Todo final es un comienzo

Las fechas son la ficción perfecta: la ilusión de que podemos poner mojones en el tiempo, controlándolo, en lugar de reconocerlo como este lento remolino que nos traspasa. Acaso allí radica su necesidad.

Estaba en la moto cuando me llamó el médico. El estudio de la vacuna de Pfizer se daba por finalizado. Luego de unas pocas preguntas, concluí mi participación de poco más de dos años. En junio del 2020, agendé mi primera visita al Hospital Militar de Campo de Mayo. Lo recuerdo porque estaba con la moto y la acomodé tan mal que se me cayó. Tal era mi inestabilidad ante lo que enfrentaba. No se sabía qué era esto de que se metan con tu ADN con una vacuna.

Leí en esa época que no habría una fecha para el final de la pandemia. Que las restricciones sociales se irían relajando y que, en algún momento, décadas en el futuro, los historiadores elegirán una fecha para señalarlo.

En mi caso, esa fecha será este 2 de noviembre de 2022, cuando me llamó el médico. Al menos el final de su forma más cruel y restrictiva.

No celebré, ni lo haré. Transito una alegría contenida. Una sonrisa que a la vez quiere gritar y llorar. No puedo dejar de pensar en todos los que no lo lograron.

Todo final es un comienzo. Eso nos dice la naturaleza, los ciclos, la propia experiencia. Tal vez lo que comienza es preguntarnos qué nos deja este tiempo oscuro y si podemos iniciar otro tiempo, más luminoso, más abierto, donde pongamos en común lo aprendido. Este 2 de noviembre, al menos a mi, todavía tiene mucho para decirme.

 

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