Una vida sin problemas ni preocupaciones a veces no es suficiente para ser feliz. De hecho, parece que cuando mejor estamos nos creamos conflictos para estresarnos y no dejarnos disfrutar del momento. Y lo probamos todo: nos apuntamos al gimnasio, hacemos yoga, nos alimentamos de forma saludable… pero nada es suficiente. ¿Por qué? Porque no has identificado lo que está fallando y no te has puesto a trabajar en ello.
Por este motivo, la psicóloga Elsa García León comparte en su libro ’10 tareas para construir una vida feliz’ (Editorial Seleer) una serie de ejercicios prácticos que, si los trabajas y los incorporas en tu día a día, harán que afrontes las circunstancias cotidianas de manera optimista y te amargues lo menos posible.
Y es que el hacer tareas es una manera de automatizar comportamientos y de aprender con la propia experiencia. Por ejemplo, no valdría con saber que uno tiene que ser más agradecido, o criticarse por ello, sino que habría que practicarlo.
A continuación, García León comparte algunos ejemplos con los que empezar a trabajar:
1. Reconoce lo que ya está bien en tu vida
Algo importante es poder darnos cuenta de lo que ya funciona en nuestra vida, de aquello que no necesita ningún cambio o arreglo. En esta línea, la tarea consistiría en aprender a valorarlo, apreciarlo y tenerlo más presente. En definitiva, se trata de trabajar el sentimiento de agradecimiento. «Solo tenemos que esforzarnos en apreciarlo y disfrutarlo», apunta García León.
Para trabajar en ello y mejorar nuestra capacidad de agradecer, hay muchas prácticas provenientes de diferentes religiones y filosofías que se han ido transmitiendo de generación en generación. «Agradecer los alimentos o toda la cadena de personas y servicios que han hecho posible que yo reciba algo determinado, sería un ejemplo», indica la psicóloga.
2. Acaba con el autosabotaje
Todos tenemos saboteadores internos que vienen de mensajes externos que hemos ido incorporando: ideas de que no somos capaces de llevar algo a cabo porque en un momento determinado no fuimos capaces de afrontarlo, o porque alguien nos ha dicho frases como «quítate que tú no sabes» o «las cosas se hacen así». Todas estas voces las incorporamos en nuestra cabeza y se convierte en una lucha interna.
García León propone reconocer esas voces, su valor y, en lugar de tratar de eliminarlas o sacarlas de la mente, construir otras alternativas que cada vez tengan más presencia. «Suelen ser voces protectoras que están ahí para ayudarnos, darnos más fuerza o escondernos de la vergüenza de hacerlo mal», explica la psicóloga.
Estas voces nuevas que creemos deben recordarnos que no siempre lo hemos hecho mal, que también hubo momentos en los que pudimos afrontar situaciones con éxito, y que no importa lo que piensen otras personas de nosotros. «Hago un juego de creación de personajes, como en una serie o película de Netflix, donde encarnas en personajes estas voces y las hacemos participar dentro de nuestra cabeza. De tal manera que la parte boicoteadora no sea siempre la protagonista, sino que haya otros personajes que estén interactuando también en las escenas cotidianas de nuestra vida».
3. Practica la mente del pincipiante
La mente del principiante es una cualidad que tenemos todos, pero que a veces resulta difícil de enfocar. «Con ella se siente curiosidad, capacidad para sorprenderse, no se da nada por sentado y se sabe que todavía hay mucho que aprender», manifiesta la autora. Al final es una manera distinta de observar la realidad.
Un ejemplo de ello es la forma en que se gestionaría el estar en la cola del súper con mucha prisa. En ese momento nos inunda la impaciencia, pero es algo que no podemos resolver. Entonces, si nos enfocamos en este sentimiento, tratamos de identificarlo en el cuerpo con las señales que nos muestra (mover la pierna repetidamente, mirar el reloj una y otra vez…), paradójicamente podremos aliviarlo.
Cómo activar la mente de principiante
Esta es una de las propuestas que Elsa García León hace en su libro:
1. Busca un lugar seguro y aislado de distracciones. Cuando lo tengas, adopta una postura cómoda, pero no excesivamente relajada.
2. Focalízate en tu respiración.
3. Deja vagar libremente tu mente observando lo que hace, sin enredarte en nada concreto para desarrollarlo, sino solo viendo donde se posa tu atención espontáneamente.
4. Focalízate luego en los sonidos exclusivamente, de los más cercanos a los más lejanos.
5. Vuelve a relajar la mente dejándola vagar a su antojo, pero sin perderle la pista.
6. Haz foco en las sensaciones de tu cuerpo.
7. Intenta estar con todo al mismo tiempo: sensaciones, sonidos, respiración, pensamientos, emociones… Incluye también el sentido de la vista. Pasa un tiempo con todo lo que ocurre, toda la experiencia de estar despierto observando.
8. Recupera poner el foco en tu respiración para salir del ejercicio y seguir con tu vida, pero antes mira cómo te sientes, cómo te ha sentado el ejercicio.
Anotación de la psicóloga: «No te preocupes de mantener el orden que te doy, es solo una propuesta. La idea es que aprendas a hacer foco sucesivamente en algunos sentidos y en la respiración. Lo mismo da si empiezas por los sonidos o por las sensaciones del cuerpo. Si cerrar los ojos te ayuda a concentrarte, estar con lo que ves solo debería formar parte del principio del ejercicio y del final para no hacerlo excesivamente complejo».
4. Aprende a gestionar la soledad
Lo primero que habrá que plantearse es si le estamos dando una importancia a la soledad que en realidad no tiene. «Podemos encontrar un lugar dentro de nosotros mismos en el que valorar esto de forma más sosegada», señala la psicóloga. No obstante, debemos reconocer que necesitamos estar en contacto con otras personas, por lo que es normal que lo echemos en falta si no lo tenemos.
García León comparte distintas formas de compensar esta soledad o nutrir las relaciones personales: aplicaciones donde compartir aficiones con otros, hacer voluntariados… «cualquier actividad que nos conecte con otras personas».
Eso sí, es fundamental saber si la soledad que nos acompaña es circunstancial, porque nos hemos ido de nuestra ciudad natal y todavía no conocemos a nadie, por ejemplo, o si es algo que hemos sentido a lo largo de la vida por el hecho de que tenemos cierta dificultad en tratar con los demás. «Si identificamos esto, tenemos que tomar consciencia de que hay algo más profundo que necesita nuestra atención y la ayuda de un profesional, pues habría que resolver las carencias del apego», manifiesta la autora, que además añade: «En este sentido, no tendríamos que obcecarnos en hacer amigos a toda costa, pues supondrá un coste emocional muy alto, y no habremos resuelto lo que realmente hay debajo».