueden ser unas tostadas de pan integral, unas nueces u otra pieza de fruta, estas nos ayudarán a regular la respuesta de azúcar en sangre.Pero ojo a aquellos zumos que contienen azúcares añadidos, especialmente aquellos que están dirigidos al público infantil que van enriquecidos con cereales o leche. Nunca deben sustituir un almuerzo o merienda.
– Jamón york. Por comodidad o costumbre, muchas personas recurren al jamón york como fuente de proteína pero debemos de llevar siempre cuidado en su elección, porque no siempre todo lo que se llama jamón es jamón. Algunos de los productos que encontramos en el supermercado suelen ser, una carne procesada, cuyo porcentaje de carne es mínimo y, sin embargo, el de sal, azúcar y aditivos es muy alto. La mejor opción es el jamón cocido o el lacón, existen buenos productos en el mercado, solo basta mirar su etiquetado y comprobarás la diferencia entre unos y otros. Tendrá un alto porcentaje en carne y no llevará ni féculas, ni gluten, ni lactosa.
– Sopas y caldos de sobre y pastilla. A pesar de que se vendan como opción ligera, saludable y rápida, las sopas y caldos que se comercializan en forma de pastilla o sobre, suelen estar repletos de potenciadores de sabor como el glutamato monosódico, azúcares y grandes cantidades de sal.
– Refrescos cero. Durante muchos años, la publicidad nos ha vendido estos refrescos como una alternativa más sana (o por lo menos, no tan perjudicial) por no llevar azúcar. Pero lo cierto es que para conseguir el mismo sabor llevan una gran cantidad de edulcorantes artificiales, producto que a la larga no resulta inocuo para nuestra salud. La mejor opción para hidratarse, aunque suene aburrido, va a ser el agua.
– Galletas ‘integrales’ o ‘sin azúcar’. Cada vez tenemos al alcance más variedad de galletas: integrales, sin azúcar, con frutas, frutos secos… pero a día de hoy, exceptuando aquellas galletas caseras que podamos preparar en casa controlando los ingredientes y su consumo (que no deberá haber barra libre en la repostería aunque sea casero), no hay ninguna que nutricionalmente sea la panacea. Entre sus ingredientes suele destacar un gran porcentaje de grasas poco saludables, azúcar, edulcorantes, harinas refinadas…
Además, su consumo desplaza el de otros alimentos nutricionalmente más ricos. Por ejemplo, en los caso de que se prioricen como merienda antes que una pieza de fruta.
Así que no te dejes llevar por lo que parece, comprueba siempre el etiquetado y sabrás siempre lo que estás comprando.