«La vida es como un alambre que con mayor o menor acierto recorremos. Somos los alambristas de la vida y podemos aprovechar la actitud y comportamiento del alambrista para que nos inspire en la vida de cada día». Este fragmento de ‘Las enseñanzas del faquir’, la obra más reciente de Ramiro A. Calle, especialista en meditación, psicología oriental y psicoanálisis recoge a modo de síntesis algunas de las claves de su trilogía ‘El Faquir’, en la que el autor invita a andar con firmeza y equilibrio por ese alambre al que llamamos vida.
Según revela el autor, todos somos funambulistas y lo que tenemos que hacer para vencer las vicisitudes y las dificultades es mantener nuestro centro de gravedad, sin dejanos arrebatar por los extremos. Pero, ¿es posible en un contexto como el que vivimos en la actualidad? Veamos…
Como punto de partida pongo sobre la mesa dos datos reveladores: uno es que más de 300 millones de personas tienen depresión en el mundo y el otro, revelado recientemente, es que España es el mayor consumidor mundial de diazepam…
Lo que me sugieren estos datos es que hablamos mucho del bienestar social, del cuidado corporal y del culto a la belleza pero todo el mundo se descuida y desatiende su mente y su sistema emocional. A estos escalofriantes datos podríamos añadir los millones de personas en España que padecen ansiedad y otros tantos miles que no van a su trabajo por desórdenes psíquicos y ya lo más terrible la cantidad de suicidios que hay incluso entre personas jóvenes.
Y además esto a todas luces nos hace ver hasta qué punto no hay un verdadero cuidado ni de la mente ni de las emociones ni de la vida interior y también es un signo de que la sociedad, en lugar de ofrecer orientación para integrarnos y sanearnos lo que ha hace es minarnos y desintegrarnos para destruirnos poco a poco.
La educación en materia de salud mental y emociones brilla entonces por su ausencia, por tanto…
Hay una actitud sumamente negligente. Hace unos meses publiqué mis memorias en ‘El viaje de mi vida’ y me mostré entonces crítico con la educación pues en ellas confieso que no aprendí nada importante en el colegio. No me enseñaron a tratar con los otros niños, a amar los animales, a abrazar la naturaleza, a sonreír, a estar satisfecho, a respirar, a mover mi cuerpo de una forma que no fuera una gimnasia mecánica… Todo lo que engullí en la escuela no me sirvió de nada. Hay que trabajar por una educación totalmente distinta. No me extraña que el pensardor Jiddu Krishnamurti y Rabindranath Tagore estuvieran obsesionados con la educación. Ambos sabían que es deficiente en todo el mundo.
En sus obras propone la actitud y el comportamiento del alambrista o funambulista para que nos inspire, ¿por qué?
He tomado como prototipo o arquetipo del equilibrio un alambrista, un maestro en La India que va mostrando sus enseñanzas al discípulo occidental, que es un hombre que, a pesar de que aparentemente lo tiene todo, se muestra insatisfecho, caótico y neurótico. La misión de este maestro es enseñar, a través de la ciencia del alambre, cómo trasladar a la vida cotidiana los principios y enseñanzas del alambre. La vida, al final, es como caminar por un alambre, a lo largo de 70, 80 0 100 años. Y tenemos que aprender a caminar por ella. Entonces, ¿qué podemos sacar cómo enseñanza de un alambrista? Que es osado, pero a la vez es cauto. Es intrépido pero a la vez es cuidadoso. Y que cuando se desequilibra trata de volver a equilibrar todo. Y eso es algo que sucede en la vida diaria, pues nos tenemos que reequilibrar muchas veces.
Un alambrista nos enseña que, aunque se tenga miedo, hay que vivir más en el presente. Él tiene que estar más atento y consciente, tiene que combatir vicisitudes como la lluvia, los rayos del sol o el vendaval. Y todo eso lo podemos usar en la vida diaria como actitudes de vida.
¿Cómo podemos encontrar lo que desequilibra de ese centro de gravedad que, además, es diferente en cada persona?
El equilibrio es orden, armonía y bienestar. El desequilibrio es todo lo contrario, conflicto, desorden, enfermedad… Hay que tender a equilibrar y lo que proponemos es equilibrio en todos los ámbitos, al comer, al hacer ejercicio, al pensar, al relacionarnos con los demás, al respirar… Todos somos aprendices, como también apunto en el primer volumen de ‘El Faquir’, y el deber de todo aprendiz es seguir aprendiendo.
