¿Piensas que eres adicto a la tecnología?
Pues bien, si por adicción entendemos la necesidad de vivir con la tecnología hasta el punto de no poder prescindir de ella o, en el caso de intentarlo, experimentamos ansiedad, sudores, frío, agitación o angustia, entonces sí, podríamos decir que hay cierto grado de adicción o, al menos, de dependencia.
Sin embargo, muchas veces no lo vemos o no le damos importancia por el hecho de que no se considera tan ‘dañino’ o no se establece como una droga en sí. Pero muchos estudios confirman que se está desarrollando una dependencia a las tecnologías, especialmente a las redes sociales.
En el día a día lo podemos ver en que no se nos ocurre salir a la calle sin el móvil, o que lo pasamos mal si en algún sitio no tenemos internet o cobertura.
Inés Valderrábano, psicóloga sanitaria especializada en Trauma y EMDR en el Instituto Cláritas, señala que esta excesiva exposión a la tecnología afecta además a la creatividad, la productividad y la concentración, haciéndonos menos hábiles para solucionar problemas y teniendo menos ideas innovadoras.
Por otro lado, esta adicción nos aleja de los demás y promueve que cambie nuestra forma de relacionarnos (haciéndolo a través de la pantalla) o podemos incluso no hacerlo porque preferimos el plan de serie y manta. «Si nos descuidamos, cada vez nos vamos alejando más y más de los demás».
JOMO versus FOMO
JOMO (‘Joy of missing out’) aparece como contraposición a FOMO (miedo a perderse algo, en su traducción), y se refiere al placer de desconectar, de no estar constantemente conectado mirando cuál es la última noticia, mensaje, foto o serie de moda. «Podríamos decir que consiste en dejar de mirar hacia el mundo exterior, para adentrarnos en el mundo interior», señala Valderrábano.
Esto nos puede ayudar a conocernos mejor, cuidarnos y aprender qué necesitamos en cada momento. Y también a conectar con otras cosas que el tiempo invertido en las tecnologías no nos dejaba, como museos, libros, arte o amigos.
En esta línea, desconectar de la teconología no solo nos ayudará a ser más creativos y ser más hábiles a la hora de encontrar soluciones, sino que mejorará nuestro rendimiento, ya que dispondremos de más tiempo.
Cómo practicar el ayuno digital
Al final, como casi todo en esta vida, lo bueno está en el equilibrio, y así lo indica la psicóloga: «Para poder llevar a cabo un ayuno digital es importante no empezar directamente con un número elevado de horas de manera muy drástica, es decir, pasar de 0 a 100». En lugar de ello, es preferible empezar con un objetivo pequeño, pero alcanzable y ampliable, por ejemplo, una hora al día. «Y debemos establecer cuándo va a ser esa hora y qué vamos a estar haciendo durante ese periodo de tiempo, ¿deporte, leer…?».
Es importante concretar una serie de puntos: ¿querremos tener todos los días un rato de desconexión o solo algunos?, ¿cuánto tiempo es el que, a priori, consideramos como el adecuado?, ¿en qué vamos a invertirlo?, ¿en alguna afición?, ¿a qué hora van a ser esas desconexiones? Y, si no puedo hacerlo, ¿tengo algún método de compensación? Como, por ejemplo, adelantar el ayuno, cambiarlo de día o permitir que ocasionalmente pueda ocurrir esto.
«Cuanto más claros y específicos seamos con nosotros mismos y con lo que queremos, más fácil nos lo vamos a poner. Y quizás lo más relevante es que el objetivo final sea concreto y alcanzable, que seamos realistas y no pidamos cosas que en el fondo sabemos que no podremos cumplir, pues eso nos acabará desmotivando y dejaremos de hacer el ayuno», explica Valderrábano.
Por este motivo, la psicóloga recomienda acercarse poco a poco al objetivo que nos hayamos marcado, asentando las bases. «No queramos correr, pues eso no nos ayudará». Entonces, una vez hayamos conseguido cumplir ese objetivo intermedio durante una semana, podremos ir sumando tiempo a la desconexión. «Y así, además de lograr todos los beneficios del ayuno, nos sentiremos a gusto y orgullosos de nosotros mismos por haberlo conseguido».