Aunque parezca que acostumbrar el paladar al sabor natural de los alimentos es algo sencillo, en realidad no lo es para todos. Hoy en día, debido al alto consumo de alimentos ultraporcesados y su contenido en edulcorantes, potenciadores de sabor, azúcares añadidos y grasas de mala calidad, para muchas personas es complicado acostumbrarse a la forma natural de los alimentos o a cocinados más ‘básicos’, pues lo encuentran insípido a causa de tener el paladar ‘adulterado’.
La nutricionista Patricia Ortega recomienda hacer este proceso de forma progresiva, lo que dependerá sobre todo del patrón alimentario del que partamos: «Si venimos de una alimentación donde el consumo de ultraprocesados es bastante frecuente y prácticamente no se ingieren materias primas o alimentos naturales, el objetivo principalmente será mejorar la calidad alimentaria a través de aquellas materias primas con las que a nivel de gusto y practicidad, el paciente se sienta más cómodo para hacer esa transición».
¿Lo sabías?
«El azúcar es el mayor enemigo del sistema inmune»
«En consulta me encuentro muchas veces situaciones en las que el paciente me dice que no le gustan ciertos alimentos porque le parecen sosos y, cuando revisamos el patrón alimentario, observo que el consumo de alimentos que pueden estar adulterando su paladar es bastante alto», manifiesta Ortega.
Cuando esto con el tiempo mejora y la nutricionista les plantea la posibilidad de introducir en su dieta esos mismos alimentos que antes les parecían sosos, se dan cuenta de que el sabor que ellos recordaban es muy diferente al actual.
Si solemos abusar del azúcar, por ejemplo, la nutricionista Fátima Japón no aconseja cambiarlo por edulcorantes, pues lo que queremos es que nuestro paladar se acostumbre al sabor real de los alimentos. «En esta línea, si quitamos el azúcar pero añadimos edulcorantes, nuestro paladar seguirá con el umbral del dulce elevado».
¿Es realmente necesario consumir azúcar para tener energía?
La dietista-nutricionista Mireia Cabrera Cárdenas comenta que los carbohidratos son las moléculas que por excelencia nos aportan más energía. La bollería es una fuente de carbohidratos, pero la fruta entera y los cereales integrales como pueden ser la avena o el pan integral también lo son, «siendo una opción mucho más saludable». Además, no hay que olvidarse de que nuestro organismo no vive únicamente gracias a los carbohidratos, las grasas saludables también son una fuente excelente de energía. Algunos ejemplos son los frutos secos naturales, el aceite de oliva virgen extra o el aguacate.
Según datos de la BEDCA, Base de Datos Española de Composición de Alimentos, algunos de los alimentos saludables con más energía son los siguientes: aceite de oliva virgen extra (888 kcal), avellanas (656 kcal), pipas de calabaza (603), nuez (595 kcal), pistacho (594 de energía total), anacardo crudo (577 kcal), avena cruda (401 kcal) o aguacate (570 de energía total).
Ortega reduciría poco a poco esa cantidad de azúcar añadido hasta que su consumo fuera de cero. «Por ejemplo, si un paciente se toma un sobre de azúcar en el café, se podría empezar reduciendo a ½ sobre, luego ¼ y así hasta que ese azúcar en el café sea cero», señala. Y ambas nutricionistas coinciden: cambiar el azúcar por la canela cuando se tomen alimentos como el café o el yogur natural reducirá ese sabor amargo.
¿Qué hacemos con la sal?
«Lo primero es priorizar la sal yodada. Pero como en el caso del azúcar, un exceso, ya no solamente puede ser un factor de riesgo a tener en cuenta en la prevención de algunas patologías, sino también en la percepción ‘natural’ y real de los sabores», explica Ortega.
Por tanto, si detectamos que fácilmente cualquier tipo de comida nos resulta sosa y necesitamos que el salero esté siempre en la mesa para añadirle más de la utilizada en la propia receta, puede que esa sea una señal de que estemos realizando un consumo excesivo de sal.
Japón indica que podemos disminuir el uso de sal utilizando diferentes especias: «Así cuando hagamos filetes a la plancha o pescados al horno, podemos añadir perejil, romero u orégano, entre otros, para evitar el consumo de sal y a su vez darle sabor a nuestras comidas».