Nuestra piel cuenta con cerca de millón y medio de receptores sensitivos y por eso se considera el órgano sensorial más grande del cuerpo humano. Podría decirse, por tanto, que gracias a esos sensores la totalidad de nuestro cuerpo tiene la capacidad para sentir placer y dolor. Pero, ¿responden igual a los estímulos todas las partes del cuerpo o existen diferencias? La respuesta a esta pregunta es (como a casi todas las preguntas): depende. ¿De qué depende? De la intención. Como explica Rosa Navarro, sexóloga de Diversual las llamadas zonas erógenas son partes del cuerpo que pueden aportar placer erótico cuando se estimulan con ese fin. Eso sí, al igual que sucede con otros aspectos de la sexualidad, estas áreas y el placer que se recibe al estimularlas no es igual para todos. «La respuesta sexual ante el contacto y estimulación de estas zonas puede tener una enorme variabilidad. Hay personas que tienen sus zonas erógenas muy acotadas a sus genitales, y otras para las que cada centímetro de su piel es erógeno», aclara.
Tipos de zonas erógenas
Los sexólogos diferencian entre zonas erógenas primarias y secundarias. Las primarias hacen referencia a los genitales externos y, como comenta Navarro, suelen conocerse como las zonas erógenas por excelencia. Esto es así, por un lado, porque es ahí donde concentran la mayoría de las terminaciones nerviosas tradicionalmente asociadas al placer sexual. Aunque, por otro lado, también suelen tener esa consideración, según argumenta la sexóloga, debido a la sexualidad tradicional imperante durante muchos años, enfocada en los genitales y en la penetración.
La zona erógena primaria de una mujer sería la vulva y, dentro de esta, habría que hacer una mención especial al clítoris: el único órgano humano que, según recuerda Navarro, está diseñado exclusivamente para el placer. Aunque sus 8.000 terminaciones nerviosas están detrás del disfrute sexual que aporta el clítoris, tampoco se pueden olvidar, tal como aconseja la experta de Diversual, otras zonas como los labios, el monte de Venus o la abertura vaginal.
Respecto al hombre, las zonas erógenas primarias se concentrarían en el pene y en los testículos. Sin embargo, también cabría destacar la función del perineo, un punto anatómico en el que confluyen muchas terminaciones nerviosas que pueden proporcionar placer si se les presta atención.
Si cuando hablamos de zonas primarias nos referimos a los genitales masculinos y femeninos, al hacer referencia a las zonas erógenas secundarias podría decirse que el resto del cuerpo es potencialmente una zona erógena. «Cualquier punto de nuestra piel y órganos externos tiene la capacidad de provocarnos un estado de alta excitación. Eso sí, esta potencialidad requiere una estimulación adaptada a cada persona. Lo que para unos puede ser muy placentero, para otra persona puede no serlo e incluso resultar desagradable», matiza la sexóloga.
El placer no tiene género
Aunque a menudo se hace una diferenciación entre las zonas erógenas características en hombres o en mujeres, la realidad es que hay más zonas comunes que diferentes. «La variabilidad entre unas personas y otras responde más a una cuestión de distintas formas de sentir y de interpretar e interiorizar la sexualidad que a su género», argumenta Navarro.
Lo que sí existe, según aclara la experta, es una mayor sensibilidad que varia entre hombres y mujeres, y eso puede hacer que haya una mayor predilección por la estimulación de unas zonas erógenas.
En el caso de la mujer se suelen sentir como placenteras partes del cuerpo como los labios, el cuello, los pechos y los pezones. En los hombres, en el top de zonas erógenas estarían los labios, la cara interna de los muslos y el cuello.
¿Te atreves a probarlo?
Cualquier parte del cuerpo es susceptible de ganarse un puesto en nuestro mapa del placer. Pero una zona que se suele pasar por alto es el ombligo. Hay personas que disfrutan mucho de su estimulación, sobre todo si se practican caricias suaves a su alrededor.
El cuero cabelludo es otro de los grandes olvidados cuando se piensa en estimularnos o en estimular a la pareja. Es una zona con muchas posibilidades y en la que se puede jugar a variar la intensidad de la presión que se puede ejercer con los dedos o incluso con algún masajeador.
Lo que parece claro es que el mapa erógeno es individual y en cada persona está conformado por una serie de puntos y zonas que para él o ella son placenteras. Aunque eso no quiere decir, según insiste la sexóloga, en que el resto de zonas no sean susceptibles de proporcionar placer. Cualquier parte del cuerpo puede convertirse en una fuente de excitación, pero al igual que sucede con cualquier preferencia sexual, no todos disfrutamos de la misma forma.
La experiencia puede cambiar
Cada persona es única pero también lo es cada pareja sexual. Por tanto, al igual que no existen dos personas iguales, cada nueva interacción sexual puede hacer que sintamos o que percibamos de forma distinta. «No solo se trata del tipo de estimulación que recibamos, nuestra experiencia también tiene que ver con cómo procesamos esas caricias o contactos», precisa Navarro.
Por eso la experta aconseja no dar por hecho que algo será placentero para nosotros porque lo sea para otras personas, ni tampoco debemos pensar lo contrario. «Podemos jugar a explorar, pero también podemos preguntar y en base a ello ir descubriendo los gustos de nuestro compañero o compañera», propone.
Exploradores del cuerpo
A la hora de explorar, la imaginación es el límite. Según revela la sexóloga, la autoexploración es el punto de partida para experimentar y la masturbación puede ser uno de los mejores aliados para conocerse. «Recorrer diferentes partes de nuestro cuerpo, deteniéndonos en las que más sensaciones nos provoquen puede ser un buen inicio», apunta.
Practicar un masaje es otra técnica efectiva, ya que permite explorar el cuerpo de tu pareja y conseguir así pistas sobre cuáles son las zonas que más placer y las que le provocan una mayor reacción.
En definitiva, intentar olvidar lo aprendido y deshacerse de prejuicios es la mejor premisa para descubrir nuevas zonas erógenas. Así, además de lanzarnos a tocar zonas poco exploradas, podemos introducir variaciones como el cambio de temperaturas, texturas e incluso incorporar vibraciones.
Una técnica muy sencilla es hacer un tour completo por el cuerpo. Acariciarse recorriendo el cuerpo de arriba abajo. Empezar por la cabeza, tocando el cuero cabelludo, las orejas, los párpados y a continuación ir descendiendo por el cuello de forma progresiva, hasta llegar a los pies… «Es importante tomarnos todo el tiempo que necesitemos y dejar un pequeño tiempo entre zona y zona, no pasar corriendo de una parte a otra. Lo ideal es hacerlo en un momento del día que sepamos que vamos a tener total disponibilidad de tiempo, en una situación cómoda en la que no vayamos a ser interrumpidos», recomienda la sexóloga.
Puede ser también interesante incorporar juguetes eróticos como vibradores o algún producto de cosmética erótica que ayude a jugar con sensaciones como el frío y el calor.
La exploración de las zonas erógenas es una potente herramienta que ayuda a ampliar el repertorio erótico individual o en pareja e incluso se usa en terapia sexual para disminuir la ansiedad y desviar el foco del rendimiento. También permite asumir la responsabilidad de nuestro propio placer, algo que resultará positivo para la salud sexual.