Cuando un psicólogo pregunta al paciente en su consulta: «¿Te conoces bien?» la respuesta suele ser un ‘no’, más o menos rotundo, que resulta frustrante, según asegura la psicóloga Laura Moratalla, para aquellos profesionales que son conscientes de la implicación de esta respuesta. La cuestión es que la falta de autoconocimiento se da en parte, porque, según afirma la experta, nos hemos ocupado más de cumplir con las expectativas que el entorno tiene de nosotros que de nosotros mismos y por el otro, porque hemos evitado hacernos ciertas preguntas que abordan cuestiones sensibles sobre nuestra forma de actuar, de pensar, de sentir, de comunicarnos y, en definitiva, sobre nuestra forma de vivir. Sin embargo, tal como propone Moratalla, muchas de las cuestiones que nos incomodan pueden resultar de gran ayuda para conocernos mejor, ya que se trata de preguntas que acompañan en esa introspección tan necesaria para llegar al autoconocimiento.
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Para la psicóloga es importante que cada persona sea consciente de que, a pesar de que las respuestas a esas preguntas le puedan incomodar, en realidad será mucho más incómodo si no se permite tener su propio lugar en la vida ni vivir de una manera plenamente consciente. Resulta, por tanto, saludable y beneficioso para la salud ser consciente de los puntos que dejamos a la sombra como los temores, las inseguridades, las creencias limitantes, las distorsiones cognitivas o aquellos hábitos de comportamiento que en realidad sabemos que no nos definen.
Así, la experta invita a iniciar una introspección a través de estas siete preguntas incómodas. Si bien matiza que, a la hora de planteárselas interiormente no se trata de responder de manera rápida, sino de llevar a cabo una profunda reflexión sobre ellas.
1. ¿Cuánto tiempo dedicas a tu interior en comparación con el que dedicas a tu exterior? Aunque es cierto que parece haber una evolución, aún nos desenvolvemos en una sociedad que se focaliza más en el exterior. La imagen personal se premia más que manifestar que se tiene un interior trabajado. De hecho, a muchas personas les resulta incómodo, por ejemplo, que alguien piense en sí mismo, que ponga límites, que comunique su alegría ante un logro o que aporte una opinión contraria a la suya.
«Resulta fácil contagiarse de esta superficialidad, ya que es lo que primero ven los demás de nosotros mismos y, al ser sociales por naturaleza, eso nos hace sentir que somos parte del grupo. Se trata de una necesidad totalmente lícita pero siempre y cuando no conlleve una desconexión con nosotros mismos», aclara Moratalla.
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2. ¿Qué estás dejando de hacer por miedo? Los miedos nos suelen dar datos de aquellas cuestiones que son importantes para nosotros, pero, en demasiadas ocasiones, funcionan como bloqueo más que como dato que debamos tener en cuenta para impulsarnos hacia aquellos objetivos que nos permitan vivir de manera consciente.
«Cierto es que hay miedos que son fruto de un mecanismo de defensa y, por lo tanto, son adaptativos. Aunque en este caso nos referimos al miedo que sentimos ante algo que sabemos que deseamos y que, por temor a que no salga bien, a ser juzgados, a no poder volver al punto anterior, o a tantas otras cosas… evitamos», argumenta.
3. ¿Cuando vas a abandonar la necesidad de aprobación externa y vas a valorar tu propia opinión y deseos? Vivir bajo una necesidad de aprobación externa no permite valorar nuestro propio criterio, no da lugar a poder escuchar que es lo que aprobamos o desaprobamos de nuestra conducta o cuales son nuestros pensamientos, sentimientos o emociones, ya que el foco está en otras personas y no, como sería saludable, en nosotros mismos.
«Resulta fundamental detenerse para valorar si lo que estamos haciendo concuerda con nuestros propios valores», aconseja.
4. ¿Cuánto tiempo necesitas para comprender que las cosas no van a volver a ser como eran? Esto de esperar a que las cosas sean como lo eran antes resulta muy limitante, además de que se trata de una cuestión errónea en la mayoría de las ocasiones. Sea lo que sea lo que deseemos que sea como antes, en realidad no lo será. En primer lugar por los cambios que se hayan producido de manera natural por el paso del tiempo y en segundo lugar por el daño y/o aprendizaje que haya supuesto lo que sucediera en aquel momento. Por lo tanto, podrá ser mejor o peor, pero difícilmente será como antes.
5. ¿Sigue siendo amor o se ha convertido en comodidad? Con respecto a las relaciones sentimentales también es importante hacerse preguntas. Quizá sea doloroso, pero, al igual que sucede con el resto de cuestiones, hacerse preguntas ayuda a encaminar nuestras decisiones, ya sea para trabajar en la relación, llegando a ciertos acuerdos que fomenten el bienestar en la misma, o para dejar a esa persona de la que no estamos enamorados.
«Cuando hablamos de relaciones es fundamental ser conscientes de que debemos compartir con asertividad las respuestas ante las preguntas que nos hagamos, ya que también la pareja se verá afectada por ellas», propone Moratalla.
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6. ¿Por qué haces daño a las personas que quieres? «No es extraño, aunque si triste, desde mi punto de vista, que nos comportemos mejor con personas que no son relevantes en nuestra vida que con aquellas personas que realmente nos importan», declara la psicóloga.
7. ¿Crees que hay algo de tu pasado que aún no está resuelto? Una parte importantísima de nuestro desarrollo son nuestras experiencias. Cuando estás son dolorosas o traumáticas, a veces dejan un poso emocional que nos puede bloquear en uno o varios ámbitos de nuestra vida.
«Si esto sucede, es fundamental trabajarlo en terapia para poder vivir de manera consciente, extrayendo el aprendizaje de esas experiencias y/o gestionando de manera saludable aquellas áreas que veamos afectadas», recomienda.
Con estas siete preguntas incómodas la psicóloga invita a realizar la introspección que permita llevar a cabo acciones encaminadas a construir una vida que concuerde con los deseos de cada persona. «Puede resultar incómodo, pero se trata de vivir el momento mientras trabajamos a largo plazo», aconseja la psicóloga, quien además explica que si no lo hacemos de esta manera, nos estaremos habituando a actuar únicamente pensando a corto plazo, en el beneficio inmediato y con formas de actuar que implican, a menudo, un desencuentro con nosotros mismos.