Se graduó en el Colegio Nacional de Buenos Aires en 1981 y estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA); comenzó a trabajar como periodista en Ámbito Financiero; fue director del diario El Cronista y director editorial de Radio El Mundo; es columnista económico de Longobardi Por CNN en CNN Radio
“Me ha tocado comentar la tragedia económica argentina”, dice el periodista Guillermo ‘Willy’ Kohan, al relatar su trayectoria profesional y las motivaciones que lo llevaron a publicar Somos nosotros, su último libro (Sudamericana). Columnista en diarios, diarios y programas de TV, apunta contra los funcionarios que administraron el Estado en los últimos 40 años y plantea que la intervención estatal en la economía “se hizo sistemáticamente a favor de los más ricos y no a favor de los pobres”.
-¿Qué comprende esa tragedia económica?
-Como periodista especializado en economía fui testigo desde una platea preferencial de cuestiones como hiperinflaciones, default, devaluación, corridas, corralito y corralón. Me ha tocado ser testigo de un fracaso económico tremendo y los resultados están a la vista. Creo que tiene que ver con un modelo de estatismo económico, de intervención estatal en los mercados, de ahogar la libertad económica, de establecer regulaciones y cepos y, por cierto, de usar la inflación como mecanismo de financiamiento del déficit fiscal. Se insiste con niveles de déficit insostenibles en la Argentina. Incluso la nueva izquierda latinoamericana ha comprendido que hay que respetar las mismas leyes de gravedad económica, y eso, lamentablemente, en la Argentina no lo hemos mantenido.
Willy Kohan: “Nunca pasó que con una inflación arriba de 60% o 70% un gobierno gane: la inflación les hizo perder las elecciones a todos, a Cristina, a Macri y a Alfonsín”. (MAURO ALFIERI/)
-¿Lo plantea como una cuestión que cruza gobiernos de diferentes orientaciones?
-En el libro intento comentar todo lo que ha sido esta característica de la Argentina en términos del poder de los sindicatos, las corporaciones, los medios de comunicación, y con cuestiones políticas como la grieta. Hay un patrón en el comportamiento de los argentinos, que tiene que ver con ese ‘somos nosotros’ que se ha repetido a lo largo de diferentes experiencias que me tocaron vivir, y que, si uno hace investigación o ve referencias históricas, también se repite, y es que los gobiernos no se quieren ir. Ninguno se quiere ir. Y para mantenerse en el poder, sean los de facto o los que llegan por el voto popular, lo que hacen es hacer estallar el Estado.
-¿En qué sentido?
-Obviamente, en el sentido de repartir subsidios en forma totalmente irresponsable, gobernar con absoluta demagogia, regalar a costa del presupuesto público todo lo que sea posible. Eso termina siempre primero en endeudamiento; después, cuando eso se termina, en emisión monetaria, y todo eso explota en un proceso donde se producen gigantescas corridas para cambiar el papel pintado, antes en el oro del Banco Central y ahora en los dólares de las reservas. Siempre es lo mismo. Termina en brutales devaluaciones y tremendas transferencias de ingresos y explosiones de pobreza. Y eso se ha repetido a lo largo de la historia económica argentina, con otro ingrediente, que menciono en el libro y aparece también en la mayoría de los medios de comunicación, y es esta idea de que, si existe un Estado presente, eso garantiza equilibrio social, es decir que el Estado presente garantiza que se arbitra en favor de los más débiles y se contienen a los más ricos. Y no digo que eso no pueda ser cierto, pero sí estoy en condiciones de afirmar que en los últimos 40 años que me tocó ver la economía argentina, eso ha sido exactamente al revés y, cada vez que el Estado se metió, lo hizo sistemáticamente a favor de los más ricos y no a favor de los pobres.
-¿Por qué? ¿Cuáles son esas intervenciones?
-Vale para el cepo cambiario, por ejemplo. ¿Quién accede al dólar a $180? Los empresarios que pueden pagar deudas a $180, que pueden importar o comprar maquinaria. Los trabajadores tienen que comprar dólares a $350 si quieren viajar o salvarse de la inflación. ¿A quién benefician los subsidios de las tarifas? A lo largo de 20 años, el subsidio de las tarifas ha beneficiado a la clase alta y media alta, que ha estado pagando el gas cuatro veces menos de lo que las empleadas que trabajan en esas casas. Ni hablar de la estatización de las deudas privadas: en general, las deudas privadas en dólares terminan con el Estado interviniendo y haciéndose cargo de buena parte de esos compromisos. ¿O quién accede a los créditos subsidiados del Banco Nación o el Banade? Obviamente, los empresarios acomodados con el Estado. Porque el Estado está presente donde hay negocios. Está en YPF, Aerolíneas, pero no en educación, el mantenimiento de rutas, la justicia o los hospitales. Y, lógicamente, el Estado son los funcionarios que lo manejan, y esa lapicera gigante es lo que nos ha complicado a nivel económico. Y ni hablar los regímenes de promoción industrial y los beneficios impositivos. ¿Acaso se lo lleva la población con mejores precios o mejores productos? No. Se lo llevan los empresarios que se instalan en ese régimen. Vivimos en un Estado al revés, que les quita a los pobres con la inflación para repartir entre los acomodados.
“Somos Nosotros: Diccionario Argentino de Economía y Política” (Sudamericana), de Willy Kohan
-¿Por qué se da eso? ¿Es una cuestión entonces más política que económica?
