Y el Oscar es para… el actor que rechazó el premio con las palabras más duras jamás dirigidas contra la Academia de Hollywood

El 22 de febrero de 1971, cuando faltaba muy poco en Los Angeles para cerrar la ceremonia número 43 de la historia del Oscar, Goldie Hawn llevó toda su bulliciosa picardía al escenario para anunciar al ganador del premio al mejor actor. “¡No puedo esperar más!”, expresó ansiosa la actriz mientras trataba de abrir el sobre. ”¡Oh, mi Dios! ¡El ganador es George C. Scott!”, agregó cerrando los ojos y a punto de hacer chirriar su voz.

En el auditorio del Dorothy Chandler Pavillion, sede habitual de los premios de la Academia de Hollywood en ese tiempo, no hubo en primera instancia una reacción unánime. Varios invitados se quedaron inmóviles en sus asientos, muchos otros aplaudieron y alguno se puso de pie. Lo que sí hicieron casi todos es mover la cabeza hacia atrás y hacia los costados, tratando de adivinar quién subiría a recibir la estatuilla. Sabían que el premiado estaba muy lejos de allí.

La duda se había extendido por todas partes desde la mañana de aquel lunes de febrero, 52 años atrás, cuando Scott lanzó la declaración más agresiva contra la Academia de Hollywood jamás pronunciada por un candidato al Oscar en la historia del premio. “Estas ceremonias son como desfiles de carne de dos horas, una demostración pública hecha con suspenso artificial y fines de lucro”, dijo el actor, que calificó además a la competencia por el premio como “obscena, bárbara e intrínsecamente corrupta”.

Goldie Hawn entrega al productor de Patton, Frank McCarthy, el Oscar que la Academia le otorgó a George C. Scott y que el actor rechazó con duros términos (American Stock/)

La ganadora de ese año a la mejor película fue Patton, de Franklin J. Schaffner, y Scott se llevó el premio al mejor actor protagónico por su personificación de uno de los grandes héroes militares estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial, responsable en gran medida de los éxitos aliados durante varios momentos decisivos que torcieron el rumbo del conflicto en escenarios clave: el frente norafricano, el desembarco en Normandía, la batalla de las Ardenas.

Como Scott, Patton tenía una personalidad incómoda, difícil y conflictiva, difícil de manejar y llena de mordacidad. Murió inesperadamente en diciembre de 1945 por las lesiones sufridas en un accidente automovilístico todavía lleno de conjeturas abiertas. Sin alusiones a este hecho, a la historia personal de Patton o a la diatriba de Scott, el premio fue recibido con puntillosidad casi militar por Frank McCarthy, productor de la película, un hombre que llegó a general en el ejército estadounidense y llegó a ser asistente de su par George Marshall, otro gran jefe militar, en este caso responsable del monumental plan de reconstrucción europea ejecutado durante la posguerra.

“Creo que con este premio la Academia se distinguió a sí misma”, dijo McCarthy ahora sí en medio del aplauso generalizado del público, después de caminar hacia el escenario al compás del magnífico tema musical compuesto para la película por Jerry Goldsmith, todo un modelo de banda sonora al servicio de una película bélica. Mientras todo esto ocurría en Los Angeles, Scott se encontraba en su casa, ubicada en una zona rural del Estado de Nueva York, al otro lado de los Estados Unidos. Allí vivía junto con su esposa, la actriz Colleen Dewhurst, y sus hijos.

George C. Scott como el general Patton en la película que lleva el nombre de uno de los grandes protagonistas militares de la Segunda Guerra Mundial. Aquí, junto a Karl Malden

Al día siguiente, un remolino de cronistas aguardó a Scott en la puerta del Metropolitan Hospital de Nueva York, donde se filmaba la nueva película del actor que despreció el Oscar. Cuando lograron acercarse a él le preguntaron si al menos pudo seguir la ceremonia por televisión. La respuesta fue lacónica: “No. Me puse a ver un partido de hockey y después me fui a dormir”, dijo. Curiosamente, este nuevo trabajo protagónico de Scott para el cine, titulado Hospital (The Hospital) tenía como director a Arthur Hiller, una de las grandes rivales de Patton en la carrera por el Oscar y también nominada como mejor película.

Además de llevarse los premios a mejor película, mejor director y mejor actor protagónico, Patton le dio a Francis Ford Coppola su primer Oscar, en este caso como autor (junto a Edmund North) del mejor guion original del año. En un principio, Fox rechazó su primera versión cuando el protagonista iba a ser Burt Lancaster. Tres años después, casi por casualidad, Coppola descubrió en una máquina de edición algunas escenas que él había escrito y comprobó que Patton había iniciado una nueva vida ya sin Lancaster y con Scott a bordo. En total, Patton sumó siete Oscar para su rotundo e indiscutido triunfo. A los mencionados hay que agregar los premios a mejor edición, sonido y dirección de arte.

El mundo Hollywood ya imaginaba con lo que se encontraría desde el momento en que se puso en marcha la temporada de premios y no aparecía en el horizonte ninguna otra actuación capaz de hacerle sombra al extraordinario retrato fílmico de Patton construido por Scott. Se cuenta que el actor, famoso por su perfeccionismo, leyó 13 libros, recurrió a un tipo especial de dentadura para acercarse más al personaje y mantuvo hasta el final su propósito de encarnarlo como el propio Patton se veía a sí mismo, una suerte de reencarnación de un antiguo guerrero. “Patton creía que su espíritu ya estaba vivo en el momento en que Napoleón invadió Rusia. Por lo tanto, para el momento en que los nazis fueron forzados a retirarse del frente ruso, él sentía que ya había estado allí”, relató Coppola al sitio Deadline.

