Así como se dice que del ridículo no se vuelve, se podría aseverar que del escándalo tampoco. Sin embargo, estamos ya tristemente acostumbrados al reciclaje de figuras que han perdido en la propia memoria todo registro de su vergonzoso pasado.
En 2021, ya no podía sorprender que La Cámpora inaugurara una unidad básica en homenaje al exvicepresidente Amado Boudou, condenado a cinco años y diez meses de prisión e inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos. Le pusieron por nombre “Compañero Amado”.
Más recientemente, en un momento calificado de histórico por sus seguidores, Boudou se presentó en el Senado en oportunidad de conmemorarse diez años de la sanción de la ley de identidad de género. Fue recibido con una ovación, al grito de “¡ídolo!, ¡grande, Amado!”. El senador nacional por Chubut Carlos Linares (FDT) llegó incluso a hablar de persecución: “Un tipo encarcelado por pensar diferente al gobierno de Mauricio Macri”, sostuvo sin rodeos. Memorias gravemente afectadas por renovados afanes para distorsionar la realidad y construir más relato. Cristina Kirchner es un ejemplo acabado de esa deformación.
El mes pasado, Ginés González García, ministro de Salud de la Nación durante el actual gobierno y para quien el coronavirus era en 2020 mucho menos que una gripe, que no iba a llegar con rapidez a la Argentina, ya había sido homenajeado por la cátedra de Salud y Medicina Comunitaria de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Días atrás, visitó la Casa de Gobierno a instancias de su sucesora, la ministra Carla Vizzotti, para ser homenajeado por sus dos décadas al servicio de políticas públicas sanitarias. “El reconocimiento de mis pares para mí es fundamental”, expresó el exfuncionario sin sonrojarse.
Estas apariciones públicas fueron las primeras luego de haber tenido que renunciar en febrero de 2021 como consecuencia del escándalo que significó el llamado “vacunatorio vip”, que involucró a más de 1200 funcionarios, parientes y amigos del poder –en la Justicia él solo ratificó a 70– irregularmente inoculados en tiempos de pandemia. En un breve diálogo con periodistas, González García defendió su gestión y afirmó que no hubo tal vacunatorio, que, en todo caso, fue “un hallazgo de la prensa, un problema mediático”, y atribuyó incluso la confusión al periodista vacunado vip Horacio Verbitsky.
Con la misma sonrisa que se lo vio paseando por España luego de su renuncia, dando cátedra sobre “Los sistemas de salud en América Latina tras la pandemia”, que él gestionó pésimamente en nuestro país, el exministro recibe las mieles de quienes aprueban sus trapisondas en un pacto implícito para guardar silencio.
Poco sorprende que el propio Alberto Fernández haya dicho que “lo mejor que le pasó a la Argentina fue que Ginés González García haya sido ministro”. No opinan lo mismo los familiares de los más de 130.000 fallecidos por Covid-19, en buena parte como producto de la falta de vacunas que los funcionarios y sus parientes se inoculaban sin pudor. Tampoco los padres organizados en VacunaMe (@vacuna_me), que no lograron que sus hijos con algún tipo de discapacidad recibieran la vacuna en tiempo y forma, ni los pacientes de patologías de riesgo o con comorbilidades, porque las dosis que la ideología imperante ordenó distribuir no estaban autorizadas para niños.
Enarbolar el valor de la igualdad y al mismo tiempo ponerse por encima de otras personas para gozar de privilegios no es solo un grosero contrasentido. Es el mejor ejemplo del descaro con que mienten y subestiman quienes actualmente nos gobiernan. No traicionan valores, pues claramente carecen de ellos.
Parte de ese sarcasmo quedó expuesto también en el encuentro en Madrid que mantuvieron González García y Hugo Sigman, del poderoso grupo farmacéutico Insud, que produce parte de la vacuna de AstraZeneca, y cuyas fotos se viralizaron acompañadas de nada satisfactorias explicaciones. “Voy a hacer pagar a quien me acuse de retornos”, había amenazado el sanitarista a la dirigenta Patricia Bullrich luego de que esta lo denunció por presuntas coimas solicitadas a Pfizer para la recepción de vacunas.
Boudou y González García, como muchos otros, se jactan presuntuosos de no tener nada de qué arrepentirse. Irresponsables provocadores que no solo han destruido la confianza ciudadana, sino que también han hecho uso espurio de sus recursos. La corrupción mata. Lo atestiguan las vidas cegadas por las tragedias de Cromagnon, de la estación ferroviaria de Once y del vacunatorio que desvió para los parientes y amigos de funcionarios dosis que estaban destinadas a argentinos de a pie que transitaban situaciones límite.
Dime a quién homenajeas y te diré de qué careces. No conocen la vergüenza. Si alguna vez la tuvieron, la han perdido. Por acción u omisión, cometen delitos amparados en fueros mal entendidos, alimentando un relato pernicioso, armando jueguitos para la tribuna. Disfrazados de patriotas, se organizan ellos mismos los honores mientras la sociedad asiste, asqueada, a tanto tributo a la corrupción.