Seguro que has oído hablar alguna vez de la kombucha, un té fermentado que está cada vez más presente en las conversaciones ‘saludables’. Pero, ¿qué sabes realmente de esta bebida?, ¿se puede considerar sana en todas sus variantes?, ¿cómo podemos prepararla en casa?
Sébastien Bureau y David Côté, autores de ‘Revolución kombucha’, definen la kombucha como una bebida gaseosa fermentada sin alcohol que está hecha de té verde o té negro, azúcar de caña orgánica y una mezcla de bacterias y levaduras llamada scoby.
Se puede aromatizar con infusiones de hierbas, flores, frutas o hierbas adaptogénicas y está disponible en cervecerías artesanales de todo el mundo. La gente suele beberlo como sustitutivo del café para conseguir energía y como complemento de un estilo de vida saludable.
A pesar de que el interés por esta bebida se incrementara hace un par de años, sus orígenes se remontan miles de años atrás. Algunos sitúan su nacimiento en China, otros en Rusia o Japón… nadie se pone de acuerdo, pero sí coinciden en que la kombucha es milenaria.
El sabor de la kombucha es rico y terroso, aunque puede variar según el tiempo de fermentación, que puede durar desde una semana hasta 30 días. Cuanto menos tiempo fermente, el sabor de la bebida será más suave; mientras que si está más tiempo, será más avinagrada e intensa. También hay que tener en cuenta que la temperatura influye en su elaboración y lo óptimo es que esté entre 23 y 28 grados centígrados.
Beneficios
El nutricionista Álex Yánez enumera los beneficios que nos puede aportar esta bebida. Al ser un probiótico, ayuda a nuestra microbiota, por lo que mejora nuestra digestión, «así como nuestras defensas». Por otro lado, el profesional explica que la kombucha tiene vitaminas B1, B2, B3, B6, B12, C, D, E y K, así como ácido fólico y enzimas digestivas.
Por su parte, Beatriz Magro comenta que la kombucha es una bebida con una gran cantidad de antioxidantes que puede ayudarnos «a fortalecer el sistema inmunológico, así como a eliminar toxinas». Además es depurativa y tiene propiedades antiinflamatorias.
¿Cómo preparar nuestra propia kombucha?
La kombucha es muy sencilla y segura de hacer. Sébastien Bureau y David Côté explican que necesitamos té, azúcar, agua y un scoby de kombucha (estos son fáciles de encontrar). Una vez que los tengamos, hacemos una infusión de té en un tarro, añadimos el azúcar, dejamos enfriar y ponemos el scoby. Cubrimos con un paño ligero para que la fermentación respire y dejamos reposar en un rincón de la casa entre 7 y 14 días.
Durante la fermentación podemos ir probándola: el sabor comienza siendo parecido al de un té helado, dulce y no muy ácido; después de unos días será menos dulce y más amargo. Finalmente sabrá perfecto y podremos poner el líquido en una botella y cerrarla. Dejamos reposar a temperatura ambiente durante unos días para que se creen las burbujas y ya estaría lista.
Después del período de fermentación, infusionamos todo lo que queramos durante la noche, ya sea con trozos de piña, uvas trituradas, cáscaras de naranja o algún cítrico, fresas, hierbas de jardín o cualquiera que sea de temporada. Después de tenerlo en remojo toda la noche, podemos quitar los pedazos para beber de inmediato o embotellarla, y esperar unos días hasta que esté burbujeante.