En otros tiempos, quizá con un goleador contrastado, el Chelsea jamás habría perdido el partido de este sábado contra el Aston Villa de Unai Emery, que marcó dos de sus tres ocasiones, debió sostenerse con su portero ‘Dibu’ Martínez en algún momento y agravó la sensación de año prácticamente perdido del conjunto londinense, al que no le bastó con proponer mucho más que su rival y jugar para ganar, porque reincidió en sus concesiones defensivas, su falta de gol y su frustración en la Premier League.
A once días del inicio de su eliminatoria de la Liga de Campeones contra el Real Madrid, después de haber ganado tres de sus anteriores cuatro encuentros, cuando intuía una reacción que esperaba desde hace meses, recayó en los mismos problemas de toda la temporada, en la reaparición de un futbolista que le vendrá muy bien para futuros compromisos: N’Golo Kante. No jugaba por lesión desde el pasado 14 de agosto.
El gesto de seria decepción de Mudryk cuando enfiló el vestuario para el descanso fue la expresión del primer tiempo. Y del todo el partido. No hay mucha más explicación que la pegada, tan preciada en el fútbol, tan ajena este curso al Chelsea, para entender por qué el conjunto londinense se fue al intermedio en desventaja, con un 0-1 en contra que lo apuraba desde el minuto 18, por qué recibió el 0-2 en el 55 y por qué perdió este duelo.
Sobre todo, en el primer tiempo. Entre los 14 tiros que propuso, seis de ellos a portería, los 339 pases que dio por los 147 de su adversario o el 70 por ciento de posesión que manejó frente al bloque de Unai Emery durante los primeros 45 minutos, el Aston Villa aprovechó su segunda ocasión.
El gol señaló el demérito del propio Chelsea en la acción, en concreto de Marc Cucurella, por su fallido despeje que habilitó a Ollie Watkins con el balón botando para levantarla ante el batido Kepa (0-1).
Sólo el hecho de que Koulibaly, mejor posicionado para el despeje, no le hubiera gritado al defensa español le valdría como coartada para tan desafortunada intervención. A su segundo tiro, el primero había sido de McGinn al larguero minutos antes. Un error, un regalo, un gol. La diferencia. Porque el Chelsea jugó desde el principio para ganar.
En el imprevisible aspecto que evidencia en cada tramo de esta campaña, en la fina línea en la que se mueve en cada encuentro, el Chelsea demostró ser un equipo para mucho más desde el pitido inicial del duelo, si tuviera la capacidad goleadora que se le presupone (o que disponía en otros tiempos), pero que se queda sólo en eso, en la presunción de una cualidad que no aparece cuando de verdad encara los últimos metros. Cuando debe demostrarla.
No es un goleador Mudryk, el chico por el que pagaron cien millones de euros en el pasado mercado de invierno que aún no ha marcado ni un solo tanto. En la primera opción, aún con 0-0, aún en los primeros minutos, le queda la excusa de la fenomenal irrupción del portero Dibu Martínez. En la segunda, no hay más razón para su remate tan flojo, ya con 0-1 en contra, que una falta de convicción representantiva de su momento y su adaptación.
Tampoco es un goleador Kai Havertz: 32 tantos en 129 partidos con el Chelsea. Ni un taconazo repelido por la defensa ni un disparo sutil al que se estiró Dibu Martínez ni ninguna acción dentro del área le salió al atacante. No tiene el instinto de un ‘matador’ en los últimos metros. No es un ‘9’, tan acuciante para el Chelsea si quiere reencontrarse consigo mismo.
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Joao Félix fue un goleador en el pasado, en su irrupción en el primer equipo del Benfica. Hace ya demasiado tiempo de entonces, en los primeros meses de 2019. No lo ha sido en el Atlético ni lo es tampoco en el Chelsea. También dispuso de sus oportunidades este sábado. No acertó en ninguna. Por Dibu Martínez, por algún defensa y por él mismo. A su apariencia, a su soltura con la pelota, a su conducción, a su atrevimiento, le falta lo más importante.
A él y a todo el Chelsea, que jugó de forma brillante por momentos, con Kovacic y Enzo Fernández a los mandos, con las maniobras de Joao Félix y Havertz, con la velocidad de Mudryk, con la omnipresencia de Chilwell, poste incluido al borde del descanso, y con la reaparición de Kante, fuera de competición por las lesiones desde hace siete meses.
Tuvo ocasiones de todos los colores para haber conseguido un marcador mucho mejor, no ya sólo un empate, sino una victoria, pero es que incluso perdió 2-0. En un córner, de una serie de rebotes, de un balón al borde del área, McGinn soltó el preciso zurdazo al que no alcanzó Kepa en el minuto 55 y que terminó definitivamente con el partido y con el Chelsea, a nueve puntos de la quinta plaza del Newcastle y a once de la cuarta del Tottenham.