Biólogos y ecólogos buscan desde hace años soluciones para revertir el que puede convertirse en uno de los grandes problemas para el futuro de la vida en el planeta: la creciente mortandad de los polinizadores. Dos investigaciones científicas han venido a proporcionar elementos de reflexión en torno a esa desconcertante realidad, al desvelar que las plantas de la familia del girasol (Asteraceae) podrían ser la solución, o al menos parte de ella.
Los dos estudios han llegado a la misma conclusión: el polen del girasol y sus ‘parientes’ reduce la infección de un parásito de abeja común entre un 81% y un 94% y aumenta notablemente la producción de abejas reinas.
Las conclusiones de la investigación no dejan lugar a dudas: la abundancia de girasol redujo la prevalencia de un peligroso patógeno intestinal común, Crithidia bombi, y la intensidad de las infecciones, en comparación con los sitios con poco o ningún girasol.
Además, la abundancia de girasol también se asoció positivamente con una mayor producción de reinas en las colonias. Pero no afectó la prevalencia de otros patógenos detectados.
“Este trabajo demuestra que una sola especie de planta puede impulsar la dinámica de la enfermedad en la búsqueda de alimento de Bombus impatiens (abejorro común del este), y que las plantaciones de girasol se pueden utilizar como una herramienta para mitigar un patógeno frecuente y, al mismo tiempo, aumentar la reproducción de una especie de abeja importante para la agricultura”, recoge uno de los informes.
El ‘secreto’ está en las exinas (cubierta exterior dura de los granos de polen), que redujeron la infección tan efectivamente como el polen de girasol completo, mientras que los metabolitos del polen no lo hicieron.
La ‘clave’ es física, no química
La investigación reveló que las abejas alimentadas con polen de cuatro de otras siete plantas de la familia Asteraceae tuvieron entre un 62% y un 92% menos infecciones por Crithidia bombi que aquellas alimentadas con polen que no era de Asteraceae.
“La importancia de las abejas como polinizadores ahora es ampliamente reconocida y somos cada vez más conscientes de los numerosos factores estresantes que afectan negativamente su salud”, apuntan las autoras. Estos factores incluyen la pérdida de hábitat, la exposición a pesticidas y los parásitos.
Una de las dudas a despejar era si los beneficios para la salud de las abejas provenían de las sustancias químicas que contiene el girasol o de su estructura física.
Para despejar la incógnita, las científicas separaron la capa externa espinosa del polen de los metabolitos químicos del núcleo. Luego mezclaron la cáscara espinosa del girasol, sin la química, con el polen que se alimentó a un lote de abejas, mientras que otro lote se alimentó con polen de flores silvestres rociado con metabolitos de girasol, sin cáscaras.
“Descubrimos que es la capa exterior espinosa del polen de girasol, y no su química, lo que reduce las infecciones“, señala Laura Figueroa, profesora de la Universidad de Massachusetts Amherst y autora principal de uno de los estudios.
“Las abejas que comían las cáscaras de polen de girasol espinosas tenían la misma respuesta que las abejas que se alimentaban de polen de girasol entero: sufrían un 87% menos infecciones que las alimentadas con metabolitos de girasol”, dice Figueroa. Así que la ‘clave’ está en la física, no en la química.
Además, observaron que las abejas alimentadas con polen de ambrosía, berberecho, diente de león e hinojo –todos de la familia del girasol– tuvieron tasas bajas de infección, similares a las que ingirieron el de girasol.
El “apocalipsis” de los insectos
Hay otro aspecto fundamental para determinar la salud de una colonia: la cantidad de reinas que produce. Porque cuantas más produzca, mayor será la probabilidad de que los genes se transmitan a las siguientes generaciones.
Las investigadoras colocaron colonias de abejorros en veinte granjas, donde cultivaron cantidades variables de girasol. Después de varias semanas, tomaron muestras de los patógenos acumulados en los intestinos de las abejas, pesaron las colonias para determinar si estaban prosperando y contaron la cantidad de reinas hijas.
“La infección disminuyó con el aumento de la abundancia de girasol y, quizás lo que es más importante, la producción de abejas reinas aumentó un 30% por cada incremento de orden de magnitud en la disponibilidad de polen de girasol”, indica Rosemary Malfi, autora principal de uno de los artículos.
El descubrimiento no es baladí, pues los insectos polarizadores ayudan a fertilizar prácticamente todo, desde los arándanos hasta el café y contribuyen con más de 200.000 millones de euros en servicios ecosistémicos anuales en todo el mundo. “Dependemos de los polarizadores para tener dietas diversas, saludables y nutritivas”, resalta Figueroa.
Aún hay incógnitas, como por qué el polen de girasol beneficia a la producción de abejas reinas. “Tal vez los abejorros tienen más energía para reproducirse si no están luchando contra enfermedades, o tal vez Crithidia bombi afecta el aprendizaje y la búsqueda de alimento, por lo que reducir la infección aumenta la capacidad de encontrar comida”, aventuran las científicas.
Lynn Adler, autora principal de uno de los artículos, matiza que estas investigaciones no son una solución al “apocalipsis de los insectos”, pero sí son “alentadoras” e indican que la familia del girasol puede desempeñar un papel importante en el mantenimiento de la salud de los polinizadores y, en última instancia, en la de los sistemas alimentarios humanos.
Informes de referencia:
https://besjournals.onlinelibrary.wiley.com/doi/epdf/10.1111/1365-2435.14320https://royalsocietypublishing.org/doi/10.1098/rspb.2023.0055
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