Una pauta que puede ser útil es que todo lo que son extremos, trampas y emboscadas y por tanto nos desequilibran, nos sacan de nuestro centro y nos hacen sentirnos mal. Esta sociedad nos aliena constantemente y, como decía Emerson, confabula contra el individuo. Nos engaña y nos da placebos que no sirven en nuestro desarrollo. Por eso cada día es mayor el número de personas con trastornos psíquicos, neurosis o problemas de salud mental graves.
«El alambrista es osado, pero a la vez es cauto. Es intrépido pero a la vez es cuidadoso. Y que cuando se desequilibra trata de volver a equilibrar todo. Y eso es algo que sucede en la vida diaria, pues nos tenemos que reequilibrar muchas veces»,
Si ‘El faquir’ ofrece un modo apropiado y transformativo de enfocar la vida, en ‘Las enseñanzas del faquir’ asegura que se abre a una manera más inspiradora y noble de vivir, ¿cómo se da ese paso?
Todo es la actitud. Lo que decía Buda es: «Los demás me insultan pero no recibo el insulto». Todo depende de si tenemos una actitud madura, equilibrada y reflexiva capaz de relativizar y capaz de no dejar que las cosas nos afecten desmesuradamente. Por eso me gusta recordar a mis alumnos de meditación que lo que importa es lo que importa. Hay cosas que realmente importan en la vida, pero son pocas. Lo demás todo es banal, superficial, accesorio… Son bagatelas que nos roban la salud mental, nos preocupan, nos obsesionan y nos disgustan. Por eso es tan importante mantener el discernimiento y la visión clara.
Cuento aquí una hermosa historia para ejemplificarlo: Cuando Buda iba a morir se reunió con sus discípulos que le preguntaron: «Bueno, señor, Y al final de todo, ¿qué?». Al final, respondió, lo que importa es una mente clara y un corazón tierno.
En el capítulo del reto de vivir indica que la vida de la mayoría de los seres humanos es un infierno y que el infierno comienza en la mente, pues es un estado de consciencia. Además asegura que unas personas arrojan su infierno personal sobre otras. Qué ilustrativo…
Desde antaño decimos en la filosofía oriental que puedes hacer de tu mente un estercolero o en un jardín que compartas con los demás. El problema es que como no nos han enseñado a pensar ni a dejar de pensar y como nos están todo el día engañando con modelos culturales y viejos patrones no somos capaces de seleccionar en nuestra vida y somos como barquichuelas en alta mar, en medio de una tempestad, yendo de un lado para otro. ¿Dónde surge el mayor sufrimiento? En la mente. Se ha llegado a decir que la mente es la fábrica que genera más sufrimiento. Y como si la vida no originase ya suficiente sufrimiento, todos añadimos con la mente sufrimiento al sufrimiento. Este nace de la ofuscación, de la avaricia y del odio. Y no solo lo llevamos hacia nosotros sino que también hacemos sufrir a todas las criaturas, incluyendo los animales.
O cambia la actitud de la mente, o no cambia nada, y eso es así siempre, pasen los siglos que pasen.
Propone, por tanto en su obra, aprender a cultivar una mente que ayude y que sea cooperante, ¿Cómo?
Lo importante es que no sea todo para fuera y nada para dentro. Está muy bien la diversión, el entretenimiento y la distracción. Pero si eso nos neurotiza y nos externaliza tanto que nos perdemos a nosotros mismos nos estará enajenando. Hay que saber distribuir nuestra energía, parte hacia afuera, y parte hacia adentro. Cultivarse, reflexionar de forma consciente, saber recogernos, sentir es algo importante… Por eso ya hay millones de personas que practican la meditación.
Se habla mucho de la polución ambiental pero nadie habla de la polución mental y psicológica, que es terrible y corrosiva.
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¿Qué pasa cuando dejamos de ser funámbulos y nos convertimos en sonámbulos?
El funámbulo necesita mucha atención, estar vivo, despierto… porque si se distrae, se abisma. Y lo contrario es justo el sonámbulo, que va por la vida como una máquina, sin atención, sin consciencia, sin discernimiento, en piloto automático. Pero es lo que cultiva esta sociedad, el mecanicismo, el automatismo,… Cada día estamos más y más dormidos. No queremos despertar y todos seguimos el instinto del borreguismo. Y eso hace que los poderes fácticos abusen de la mayoría de las personas, pues no hay discernimiento ni claridad mental. Nos pueden explotar en todos los sentidos.
«Todo lo que son extremos, trampas y emboscadas y por tanto nos desequilibran, nos sacan de nuestro centro y nos hacen sentirnos mal»,
Y sin embargo asegura que pensamos más que vivimos, pero, ¿tal vez no lo hacemos de forma adecuada? Nos invita entonces a vivir más…
A mis alumnos le digo que cuando hay que pensar, se piensa, pero cuando hay que vivir, se vive… Si estás haciendo una caricia a un ser amado, si estás viendo un amanecer, si sientes la brisa del aire o el aroma de las flores, hay que percibir, no pensar.
