Wim Wenders, cineasta itinerante –ha rodado en su Alemania natal y en Estados Unidos, España, Francia, Italia, Suiza, Brasil y Japón– y uno de los nombres que escribieron con letras de oro el potente nuevo cine alemán de los 70 –junto a Werner Herzog, Rainer Werner Fassbinder y Volker Schlöndorff, entre otros–, está en Barcelona como invitado del BCN Film Fest. Este jueves recibió el premio de honor del certamen, hoy viernes realiza un encuentro con estudiantes en la Blanquerna (18.00 horas), el sábado tendrá un coloquio posterior a la proyección de ‘Paris, Texas’ (cines Verdi, 20.00) y a lo largo del festival se proyectarán una decena más de películas restauradas por su propia fundación, entre ellas ‘Alicia en las ciudades’, ‘El amigo americano’, ‘El estado de las cosas’, ‘Cielo sobre Berlín’ y ‘Buenavista Social Club’.
Wenders tiene hoy 77 años y muchos siguen recordándole por ‘El amigo americano’, estrenada hace 46. Para el cineasta, “la edad es irrelevante, está sobrevalorada, lo único que cuenta es quién eres y lo que haces”. No ha parado de rodar desde que dirigiera sus primeros cortos en 1968. “Siempre he querido ser mayor de lo que era, pero al final dejé de pensar en ello”. El director de ‘En el curso del tiempo’ vive al día, con altibajos en su carrera, fiel a las ideas que le llevaron a convertirse en un referente entre la cinefilias europea de los años 70, la época de su consagración, cuando sus películas y las de Herzog –’Aguirre, la cólera de Dios’– y Fassbinder –’Las amargas lágrimas de Petra von Kant’– se convertían en la España de la Transición democrática en auténticos éxitos.
El presente y el futuro
La edad está sobrevalorada, pero el tiempo pasa. ¿Cómo encara Wenders el presente y el futuro? Echa un poco la vista atrás, al alba del siglo XXI: “Los atentados terroristas del 11/S cambiaron el mundo. El covid y el confinamiento también. Lo que más ha cambiado es el sentimiento de la búsqueda de la verdad y ha disminuido el concepto de lo que es el bien común, parece que para las nuevas generaciones ya no tiene importancia”. Su próximo proyecto reflexiona sobre estas ideas: “Será un filme sobre la idea de la paz. Sin verdad no hay paz, y sin paz no hay bien común”. Pero antes el director presentará en Cannes no una, sino dos películas. Y está contento porque “nadie saba nada de ellas”. Llegarán completamente vírgenes al público: ‘Anselm’, de la que solo sabemos que está rodada en 3D, y ‘Perfect days’, un drama filmado en Japón.
Wenders recordó a dos escritores con los que trabajó, Peter Handke y Sam Shepard. Sobre el novelista alemán –a quien produjo su primer filme como director, ‘La mujer zurda’– dijo que “evolucionó al mismo tiempo que evolucionaba yo, hemos colaborado en cinco ocasiones. No era fácil para mi escribir los guiones de mis filmes, pero nunca pensé en guionistas cuando necesité ayuda, sino en escritores”. Shepard era muy distinto. Wenders lo define como un verdadero aventurero itinerante y gran escritor. Hizo el guion de dos de sus películas y protagonizó una. “Fue uno de mis mejores amigos en los últimos 20 años. Tenía una personalidad explosiva. Era alto, delgado, muy inteligente, odiaba los aviones, viajaba solo en coche, le gustaba montar a caballo y desaparecía durante semanas para ir a los rodeos.
Evocó también el rodaje de su seminal ‘Paris, Texas’ en 1984. “Pensé enseguida en Nastassja Kinski para el papel de Jane. Siempre está bien tener a alguien en la cabeza cuando escribes un filme. La llamé por teléfono y le dije que empezará a practicar el acento tejano”, comenta con una sonrisa. Wenders la había dirigido en 1975 en su debut, ‘Falso movimiento’, y repetirían en 1993 en ‘¡Tan lejos, tan cerca!’. Kinski estaba muy nerviosa por lo del acento antes de comenzar el rodaje, “pero Harry Dean Stanton estaba aún más nervioso que ella. Estuvieron ensayando el texto de él durante días y así se olvidó del suyo y del acento”, recuerda el director.
Wenders se rebela optimista sobre el futuro del cine y de la sociedad: “Solo los optimistas pueden cambiar el mundo”.