-Creo que porque en la dirigencia y en sectores intelectuales argentinos prevalecen las ideas del estatismo. Fijate que, en general, los economistas que tienen vocación política y que quieren llegar a la política tienen que armar, de alguna manera, un discurso que les resulte útil a los políticos. Y hay toda una camada de economistas que sostiene que la emisión monetaria y el déficit fiscal no son causantes de la inflación, sino que la inflación responde a la puja distributiva o a un grupo de gente malvada que la genera, como a veces decía Cristina, o que la inflación es porque sube el dólar. Ese es un argumento que le sirve al economista para acomodarse y seguir ascendiendo en la política. Los economistas que dicen: ‘No, muchachos, no se puede pagar jubilaciones a los que nunca pagaron aportes, no se puede reventar el Estado con subsidios, no se puede tener una aerolínea que pierda US$700 millones por año’, son expulsados de la política. En alguna medida, la dirigencia política elige al médico que le dice que un poquito puede fumar. Eso ha pasado con gobiernos militares, radicales, peronistas, e incluso le pasó a Macri. ¿Qué fue el gradualismo? Fue un: ‘Bueno, vamos tratando de tirar, no sacudamos de entrada’, y eso tiene que ver con la cultura de un estatismo económico.
-¿Y cómo ve la situación hoy?
-Hemos generado un Estado gigantesco, que no se puede financiar. El Gobierno no reconoce tampoco la devaluación que ya está hecha, por el manejo tan equivocado de la política económica, por lo menos hasta la llegada de Sergio Massa, y se pone un cepo para establecer un precio artificial del dólar en vez de que valga lo que tiene que valer. Porque el dólar no tiene que valer $180, pero probablemente tampoco $330 o $350 como está en el mercado paralelo.
-¿Qué rol tiene la sociedad en ese esquema?
-Lo que pasa es que la distorsión es tan grande y el empobrecimiento es tan grande por virtud de la inflación que los ingresos de la población hoy están también totalmente destruidos respecto de lo que eran hace 10 o 20 años. Por lo tanto, corregir esa distorsión se torna cada vez más difícil. Y te diría que estamos condenados al gradualismo, porque hoy en la Argentina no podés subirle el transporte a la clase media, no te digo ya a la clase baja. Si pusieras el transporte a un dólar, como vale en cualquier país vecino, y digamos $250 para no ir ni al oficial ni al libre, tenés un piquete en Cabildo y Juramento, no en La Matanza. Hoy hay una situación en la cual es muy difícil sincerar la economía, el tipo de cambio y las tarifas, con una pobreza el 40% o más, antes de un sinceramiento de precios. Cuando estalló la Convertibilidad tenías 52% de pobreza, pero después del estallido. Entonces, estamos en un problema muy serio que requiere un acuerdo político y, como eso aparece como algo cada vez más lejano, la Argentina tiene el riesgo país, la brecha cambiaria y la fuga de capitales.
-¿Cómo ve a la figura de Sergio Massa?
-En alguna medida, si pensás dónde estábamos en julio, mirando un fin de año explosivo, con riesgos de corrida, con una inflación que se espiralizaba, y ves donde estamos parados hoy, te diría que para el mundo económico es un fin de año soñado. Hay un escenario de cierta estabilidad cambiaria, el dólar ha subido menos que los precios, se ganó el Mundial y encima Cristina dijo que no va a ser candidata a nada, y eso, más allá de que sea cierto o no, es una buena noticia para el mundo económico, porque la expresión de deseo del establishment hoy es que el peronismo tenga otra vez un candidato moderado, que no sería Alberto Fernández, pero podría ser Massa o algo parecido. Cristina evidentemente entendió que con Wado De Pedro o Axel Kicillof es muy difícil que pueda ganar las elecciones. Si tuviera que decir cuáles son los activos de Massa, diría que no es Fernanda Vallejos, que cuida la relación que tiene con los Estados Unidos y mantuvo el acuerdo con el FMI, por supuesto, con el aval de Cristina. También empezó a devaluar sin decirlo: lo del dólar soja en definitiva es empezar a reconocer un poquito algo más de los precios del mercado. La figura de Gabriel Rubinstein me parece muy razonable en cuanto a la mirada económica, más allá de las limitaciones políticas que tenga. Dentro de lo que fue el elenco económico de Alberto Fernández, que se esperaba que iba a tener el equipo económico de Massa y, de pronto, apareció este Martín Guzmán o la experiencia de Silvina Batakis, te diría que Massa está salvando la ropa. No sé si le va a alcanzar para las elecciones.
-¿Cómo ve el escenario electoral de 2023?
-Una de las grandes incertidumbres está más en la oposición que en el oficialismo. Porque al oficialismo más o menos lo conocen todos, y en todo caso el tema es ver si irán con un candidato unificado o habrá una interna entre lo que puede representar el cristinismo, con alguien como De Pedro, y el peronismo no K. Eso es una ventaja frente a una oposición que está severamente dividida y que, además, es una división que no es solamente una cuestión de cartel o de egos. Me parece que hay miradas bastante distintas respecto de cómo enfrentar el gobierno que viene, en materia económica, del control de la calle, la seguridad, la relación con los movimientos sociales, los gremios y el empresariado. Y creo que hay algunas definiciones que no están muy claras, de modo que el mayor interrogante está en la oposición, donde está pendiente la definición en el PRO entre Rodríguez Larreta y Macri, y qué van a hacer los radicales. Y también impacta el cansancio de la gente por la inflación y tanta regulación económica, que es lo que representa en alguna medida el mensaje de Javier Milei, que puede morder entre 15 y 20 puntos y también está llevando a la oposición a girar un poco más al centro. Lo más probable es que haya un ballotage, y eso significa que el próximo presidente tendrá un poder acotado, porque probablemente también esté muy dividido el Congreso, y va a ser cuesta arriba. Nunca pasó que con una inflación arriba de 60% o 70% un gobierno gane: la inflación les hizo perder las elecciones a todos, a Cristina, a Macri y a Alfonsín.