El primer reconocimiento a la actuación de Scott se produjo el 18 de enero de 1971, un mes antes de la entrega del Oscar, cuando la Asociación de Críticos de Cine de Nueva York anunció sus premios. A partir de ese momento, la racha ganadora del actor seguiría sin parar hasta el momento de la entrega del Oscar. Así ocurrió con los ganadores de los premios de la National Board of Review y la National Society of Film Critics y después con los Globo de Oro.

Pero el actor tenía otros planes. Primero envió a Dewhurst a recibir en su nombre el premio de los críticos de Nueva York en nombre suyo. Y al día siguiente, ante una consulta de Reuters, se enojó y dijo: “¡No tengo nada que ver con la Academia de Hollywood de aquí, ni ahora ni en adelante!”. Un poco más calmado, envió poco después un telegrama más amable a los organizadores del Oscar. “Aunque suene raro, simplemente no quiero estar envuelto en cualquier tema relacionado con el premio. Esto no quiere decir que esté ofendido con la Academia. De ninguna manera”, aclaró. También confirmó que en adelante no estaría presente en ninguna ceremonia relacionada con el Oscar y tampoco enviaría a un representante autorizado a recibir un eventual premio en su nombre.

Por esa razón todos los invitados a la fiesta del Globo de Oro de ese año se sorprendieron cuando se anunció a Scott como ganador a la mejor actuación protagónica para una película dramática y Jane Wyman subió rápidamente al escenario del Beverly Hilton para recibir su estatuilla. “No puedo esperar ni un minuto para escuchar su reacción”, dijo la veterana actriz, que más tarde reconocería que hizo ese gesto por las suyas, sin consultarlo con Scott ni antes ni después.

En ese momento, muchos recordaron que su pelea con los premios de Hollywood, particularmente con el Oscar, no había empezado ese año. Scott ya había recibido dos nominaciones previas por parte de la Academia de Hollywood como mejor actor de reparto. La primera, en 1959, por Anatomía de un asesinato, de Otto Preminger. Y la segunda, en 1961, por El audaz, de Robert Rossen. Perdió en los dos casos, y apenas se conoció esta última candidatura reclamó a la Academia que se eliminara su nombre de la lista. No quería formar parte, según sus palabras, de un “concurso de belleza librado dentro de un matadero”. Así definía la competencia por el Oscar.

Scott y el actor británico Jack Gwillim en una escena de Patton

El recorrido por los títulos y los nombres nominados ese año al Oscar deja a la vista el cuadro de una industria de Hollywood tironeada entre lo viejo y lo nuevo. Una larga crisis se avecinaba para los estudios tradicionales, enfrentados a problemas financieros y expuestos a cambios de cúpulas que no tardarían en producirse. Muy pronto, varios nombres tradicionales de Hollywood pasarían a ser controlados por firmas dedicadas a otros rubros y actividades económicas.

La lista de candidatos al Oscar reflejó entonces la tensión entre esa historia de la que quedaba muy poco y una nueva ola marcada por un espíritu mucho más independiente y de mayor audacia en el tratamiento de los temas y el uso de los géneros, expuestos a un proceso de deconstrucción y revisionismo. A la vez crecía la influencia del cine internacional, sobre todo europeo, mientras empezaba a afirmarse una nueva generación caracterizada por la cinefilia y una nueva observación de los clásicos.

El cine bélico, por ejemplo, encontró nuevas miradas y enfoques en la muy seria Patton y la satírica M. A. S. H., dos de las nominadas al Oscar como mejor película de 1970. El cuadro de candidatas se completó ese año con Mi vida es mi vida (Five Easy Pieces), muestra inequívoca del nuevo espíritu independiente de Hollywood; la lacrimógena Historia de amor (Love Story) y Aeropuerto (Airport), título inaugural de lo que luego se conocería como “cine catástrofe”.

Estos dos últimos títulos fueron los éxitos de taquilla más grandes de la temporada. El primero puso en boca de todos a sus protagonistas, Ali MacGraw y Ryan O’Neal, dueños a la vez de sendas nominaciones como actor y actriz protagónicos. El segundo, dirigido por un veterano de la época dorada dominada por los estudios, George Seaton, se apoyó en el atractivo de un tema que desde allí resultó irresistible y se convirtió en un género en sí mismo: el drama humano que se desata a partir de los peligros que enfrenta en pleno vuelo un avión con decenas o centenares de pasajeros a bordo.

Este modelo de películas iniciado con Aeropuerto impuso también con éxito la integración de elencos en los que conviven viejas glorias, actores experimentados y representantes de las nuevas generaciones. El Oscar reconoció a una de las intérpretes más ilustres del film, Helen Hayes, con el premio a la mejor actriz de reparto. Junto a ella aparecen otros nombres de gran trayectoria como Burt Lancaster, Dean Martin, Van Heflin, Lloyd Nolan y Maureen Stapleton, junto a las más jóvenes Karen Black, Jean Seberg, Jacqueline Bisset y George Kennedy, que trajinaría desde allí varias secuelas oficiales con el mismo personaje.

Glenda Jackson (Mujeres apasionadas) ganó como mejor actriz protagónica y John Mills (La hija de Ryan) como mejor actor de reparto en una ceremonia que como en los dos años previos no tuvo conductor o maestro de ceremonias. Y a propósito de figuras venerables, los cuatro Oscar honoríficos de ese año tuvieron destinatarios a esa altura: Lillian Gish, Orson Welles, Frank Sinatra e Ingmar Bergman.

Patton está disponible en Star+

 

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