Y el Oscar es para…: el musical amado por el público y aborrecido por los críticos

El Oscar que ganó La novicia rebelde como mejor película de 1965 todavía se estudia como un caso testigo de la eterna polémica planteada entre la evaluación de la crítica y las preferencias del público. La creación de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II es uno de los grandes clásicos del musical de todos los tiempos, amado por varias generaciones y reestrenado innumerables veces en los escenarios teatrales más importantes del mundo. Pero hasta aquí ninguna de esas versiones, ni siquiera las más populares, logró alcanzar la estatura de la adaptación al cine que dirigió Robert Wise y tuvo como protagonista estelar a Julie Andrews.

Todavía hoy, recuperada primero por el DVD (con varias ediciones especiales llenas de detalles y curiosidades) y ahora por el streaming, La novicia rebelde mantiene vigente el interés del público, gracias a sus pegadizas canciones, al sentimentalismo que envuelve toda la peripecia de la familia Von Trapp, a la mirada optimista de su desenlace y, sobre todo, a la carismática presencia de su pareja central, integrada por Andrews y el siempre impecable Christopher Plummer.

Fue tan amplia, directa e inmediata la conexión entre la versión para el cine del musical y el público que después de un cuarto de siglo, luego de su estreno en marzo de 1965 por fin una película logró superar en las boleterías de los cines de Estados Unidos el indestructible récord de audiencia que hasta allí tenía Lo que el viento se llevó, estrenada en el lejano 1939.

Paralelamente a este éxito colosal en la taquilla, La novicia rebelde se encontró con furibundos cuestionamientos firmados por varios críticos de renombre. El caso de mayor resonancia lo protagonizó Pauline Kael, una de las grandes firmas de la crítica cinematográfica de toda la historia, cuya influencia (vigente hasta nuestros días) había alcanzado su cumbre en aquella década de 1960.

Kael publicaba sus críticas por entonces en el semanario McCall’s, una publicación dirigida al público femenino que se había fundado en 1873 y para el momento en que La novicia rebelde llegó a los cines contaba todavía con millones de lectores. Lo que escribió allí sobre la película fue lapidario. “Es una mentira endulzada que la gente quiere comer”, dijo entre otras cosas, lo que llevó directamente a McCall’s a despedirla.

Mientras Kael y otros críticos despotricaban contra la película, los cines que la exhibían no paraban de llenarse. De hecho, la historia de Hollywood reconoce que La novicia rebelde rescató de la quiebra a los estudios 20th Century Fox, hundidos por entonces en la catástrofe financiera que les había provocado un par de temporadas antes la monumental producción de Cleopatra.

Esa extraordinaria repercusión fue el primer indicio de todo lo lejos que podía llegar La novicia rebelde en la temporada de premios de 1965. Si hay algo que la industria de Hollywood entiende es el valor de los números que despiertan la atención, se mueven y sobre todo crecen al influjo de sus obras más convocantes. Hoy, el Oscar está mucho más cerca del cine independiente y de autor, más pequeño y sin pretensiones de convocatorias masivas.

Pero a la vez es el premio más importante de la industria y representa al mismo universo glamoroso y de grandes estrellas que atraviesan cada año a puro lujo la alfombra roja y aplauden en primera fila a los ganadores del premio. Lo que pasó con La novicia rebelde fue una nueva demostración de que el Oscar puede ser pasión de multitudes.

La película contaba con otro elemento a favor para el sueño de llevarse el premio mayor de la Academia. A lo largo de la década de 1960, la trayectoria del Oscar estuvo marcada en buena medida por el protagonismo de los musicales. Mi bella dama (My Fair Lady) se llevó el premio a la mejor película de 1964 en un reñido final con otra candidata muy fuerte del mismo cuño, nada menos que Mary Poppins. Pero la producción de Disney no se quedó con las manos vacías, porque la Academia consagró como mejor actriz a su gran estrella, que además hacía su debut en el cine. Tal como se planteaban las cosas, Julie Andrews podía confiar en su buena estrella para llevarse dos años consecutivos el mismo premio. Sobraban razones para que algo así ocurriera.

