¿Comerías insectos? Ideas y propuestas que no dan asco y son nutritivas

Comer insectos, o entomofagia, como también se conoce, era una práctica común en el pasado y todavía hoy se mantiene en países como China, Tailandia, Japón, Colombia, México, Perú, Brasil y algunas zonas de África.

Aunque en el resto del mundo no se sigue esta práctica, desde 2013, ante el rápido agotamiento de los recursos naturales, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha promovido aumentar el comercio, el consumo y la aceptación de insectos.

Varios estudios han probado sus efectos para la salud en animales y humanos. Es más, la Unión Europea ha aprobado este mismo enero la comercialización de l
arvas del escarabajo del estiércol y polvo parcialmente desgrasado de grillo doméstico.

Aunque en Europa todavía no es común el consumo de estos alimentos, la capacidad de producir esta fuente de proteínas a bajo coste y de forma menos contaminante a otras alternativas está promoviendo que poco a poco se desarrolle una industria basada en esta novedad.

Desde la Universitat Oberta de Catalunya señalan algunos estudios en humanos y en animales que han demostrado los beneficios que acarrea el consumo de insectos comestibles. «Son ricos en ácidos grasos insaturados, especialmente en ácidos grasos poliinsaturados, y esto puede tener beneficios en la alimentación».

Beneficios (estudios en humanos)
Mejoran la salud intestinal
Reducen la inflamación sistémica
Aumentan significativamente las concentraciones sanguíneas de aminoácidos

Beneficios (estudios en animales)
Positivos en el control del peso
Reducción de los niveles de glucosa en sangre y de colesterol
Aumento en la diversidad de la microbiota

Pero, ¿cómo podemos comerlos para que no nos causen rechazo?

Un estudio de la UOC, del grupo de investigación FoodLab, publicado por Marta Ros, Anna Bach y Alicia Aguilar en el ‘International Journal of Environmental Research and Public Health’, ha identificado los parámetros que pueden contribuir a mejorar la aceptación del consumo de insectos.

Anna Bach recomienda el polvo o la pasta como las mejores opciones de consumo de insectos, por su seguridad y aspecto. «La EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) ha dictaminado las cantidades para la comercialización de las formas congelada, en pasta, disecada y en polvo de las larvas de escarabajo del estiércol (Alphitobius diaperinus), gusano de la harina (Tenebrio molitor) grillo común (Acheta domesticus) y langosta migratoria (Locusta migratoria) como nuevo alimento, liberando así de cualquier riesgo para la alimentación humana y aportando tranquilidad al consumidor».

La mayoría de las personas nunca han comido insectos
El estudio realizado por la UOC muestra que una inmensa mayoría de los encuestados, el 86%, nunca ha comido insectos, y solo un 13% los ha probado. La principal razón que aducen para no consumirlos es el asco (38%), seguida por la carencia de hábito (15%), las dudas sobre su seguridad (9%) o razones culturales (6%).

La reticencia a comer insectos también se pone de manifiesto cuando a los encuestados se les plantea si estarían dispuestos a incluirlos en su dieta habitual. Solo un 16% responde que sí, mientras que un 82% asegura que no lo haría.

La mayor parte de los encuestados indican que la manera en la que puedan ser preparados los insectos para ser consumidos es importante. En este sentido, un 70% manifiesta que una preparación en la que la forma natural del insecto no se pueda ver, haría que su consumo fuera más agradable. De manera muy mayoritaria, opinan que el formato de harina sería el más interesante (23%), seguido por el de galletas (6%) o barritas (5,8%).

Las autoras del estudio destacan que los hombres se muestran más abiertos a consumir insectos que las mujeres, y también se ha puesto de relieve que el grupo de edad más receptivo a probarlos es el de 40 a 59 años.

¿Riesgos?
Bach subraya que las cuatro especies autorizadas por la EFSA, «no son perjudiciales desde el punto de vista nutricional y no existen problemas de seguridad alimentaria», descartados aquellos relacionados con la estabilidad del mismo siempre que este cumpla con unos límites específicos. «La EFSA advirtió, no obstante, que el consumo del gusano de la harina puede provocar reacciones alérgicas en personas alérgicas a los crustáceos».

En el caso de los consumidores, es recomendable evitar que el producto sufra cambios drásticos de la temperatura, ya que es el motivo de cuatro de cada diez intoxicaciones alimentarias.

Una alternativa ante la superpoblación
El aumento considerable de población en el mundo que se prevé hacia el 2050 debido a la mejora de las condiciones de vida en la mayoría de los países obliga a buscar alternativas en cuanto al abastecimiento de proteína. El incremento del coste de la producción de proteína animal y la creciente presión ambiental en la agricultura y la ganadería nos abocan a encontrar otras opciones productivas y técnicas innovadoras para la obtención de alimentos que tengan en cuenta la dimensión nutricional, ambiental y sociocultural de la sostenibilidad alimentaria. 

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