Comunicarse con alguien usando palabras amables, cariñosas y acogedoras no tiene por qué tener una respuesta positiva ni agradable por parte del interlocutor, sobre todo si percibe que, en realidad, el cariño es más impostado que real. No solo la boca habla, también lo hacen los gestos, las miradas, la postura y, en general, todo el cuerpo. De hecho, según defiende la neurociencia, comunicamos entre un 50 y un 80% más con el cuerpo que con las palabras. Y eso explica, por tanto, que lo que se dice no sea más importante que lo que el cuerpo manifiesta y expresa de manera natural, según asegura la experta en comunicación no verbal y en personalidad, Vanessa Guerra. La especialista defiende que siendo conscientes de nuestro lenguaje corporal y observando el de las personas que nos rodean, es posible cambiar, no solo gestos y posturas habituales, sino también estructuras neuronales y patrones emocionales que ayuden a crear nuevas respuestas y nuevas y mejores formas de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás.
Una de las claves reside, tal como apunta Guerra, en la coherencia entre lo que se dice, lo que se hace y lo que se muestra, pues eso también influirá en que nuestro interlocutor sienta que la comunicación es honesta, sincera y transparente. Así, apoyar lo que se dice con un lenguaje corporal coherente es fundamental. Pero, ¿qué sucede si en realidad no nos creemos lo que estamos diciendo? Para dar respuesta a esta cuestión cabría analizar, según propone la experta, lo que sucede algunas veces en el mundo de la política. «Aunque un discurso aprendido vaya acompañado de un estudiado lenguaje corporal con signos tajantes y persuasivos, éste no resultará convincente si no esa persona no se cree lo que está diciendo o si esa persona piensa que eso no puede hacerse realidad. Su cuerpo le delatará y ese lenguaje corporal se percibirá como algo ortopédico, artificial y no se verá como algo integrado en su forma natural de expresarse», precisa.
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Y lo mismo sucede en otros momentos de la vida pues, según aclara, para que la comunicación sea fluida y para que podamos crear vínculos honestos uno debe ser tan honesto consigo mismo como con los demás porque solo así evitará las incongruencias y las posibles interferencias. «Si tengo una emoción pero la intento evitar, inhibir o restringir, lo más probable es que se me note antes de lo que creo porque esa tensión saldrá en algún momento a través de mi lenguaje corporal, mis expresiones faciales o mi gestualidad», revela.
Autoconocimiento, el primer paso
El lenguaje corporal no solo es un campo con mucho potencial para relacionarnos con los demás, la familia, los amigos, la pareja o los compañeros de trabajo sino que también es una potente herramienta para trabajar el autoconocimiento. Esto último es algo de lo que, según revela Guerra, no solemos ser demasiado conscientes pues vivimos en una sociedad en la que se nos ha educado para mirar hacia afuera, al otro, y no hacia adentro, hacia nosotros mismos. Así, la experta aclara que si se profundiza en lo que significa el concepto de comunicación no verbal nos encontramos con que es la expresión de la emoción a través del cuerpo y que es esa consciencia corporal y ese conocimiento del modo en el que el cuerpo expresa las emociones lo que nos puede ayudar a saber lo que sentimos en cada momento. «Puedo ser consciente de que siento rabia por la tensión en las manos o en la mandíbula, o de que estoy triste porque me cuesta tragar o de que tengo miedo porque noto angustia y un pinchazo en el pecho o puedo sentir que estoy nervioso porque cambie mi ritmo de respiración… Si soy consciente de cómo y en qué partes de mi cuerpo se manifiesta la emoción, podré ganar tiempo a la hora de elegir de qué manera quiero expresarla», explica.
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Ese tiempo que permite ganar esa mayor consciencia corporal es importante, por tanto, para decidir si se quiere expresar esa emoción o si, por el contrario, se quiere inhibir o, de alguna manera, aparcarla, para expresarla en un contexto o en un tiempo que resulte más propicio o adecuado. En este último caso no se trataría de evitar la emoción, según precisa Guerra, sino de atenderla más adelante, pues la misión fundamental de la emoción es la de movernos hacia algún lugar, orientarnos y predisponer el cuerpo a actuar. «Lo más interesante es aprender a modular la emoción en nuestra interacción con el otro y después analizar cómo nos ha afectado y cuál es el mejor momento y la mejor manera de expresarla. Unas personas hacen deporte, otras escriben, otras bailan o incluso gritan… Lo importante es que la podamos expresar porque si no lo hacemos, nos quedaremos pegados a esa emoción y trataremos a todo el mundo de la misma manera», revela.