Pero ni la actriz ni su película podían imaginar un camino fácil hacia el premio más anhelado de Hollywood. En el camino de Andrews apareció una inglesa muy bonita, joven y desenfadada que no dejaba de crecer en la consideración de la crítica y del público. Era Julie Christie, la protagonista de Darling, de John Schlesinger, una película que funcionaba muy bien sobre todo como reflejo de época. Desde su mirada realista y rebelde, Darling surgió como antítesis perfecta de todo lo que proponía y transmitía La novicia rebelde. En palabras del crítico uruguayo Homero Alsina Thevenet, es “la historia de una modelo hermosa, extraída literalmente de la calle, sacudida por un mundo moderno que no comprende bien y paseada a través de varias experiencias amorosas y eróticas”.

La novicia rebelde, en tanto, se encontró frente a Doctor Zhivago, otra monumental producción de David Lean que a muchos les hizo pensar que podía recorrer en el Oscar un camino similar al de su película anterior, Lawrence de Arabia, consagrada como mejor película en 1962. Sin embargo, el momento más inesperado de toda la temporada de premios llegó con el anuncio de las nominaciones a los premios de los directores de Hollywood. Nadie imaginaba que justamente Lean iba a quedar ese año al margen de las candidaturas.

Las dos películas llegaron casi en igualdad de condiciones (y de posibilidades) a la noche del Oscar del 18 de abril de 1966, cada una con 10 nominaciones bajo el brazo. La novicia rebelde tenía candidaturas a mejor película, director (Robert Wise), actriz protagónica (Andrews), actriz de reparto (Peggy Wood), fotografía, dirección de arte, vestuario, sonido, edición y música original. Las de Doctor Zhivago correspondían a mejor película, director (Lean), actor de reparto (Tom Courtenay), guión adaptado, fotografía, vestuario, música original, edición y sonido. Todo muy parejo, inclusive mano a mano en varias categorías. El quinteto de nominadas a mejor película lo completaron ese año Darling, La nave del mal (Ship of Fools), de Stanley Kramer, y Mil payasos (A Thousand Clowns), de Fred Coe.

Mientras tanto, los medios de Hollywood más dispuestos al cotilleo y a los escándalos se encargaron de alimentar una falsa enemistad entre “las dos Julie”, Andrews y Christie, quienes respondieron con la mejor desmentida al llegar juntas y sonrientes al Santa Monica Civic Auditorium, sede de la fiesta del Oscar de ese año, el 18 de abril de 1966. Andrews ya había padecido un año atrás los mismos comentarios cuando le tocó competir con Audrey Hepburn (Mi bella dama) también por el premio a la mejor actriz protagónica.

Finalmente, La novicia rebelde se llevó cinco premios y Doctor Zhivago otros cinco. Pero el musical se impuso sobre su principal competidor al ganar como mejor película y mejor director. Andrews recibió este último premio en nombre de Wise, que estaba en Hong Kong filmando El cañonero del Yangtsé con Steve McQueen. Ese reconocimiento ajeno fue la única vez que llevó a Andrews al escenario esa noche, porque el Oscar a la mejor actriz finalmente se lo llevó su tocaya Christie por Darling, película que tuvo otras satisfacciones esa misma noche, como el premio al mejor guión original.

Pasó el tiempo sin que disminuyera en lo más mínimo la empatía entre La novicia rebelde y el público de viejas o nuevas generaciones. Por eso no extrañó que en 2015 la ceremonia televisada del Oscar incluyera un tributo al 50° aniversario del estreno de la película. Lady Gaga fue elegida para interpretar sobre el escenario una selección de canciones de la película. Estuvo presente Andrews y faltó sin aviso Plummer. “No fui por algunos problemas personales y porque no me parecía correcto quitarle el protagonismo a Julie. La película era toda de ella”, se excusó más tarde el actor.

Muchos recordaron en ese momento la opinión muy negativa que durante mucho tiempo Plummer mantuvo sobre La novicia rebelde. En una conversación entre actores organizada en 2011 por The Hollywood Reporter, había dicho que ningún papel de su larguísima carrera le provocó tantos disgustos como el capitán Von Trapp. “La película era horrible, sentimental y empalagosa. Tuve que trabajar muy duro para tratar de infundir solo un poco de humor en ella”, dijo. Con el tiempo trató de morigerar esas palabras, que lo acompañaron hasta su muerte, a los 91 años, en 2021. Finalmente, Pauline Kael tuvo su reivindicación.

La novicia rebelde está disponible está disponible en Disney+.

Doctor Zhivago está disponible en HBO Max y Qubit TV.

Darling está disponible en Qubit TV.

 

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