Hay que diferenciar entre el pensamiento mecánico y el consciente. El pensamiento mecánico está en las antípodas del pensamiento consciente, voluntario y reflexivo.
Ha llegado un momento en el que las ideas han usurpado la realidad de modo que la gente está tan metida en la alborotada jaula de su mente, con sus miedos, su reacción, sus recuerdos, sus afanes de venganza, que al final no conecta con la vida. La mente va por un lado y la vida va por otro.
Explica que es posible contemplar la vida con implacable disciplina y desapego pero a la vez profundizando en cada instante y sin preocuparse… Esto es algo elevado.
Si, pero lo podemos decir de otra manera, pues se trata de «saber tomar y saber soltar». Tomas, lo vives con plenitud y luego hay que soltar porque todo es transitorio y todo es fugaz. Lo que tenemos que impedir si buscamos la libertad interior es que las cosas no nos hipotequen en demasía. Lo que importa es lo que importa y en realidad lo que importa es si un ser humano está enfermo, si hay injusticia, si hay guerra…
Con lo que tenemos que abrir los ojos en con todo lo ilusorio que forma esta sociedad y que nos hace ver como imprescindibles lo que es prescindible. Pero es que hay gente que no quiere utilizar el discernimiento o la lucidez. Son autómatas. Esta sociedad nos está automatizando a todos. Llegará un momento en el que seamos un dormitorio de 6.000 millones de personas en el mundo, todos durmiendo y roncando.
Indica que existen cualidades pueden ayudarnos a muchas cosas, si las desarrollamos. Se trata de la aceptación consciente, la paciencia y la ecuanimidad
Si, lo de la paciencia es clave. En cuanto a la aceptación consciente, en el yoga decimos: si tiene remedio, no te preocupes y si no tiene remedio, acéptalo y no te preocupes. Aceptar los hechos implica no malgastar energía y eso es importante.
La ecuanimidad en el mundo convulso y competitivo en el que vivimos es esencial porque implica mantenerse en equilibrio a pesar de la amistad-enemistad, el amor-odio, el encuentro-desencuentro… La mente que no se deja arrebatar por todos esos vendavales o vicisitudes de la vida cotidiana.
Y además..
Ramiro Calle: «Para el que sabe ver todo es doloroso»
¿Cuál es la relación entre la felicidad y la paz interior?
Para todo se requiere disciplina, que implica poner el esfuerzo en algo para obtener unos resultados. Buscamos felicidad pero lo hacemos mal porque creemos que está donde no está. La verdadera felicidad es sentirte bien, eso es el auténtico bienestar, no solo el bienestar físico, también el mental, el psicológico, el espiritual y el bienestar en relación con las otras criaturas del mundo. Hay una frase que utilizaban los sabios de la antigüedad y es que no hay nada que pague un instante de paz. Si no hay paz, ¿qué hay? Se nos hace creer que solo cumpliendo las metas exteriores vamos a ser felices y luego nos damos cuenta de que esta sociedad está llena del síndrome del triunfador fracasado que representa a esas personas que han cumplido una serie de metas sociales y económicas, pero luego se llevan mal con su pareja, no tienen un solo amigo, tienen trastornos psicosomáticos y son egocéntricos… Pienso entonces que más vale fracasar y vivir en paz.
A menudo ese tipo de triunfadores llegan a hablar de la existencia de un vacío…
Si, porque lo que tampoco nos han enseñado es que para llenarse se tienen que llenar de sí mismo, de compasión y no de objetos externos. Lo exterior es pasajero y contingente y si uno no ha encontrado su centro, estará siempre vacío. Hay que aprender a estar dentro de uno mismo. Y además hay que priorizar la paz interior, porque sin ella no hay nada, el equilibrio mental, el cuerpo bien cuidado y la óptima relación con los seres queridos y por extensión con todas las criaturas. Hay que aprender a priorizar.
Sobre el autor
Ramiro A. Calle ha sido durante cinco años profesor de yoga de la Universidad Autónoma de Madrid y durante varios años de las aulas de la tercera edad. Pionero del yoga y el orientalismo en España, es un gran especialista en meditación, psicología oriental y psicoanálisis. Dirige un centro de yoga desde hace más de cuatro décadas, Shadak, por el que han pasado más de medio millón de personas. Es un profundo conocedor de la mente humana y ha publicado más de doscientas obras, varias de ellas de gran éxito en Ediciones Martínez Roca y también en Luciérnaga. Ha viajado a Oriente en más de cien ocasiones para entrevistar a los más grandes mentores espirituales.