El hígado es uno de los órganos más importantes que tenemos. Dentro de él se desintoxican las sustancias inflamatorias que se almacenan en nuestro cuerpo. Sin embargo, hay una enfermedad cuya consecuencia es que este órgano trabaje menos o peor, provocando que no pueda hacer bien sus funciones. Esta se llama hígado graso. ¿Has escuchado hablar antes de ella?
Yordanka D. Andonova (@cuidarse_es_vida), dietista integrativa y psiconeuroinmunóloga, indica que existen dos tipos de hígado graso: el alcohólico, característico en aquellas personas que beben mucho alcohol e, incluso, «pueden tener la típica barriga cervecera»; y el hígado graso no alcohólico, que se desarrolla por determinados hábitos de vida.
«El hígado es un gran reservorio de glucógeno, es decir, de glucosa que se almacena en este órgano. En él hay unas celdas llamadas hepatocitos, las cuales se van llenando de glucosa para darnos la energía que necesitamos en el día a día. El problema es que hay personas que comen muchos azúcares e hidratos de carbono simples o tienen exceso de peso. Esto hace que los hepatocitos se llenen de glucógeno y este se transforme en grasa. Aquí empieza el problema», explica Andonova.
¿Cómo puedo saber que tengo hígado graso?
La experta asegura que es complicado conocer si se tiene hígado graso con tan solo detectar algún síntoma en nuestro cuerpo. «Una analítica que muestre colesterol alto o transaminasas elevadas, que son unas enzimas del hígado, entre otros parámetros, pueden ser algunas de las señales. Pero el diagnóstico lo veríamos realmente con una ecografía, pues ahí saldrían los hepatofitos llenos de grasa».
Para combatir esta enfermedad, lo más importante es perder peso de forma saludable, que parece fácil, pero no lo es. «Y cuanta menos grasa corporal tengamos, menos probabilidad de padecerlo», señala la experta.
Otro punto relevante es el ejercicio físico, tanto cardiovascular como de fuerza, pues este hace que se vacíen las reservas de glucógeno y grasa de nuestro cuerpo.
En cuanto a la alimentación, aquellos vegetables que tienen un sabor un poco amargo ayudan a desintoxicar el hígado. «Serían por ejemplo la rúcula, la escarola o la berenjena», comparte Andonova. Además, plantas como la ortiga, el tomillo o la alcachofera tienen un efecto protector y en infusión ayudan bastante.
Por el contrario, los alimentos que tendríamos que reducir en nuestra dieta serían los azúcares, edulcorantes y carbohidratos simples, como el pan blanco, la pasta, pizzas, respostería o ultraprocesados. «También habría que evitar las grasas trans e inflamatorias, como los fritos, aceite de girasol, margarinas o aceite de palma», añade la experta.
Además de estos alimentos, la fructosa tampoco es aconsejable cuando se padece de hígado graso. «No es tanto la fruta en sí, como la fructosa que encontramos en mermeladas, algunos yogures azucarados, zumos…». En esta línea tendríamos que priorizar los smoothies o la fruta a bocados, intentando acompañarla de algo más cuando se toman fuera de la comida, pues hay que rebajarles el índice glucémico. «Se puede acompañar de unos pocos frutos secos, un poco de yogur o alguna loncha de queso», declara Andonova.