Una debate entre el corazón y la cabeza

Si el fútbol fuera un escenario aséptico, sin emociones ni circunstancias que condicionaran la toma de decisiones o provocaran la duda donde jamás la hubo, hay debates que no cabrían. Uno de ellos, el posible regreso de Leo Messi a la casa que le vio nacer sobre el rectángulo. Lo normal debería ser no perder el tiempo con eso. Leo es el mejor jugador de la historia del Barça y del fútbol. Está en forma, viene de ganar un Mundial inolvidable, su talento mejora cualquiera de las posiciones del equipo en ataque, nunca el club azulgrana ganó tanto cómo cuando le tuvo, quiere volver y no parece que, ante eso, pudiera haber mejor camino que el de recuperarle para restañar la herida que dejó ese infausto domingo de agosto de 2021.

¿Cómo iba a haber discusión sobre eso? ¿Cómo íbamos a consentir que no ponga el broche ataviado con la camiseta que le convirtió en inmortal? Bueno, pues hay debate. Vaya que si lo hay. Más allá de reconducir la relación con Laporta – fuentes cercanas no auguran ya un problema en este asunto – y del encuadre económico con la Liga – ese sí es un caballo de batalla decisivo -, habría que dividir el mundo en dos: una parte en manos del corazón y otra dominada por la cabeza. Esa muestra se refleja tanto en la afición como en la junta, donde el presidente, cuya deuda moral con Leo es pública y notoria, se maneja en unos índices de convicción muy superiores a los de muchos de sus directivos. A nivel emocional, no hay dudas.

Todo el barcelonismo, por cómo se fué, pide a gritos su vuelta. En el encaje deportivo y su rol dentro del vestuario, la cosa ya cambia. ¿Participará en la presión alta? ¿Aceptará descansar? ¿Se adaptará a los nuevos liderazgos del grupo? ¿Vale la pena reabrir esa página? Con el corazón, digo sí. Con la cabeza, me cuesta más. Pero…si el que vuelve es Leo, ¿alguien puede decir que eso pueda ser malo? Nadie. Yo creo que nadie. 

 

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