Aunque la mayoría de los que se congregaron justo hace un año en Sevilla para catapultar a Alberto Núñez Feijóo decían que había vuelto “la ilusión” después de la peor crisis nunca vivida dentro del PP, lo que realmente se respiraba allí era un alivio interminable. La sensación de haber salvado al partido. Una especie de milagro. La confianza en el dirigente gallego era total y nadie escondía la tranquilidad de ver terminada la etapa de Pablo Casado. Un año después, en el balance inmediato, hay consenso: la formación se ha recuperado a una velocidad de vértigo y sigue liderando todas las encuestas, con cierta ventaja sobre el PSOE, excepto la del CIS.
Sin embargo, también hay dudas que recorren los territorios, el Congreso y el Senado. Y cargos de todos los niveles las manifiestan: por qué Feijóo no sube todavía más en los sondeos, por qué Vox no se desinfla apenas y por qué Pedro Sánchez, que acumula crisis por todos los frentes dentro de su Gobierno, incluyendo la del ‘sólo sí es sí’ o la reforma del Código Penal, no sufre un descalabro.
En la dirección nacional afirman que si hubiera unas elecciones generales ahora, Feijóo estaría entre el 32% y el 34% del voto (el PP de Casado casi rozó el 30% en su mejor momento, tras las elecciones de Madrid de 2021). Eso significaría alcanzar la horquilla de entre 145 o 150 escaños. De ahí, que el escenario en el que Génova insiste sea intentar un Gobierno en solitario, sin tener que meter a Vox. Pero pocos dirigentes fuera del núcleo duro confían en una predicción tan optimista.
El primer examen llegará en menos de dos meses con las elecciones autonómicas y municipales. El propio líder del PP las plantea como una primera vuelta, aunque las expectativas se han ido moderando en las últimas semanas por la dificultad que Génova ve a la hora de formar gobiernos regionales aunque gane en número de votos. Seguros solo están Madrid, Murcia y La Rioja.
Y en vista de la situación, dirigentes de la cúpula y cargos de todos los niveles coinciden en su receta: “No podemos cometer errores propios. Sabemos que Sánchez va a por todas, que es capaz de reponerse a casi todo. Que los escándalos no le echan para atrás. Y que aprovechará cualquier metedura de pata para destrozarnos”, relatan distintas voces a este diario.
Malestar con el acto evangélico
Por eso, los reproches se abren paso en vista de escenas como la del sábado pasado en Madrid con una líder evangelista lanzando consignas políticas y religiosas en un acto organizado por el PP madrileño con ayuda de los populares europeos que dirige Esteban González Pons.
El exotismo de la predicadora fue más anecdótico que otra cosa. Pero las palabras de González Pons sobre la Cumbre Iberoamericana en la que estaba el presidente del Gobierno y el Rey, unidas a las propias críticas de Feijóo, sí hicieron saltar las alarmas. “Hay cosas que tenemos que evitar. Incluso aunque lo pensemos, aunque creamos que tenemos razón. Pero nos desgastan”, concluyen dirigentes veteranos del PP.
Feijóo no estaba presente mientras hablaba la evangelista y en su entorno reconocen que no ha querido ver la intervención completa por razones obvias: no le gustó su presencia ni lo que dijo. Le enfadó. Pero en su equipo y otros miembros de la dirección sí defienden las críticas que hizo sobre los “aprendices de autócratas” en Latinoamérica y especialmente las relaciones de dirigentes con mucho peso en la izquierda como José Luis Rodríguez Zapatero con algunos de estos regímenes. “A eso se refería y no tiene problema en volver a decirlo” afirman esas fuentes, considerando “desproporcionada” la reacción del Ejecutivo o que Sánchez respondiera al líder de la oposición llamándole “ignorante”. “Quien compara a Feijóo con Bolsonaro solo hace el ridículo”, zanjan.
Más allá de estas reflexiones, en Génova también reconocen que “existe margen de mejora ante lo que ocurrió el sábado pasado”. En todos los sentidos. Por un lado, en el control de los participantes en actos encabezados por las siglas del PP y en medir más todas las declaraciones, asumiendo que cuanto más se acerquen las elecciones el escrutinio será todavía mayor.
El aterrizaje en Madrid
En vista de que el Gobierno ha detectado en la política exterior la mayor debilidad del liderazgo de Feijóo (al contrario que en el caso de Sánchez), en el partido piden “mucha cautela” al respecto. El líder del PP ha hecho esfuerzos por incorporar a diplomáticos de alto nivel a su primer anillo de asesores. Como publicó EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, a la incorporación de Ramón Gil-Casares (ex secretario de Estado de José María Aznar) se suman también Juan Pablo García-Berdoy (fue embajador en Alemania) e Ildefonso Castro (también con experiencia en distintas embajadas y asesor de cabecera de Mariano Rajoy).
En las filas populares lo que piden es seguir trabajando en la política que aplicarán si llegan a la Moncloa, “sorteando las polémicas” que plantee Sánchez. “En todo lo que tenga que ver con la política internacional, tienen las de ganar. Porque ser presidente te concede eso”, explica alguien que tuvo responsabilidades en el último Gobierno del PP.
La crítica de la inexperiencia de Feijóo en las relaciones exteriores va unida a las duras palabras que ministros y otros cargos del PSOE le vienen dedicando tras su llegada a Madrid. “Esto no es Galicia”, se escuchaba en los primeros cara a cara que mantuvo el líder de la oposición con Sánchez en el Senado.
En el entorno de Feijóo sienta especialmente mal que los socialistas utilicen la condición de expresidente de la Xunta para atacar su supuesta insolvencia en la política nacional. “Todo no es Madrid. Y la soberbia causa malas pasadas”, responden.
Pero incluso dentro del PP hay dirigentes veteranos que reconocen que “sólo la política nacional y estar en Madrid” te somete a la presión que ahora tiene encima Feijóo. Las posiciones sobre los futuros pactos y la animadversión a Vox demostrada por el líder ya ha levantado ampollas en algunos territorios, convencidos de que su jefe de partido sigue mirando la política con las gafas de las mayorías absolutas de Galicia. Y no sólo: el papel secundario que juega ahora el grupo parlamentario en el Congreso o el excesivo celo con el que el líder aborda los asuntos internos con un núcleo duro muy reducido también ha causado cierto malestar. El aterrizaje no siempre es igual de rápido