Cómo entrenar la consciencia corporal
Trabajar la consciencia corporal es fundamental pues es una habilidad que, según explica la experta, se encuentra en la corteza prefrontal del cerebro, que es donde también se encuentran las neuronas espejo, engargadas de desarrollar la empatía.
Lo más importante es identificar las emociones y relacionarlas con el modo en el que se expresan en el cuerpo pues, tal como apunta Guerra, somos muchos los que adolecemos de un cierto analfabetismo emocional: identificamos dos o tres emociones, como mucho. Así, es importante conocer las expresiones, faciales, las posturas corporales y los gestos que corresponden a cada emoción. Y eso se puede lograr mediante prácticas como la meditación, el pilates, el yoga, el escáner corporal (mindfulness), el chi kung o cualquier otra práctica que ayuden a conectar mente y cuerpo.
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Peor además es interesante analizar aquellas conductas que se quieren cambiar en el día a día, decidir cómo se van a cambiar y elegir las conductas por las que se desean sustituir. «El truco no es otro que practicar y practicar porque cuando ya hay unos caminos hechos de una manera mecánica o automática es necesario crear una senda en paralelo en la que se puedan ir creando surcos a través de la práctica. Solo así llegará un momento en el que se puedan automatizar las nuevas conductas, a través del aprendizaje y de la integración en la forma naturald de actuar», propone la experta en comunicación no verbal.
Por qué algunas personas atraen más que otras
Las personas que parecen seguras de sí mismas suelen resultar atractivas sin necesidad de hacerse notar. Eso les permite mantener conductas equidistantes y salir y entrar de determinadas situaciones de un modo natural. «Este tipo de personas van desvelando poco a poco sus encantos, sin prisa, sin ansia y sin sentir la necesidad de impresionar», explica Guerra. Cuando una persona necesita llamar la atención y hacerse notar todo el tiempo produce cansancio en el otro, pierde su atractivo e incluso puede generar rechazo debido a ese reclamo constante.
Atención a las señales del otro
Un cambio en nuestra conducta no tiene por qué generar siempre cambios en la de los demás, no es una garantía. Pero lo que sí está en nuestra mano, según recuerda Guerra, es usar nuestros conocimientos de comunicación no verbal para tomar distancia, ponernos a salvo y resguardarnos de interacciones que no nos hacen bien o provocan en nosotros una actitud reactiva.
Así, si no desea interactuar con alguien lo primero que se tendrá que hacer es evitar el contacto visual pues ésta es la primera toma de contacto que se hace con una persona. También es importante el tono, las pausas, los silencios, la cadencia y todos aquellos signos de comunicación no verbal que envuelvan a la palabra.
Y, por último, hay que respetar la energía del otro y modular la nuestra para propiciar una interacción exitosa pues, tal como aconseja Guerra, hemos de ser conscientes de las señales que nos aporta una comunicación no verbal translúcida: se ve a través del rostro, del rictus, del entrecejo, de la postura, de la forma de mirar… «Si queremos acercarnos a alguien tendremos que ser sensibles a lo que transmite y modular nuestra energía para crear un buen vínculo de respeto porque si no, se corre el riesgo de amedrentar o incluso de generar rechazo. Es importante adaptarse a las personas, a los contextos y a los entornos para ganarse la confianza del interlocutor», explica.
Sobre la experta: Vanessa Guerra, experta en comportamiento no verbal y personalidad, cuenta con más de 20 años de experiencia y dedicación al trabajo del cuerpo y la comunicación desde un plano físico, mental y emocional. Certificada en Mindfulness (MBSR), Mindfulness y Compasión (MSC) y Mindfulness en la infancia, también se ha formado en el método científico ‘Alba Emoting’ (método con base científica de inducción, modelación y vivencia de las emociones desde el cuerpo, que permite a toda persona conectarse físicamente con sus emociones básicas a través de unas formas de respirar determinadas, acompañadas, a su vez, de las posturas corporales y los gestos faciales correspondientes para las emociones.).
Además ha colaborado en programas de TV como experta en comunicación no verbal y realiza conferencias para empresas, talleres de desarrollo personal y crecimiento además de ofrecer sus servicios como facilitadora particular de cuerpo y mente.