Solo existe una primera vez para todo. Y eso convierte esa primera vez en algo muy especial. En una primera vez se juntan lo nuevo, la ilusión, la curiosidad, la expectación, la incertidumbre, a veces también la intriga, la ansiedad o el miedo… y por ello ponemos todos los sentidos.
Habrá segundas, terceras y ene veces para muchas experiencias. Pero no suelen parecernos tan excitantes y emocionantes como la primera. El proceso de habituación termina por convertir experiencias maravillosas en experiencias normales y cotidianas. Al normalizarlas dejamos de prestarles atención plena, de poner el foco en el presente, en lo que está pasando. Y con ello pierden alma, intensidad y emoción. No nos engañemos, no podemos vivirlas como ‘la primera experiencia’ cada vez que las vivimos, igual sería emocionalmente agotador, pero sí podríamos lograr que fueran más intensa y más profundas de lo que son. Y para que nos dejaran más huella.
Igual preparaste una cena preciosa la primera vez que tu pareja, ahora marido o mujer, fue a cenar a tu casa. Con una mesa bonita, música romántica, unas velas… y después de años, ni música, ni velas, ni bajo platos, ni cocinar con amor. O el primer día que practicaste una actividad que te apetecía mucho como senderismo, patinar, dibujar, cocinar… cuando luego llevas tiempo repitiendo esa misma afición y forma parte de tu rutina, dejas de atender esos detalles que valorabas al comienzo. Muchas personas se excusan en que ahora tienen otras prioridades, más responsabilidades… pero lo cierto es que dejamos de cuidar los detalles que hicieron tan especiales todas esas primeras veces. Y esto es válido para el trabajo, la pareja, el disfrute de tu afición o cualquier otra actividad.
Poner atención plena y cuidar los detalles no suele llevarnos mucho tiempo. Perdemos los detalles y la atención más por dejadez que por falta de tiempo. Si deseas aumentar el nivel de disfrute con lo que hagas, sobre todo ahora que empieza el mes de los nuevos propósitos, te propongo estos consejos.
Patri Psicóloga
1. Haz una sola cosa a la vez
Nuestro cerebro no tiene la habilidad de hacer dos cosas o más a la vez. Nos han vendido esta milonga de que hacer varias cosas a la vez es eficacia. Y lo único que tiene de verdad es que es imposible. Nos estresa, nos bloquea y nos dificulta disfrutar de lo que hacemos. De una cosa en una cosa y tiro porque me toca.
2. Estate a lo que estás
Significa poner intención y atención en lo que haces. Puede que estés a una sola cosa, pero que no estés en esa actividad. Que estés fantaseando con escapadas, rumiando problemas, o simplemente, distraído. Si estás distraído, te pierdes. Te pierdes de dirección, te pierdes estudiando, te pierdes en una conversación. Te puede ayudar visualizar lo que lees, lo que oyes, escuchar con atención, tratar de empatizar con los sentimientos de la otra persona, incluso si es alguien de una serie. Métete de lleno en lo que estés haciendo. Mira, escucha, saborea, observa, toca, huele…
3. Recréate en detalles bonitos
A mí me encanta hablar en voz alta sola y recordarme lo bonita que es la puesta de sol que veo desde el coche conduciendo a mi casa. Si va alguien conmigo en el coche, también se lo digo. O hago comentarios como «escucha, escucha, qué romántica es esta canción». Sí, la puesta de sol es bonita, pero si no te dices a ti mismo lo bonita que es, igual la normalizas.
4. Verbaliza: aquí y ahora
Tener un mantra para recuperar la atención es una estrategia rápida y eficaz. No puedes prohibir a tu cerebro que sin darse cuenta salte de tarea en tarea, porque es un hábito natural. Lo que sí puedes hacer es tratar de devolverlo al lugar que estaba con esta sencilla instrucción ‘aquí y ahora’. No te sientas mal por distraerte. Te ocurre lo que le ocurre a todo el mundo. Nos pasa a todos porque distraernos es normal. Nuestros propios pensamientos irrumpen, hablan, pululan por nuestra mente. Hay que aprender a dejar estar, a desatender lo que en un momento determinado nos distrae de lo que hemos decidido que es importante.
5. Abandona a ratitos la tecnología
Nuestro cerebro se distrae continuamente con sus propios pensamientos, con un ruido, con una luz, con alguien llamándote. Y si además tienes a mano tu teléfono, la tele encendida o cualquier otro artilugio con sonidos y luces, la distracción está asegurada. Y cuando estás distraído no puedes estar disfrutando de tu momento. Mientras jugueteas con el teléfono, la mayoría de las veces con temas nada importantes, pierdes tu atención en la conversación, en tu trabajo, en la lectura, en la serie. Estás viviendo a medias. La otra vida a medias la usas para el teléfono. Cuando tratas de compaginar alguna actividad con la tecnología, le faltas el respeto a quien está contigo y dejas de respetar tu tiempo de trabajo o de disfrute, porque lo compartes con un mísero e insignificante teléfono. Ese, el teléfono, te genera dependencia emocional. ¡Pero si es un teléfono-patada! Por Dios, decide ningunearlo, dejarlo estar, apartarlo, apagarlo… cualquier cosa menos quitarte tu disfrute de esa experiencia que tiene que dejarte huella.
Si, igual no puedes poner ahora atención plena a todo. Es normal, necesita su entrenamiento. Pero sí puedes empezar por alguna actividad diaria. Empieza a convertir pequeños momentos en momentos especiales. En mi casa, por ejemplo, cenamos todas las noches, todas, con velas y música romántica. Estemos mi marido y yo solos o con los pollos.
Y recuerda que mereces una vida de detalles, una vida disfrutada. Feliz 2023 pleno, sereno y disfrutón.
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