Mientras el PP reconoce que el camino a las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo será más complicado de lo que inicialmente pensaba —el propio Alberto Núñez Feijóo reconoció ante sus principales cuadros que el partido de Pedro Sánchez “aguantará” esta primavera mejor que en generales— Vox empieza a diseñar una política de pactos que busca revertir las “facilidades” que dieron en el pasado al PP “a cambio de nada”.
Esa es la sensación que tienen en la cúpula del partido ultra con casos tan claros como el de Madrid, donde Isabel Díaz Ayuso, sin llegar a la mayoría absoluta, ha conseguido ir orillando a los ultra sin mayores dificultades. En Vox siempre tuvieron claro que la presidenta de la Comunidad de Madrid es su rival más difícil y que sus propios electores no comprenderían que le pusieran palos en las ruedas.
Sin embargo, algunas reflexiones también miran a que “haberle dejado el camino tan despejado” se le ha terminado volviendo en contra: Ayuso roza ahora la mayoría absoluta, no ha cumplido con grandes exigencias de Vox y las que lo eran las ha convertido en banderas propias. “Nos copia el programa y por eso los nuestros también la votan a ella”, se queja un dirigente de alto nivel.
Por eso, a la espera de ver cómo termina la noche electoral del 28-M, Vox va planificando su estrategia: analizarán “caso a caso” y elevarán el listón de exigencia con el PP de Feijóo, mientras su líder dice con total claridad que intentará evitar coaliciones con ellos. En el partido de Santiago Abascal tienen claro que en aquellos lugares donde puedan exigir entrar en gobiernos (es decir, que la aritmética les dé una fuerza clara), lo harán. Pero no es la única prioridad.
Algunos dirigentes siguen pensando que formar todas las coaliciones posibles no es necesariamente lo que más rédito les puede dar. Lo que buscan, en realidad, es forzar al PP a cumplir con parte de sus ideas, su programa electoral. Y el caso de Castilla y León, dicen, donde Vox ya está en el Gobierno autonómico, es otro ejemplo de cómo tener consejerías no implica un mayor grado de cumplimiento por parte del socio mayoritario. El polémico plan antiabortista de esa comunidad (que incluía medidas como el latido fetal) no se ha llegado a implementar a pesar de que le vicepresidente, Juan García-Gallardo (de Vox), lo anunció tras una reunión del Consejo de Gobierno. Sacó pecho y lo vendió como un éxito para su formación.
La polvareda que aquel caso provocó (con un enfrentamiento total entre el Gobierno de España y la autonomía) hizo que el plan quedara totalmente enterrado. El presidente, Alfonso Fernández Mañueco, negó su propia existencia. Y Vox dejó claro que aquello marcaba un punto de inflexión: “A partir de ahora con el PP vamos a tener que dejarlo todo por escrito. Y obligar a que cumplan los acuerdos”, decían sus principales dirigentes.
Ese es el modelo que buscarán de cara al 28 de mayo. “No podemos ser tan generosos. Quizá ha sido un error”, repiten con insistencia cargos del máximo nivel. Dicho de otra manera: la desconfianza tan fuerte que impera ahora entre los dos partidos obligará a una negociación postelectoral a cara de perro y en la que Vox piensa apostar por una política de pactos más agresiva. Con compromisos por escrito.
En Génova asumen esa situación: “Nos van a ajusticiar”, dice un dirigente de la cúpula, sin esconder la preocupación que existe ante el mapa postelectoral del 28-M. Hasta el punto de que en la dirección nacional conservadora las mayores tensiones se esperan después de la noche electoral, y no durante la propia campaña. En el equipo de Feijóo también cuentan con que el partido de Abascal buscará hacer acuerdos con el mapa global encima de la mesa, vinculando autonomías y municipios.
“Más debilidad” dentro del PP
Las encuestas recientes señalan que la moción de censura con Ramón Tamames a la cabeza no penalizó en ningún caso a Vox. El partido ultra se mantiene estable como tercera fuerza en prácticamente todos los sondeos. Y ahora busca mantenerse en el foco que le dio hace unas semanas aquel debate parlamentario, cuyas expectativas eran tan bajas que finalmente benefició a los de Abascal.
Y en este momento en el que el PP muestra mayor debilidad ante la cita de mayo, convencido de que el PSOE puede resistir mejor que en la cita de las generales, Vox ha decidido mantener la presión sobre su rival en la derecha. Por eso, a lo largo de las próximas semanas registrará propuestas en el Congreso que piden derogar las leyes clave de la legislatura de Pedro Sánchez. En el primer paquete se incluye la ley de memoria democrática y una disposición vinculada al ingreso mínimo vital que permite la gestión directa de esa ayuda en las comunidades. “Es la primera ruptura de la caja única de la Seguridad Social”, advirtió el portavoz parlamentario, Iván Espinosa de los Monteros.
Estas propuestas no sólo forzarán a todos los grupos a retratarse (especialmente el PP, que también se ha comprometido a derogar muchas leyes de Sánchez), sino que con ellas Vox plantea ir sentando las bases de lo que sería su hoja de ruta si llegan a gobernar con el PP o si de ellos depende la presidencia de Feijóo. Una nueva acción parlamentaria que, sobre todo, incomoda y pone en un brete a los conservadores.