Los trastornos de personalidad son «etiquetas diagnósticas» (el manual diagnóstico de los trastornos mentales recoge todos estos trastornos previamente validación científica con estándares de alta calidad y análisis de resultados en diferentes países) que engloban patrones de comportamiento poco funcionales para la vida diaria generando en ciertas ocasiones y ciertos contextos interferencia, por ejemplo, en lo laboral, la relación de pareja, las relaciones sociales, y favoreciendo el aislamiento social o la evitación experiencial del malestar, entre otras cosas.
Tal como señala Jaime Flores, psicólogo de Mundopsicologos.com, dentro de los trastornos de personalidad, encontramos el trastorno evitativo, antisocial, histriónico, límite, narcisista, obsesivo-compulsivo, esquizoide, paranoica, esquizotípica y dependiente. Todos estos comparten rasgos (como la rumiación excesiva y el déficit en gestión emocional), pero por separado tienen su identidad única que los diferencia claramente de los demás. «Las personas que han sido diagnosticada con alguno de estos trastornos suelen sentirse juzgadas, excluidas e infravaloradas, fomentando el aislamiento social», dice.
¿Has oído alguna vez decir a alguien «qué poca personalidad tiene»? Quizá incluso ha salido de tu boca… Pues bien, esta expresión se utiliza para enfatizar conductas negativas o «en déficit» por no cumplir el estándar. Por ejemplo, en cierto contexto, si un hombre llora puede ser percibido como algo deficitario porque los hombres «deben» ser fuertes según la sociedad. En otro contexto, una mujer puede «ser vaga» por no limpiar la casa porque las mujeres «deben» por tradición ser las que limpien la casa.
Hablar de falta de personalidad supone un etiquetaje de las conductas de las personas como algo deficitario o inferior a la media. Este etiquetaje se realiza en base a las expectativas, creencias y estándares de la sociedad y la transmisión de creencias intergeneracionales de adultos a jóvenes sobre «cómo tienen que y deben ser las cosas». Y ocurre que, en bastantes ocasiones, la historia de aprendizaje (tu relación con tu familia, con tus amistades, tus logros y tus tropiezos, etc) influye en las herramientas que tienes para gestionar ciertas situaciones y funcionar en esas contingencias. Es decir, te dicen cómo tienes que ser y luego tú eres el culpable de «ser como eres».
Así, sin más, tener falta de personalidad, definido por Jaime Flores, es una etiqueta verbal que se utiliza para «englobar un conjunto de características de comportamiento que tienen que ver con «ser menos» que alguien o algo de referencia.
Según el experto, una persona tímida, vaga, inútil, torpe, tonta, mala, sumisa, que cede fácil, sensible, que llora por cualquier cosa… son algunas características que se podrían asociar a esa «falta de personalidad». «El ejemplo perfecto es el de ‘los jóvenes de hoy día se quejan por todo y son unos vagos’. ¿Los jóvenes se quejan por todo o son más responsables con el medio ambiente, más inconformistas con actitudes machistas, etc.?».
«A pesar de cómo te han dicho que tienes que ser, siempre hay margen para cambiar eso hacia algo importante para ti, es decir, hacia lo que te importa a ti y no la imposición hacia ti de lo que le importa a los demás», concluye.