El 21 de enero 1994 ocurrió la tragedia menos pensada por los habitantes de Puerto Madryn. Aunque pasaron 29 años, aún cuesta asimilar que 11 niños y 14 jóvenes hayan perdido sus vidas intentando apagar un incendio en un campo ubicado a 15 kilómetros de la ciudad.
Todos recuerdan que aquel viernes hacía mucho calor. La temperatura superaba los 30 grados. Fue el llamado de un joven el que alertó a la policía. Había mucho humo y provenía de un campo que pertenecía a Ana Gallastegui, ubicado junto a la ruta nacional 3, cerca de la rotonda sur de acceso a la ciudad. Alrededor de las 14.30 desde la Seccional Primera llamaron a los bomberos.
Enseguida, en dos móviles, llegaron al lugar dos grupos de bomberos. Para combatir el fuego se internaron 3.000 metros dentro del campo, hacia la zona conocida como Puesto Gallastegui, una construcción abandonada. Desde allí, continuaron a pie.
Cuerpo de bomberos de Puerto Madryn, 1994
Dos horas después, en otro vehículo, llegó un tercer grupo. Había varios menores de edad. Todos poseían un equipo de protección escaso: overol y botas goma. Estaban comandados por el suboficial principal José Luis Manchula (23), que era quien aquel día tenía el cargo más alto. El jefe del cuartel, Ricardo Vera, no estaba en la ciudad, había viajado a Rawson.
El grupo de Manchula bajó del móvil y caminó 400 metros en dirección oeste. Durante el trayecto, a las 17.20, los sorprendió un cambio de la dirección del viento que soplaba a 40 km/h. El sargento Julio Laportilla, a cargo de uno de los dos primeros grupos que llegaron al lugar, advirtió el peligro de la situación y llamó inmediatamente con su handie a Manchula. Las llamas habían empezado a incrementar su tamaño. Pero nadie le contestó.
Diez minutos más tarde, el sargento volvió a insistir. Esta vez Manchula contestó con un pedido de auxilio. Las llamas los estaban rodeando. Laportilla intentó llegar al lugar donde estaba el grupo pero el fuego se lo impidió. A las 17.55 el sargento se comunicó con el Cuartel Central y pidió que se hiciera sonar la sirena de alarma general. Pasadas las 18.00, un pedido de ayuda desesperado fue el último contacto con el grupo.
Al grupo se los declaró desaparecidos. Al día siguiente, una avioneta sobrevoló el lugar y se encontró con el peor de los escenarios. En la aeronave iba Vera, el jefe que estaba en Rawson y había vuelto inmediatamente al enterarse de la desaparición de la dotación. Cuentan que tuvo un ataque de nervios cuando vio la escena y debió ser internado en Madryn. Todos habían muerto.
El fuego comenzó en un campo que pertenecía a Ana Gallastegui, ubicado junto a la ruta nacional 3, a 15 kilómetros de la ciudad de Puerto Madryn (Cortesía de José Luis Lazarte/)
“Los 25 cuerpos estaban esparcidos en el campo. Todos juntos, a poca distancia de lo que era un flanco del incendio. No pude leer el informe final de la autopsia, pero los que lo hicieron me contaron que pasaron por un proceso de asfixia a causa del monóxido o por la inhalación de gases altamente calientes que generan un edema”, cuenta Alberto Alecio (58), uno de los cuatro bomberos de aquella época que aún trabaja en el cuartel. Ese día, Alecio estaba de licencia especial, su trabajo de profesor de física le ocupaba todo su tiempo y es por eso que no fue a apagar el fuego
Con la voz entrecortada, Alecio reflexiona: “Fue muy doloroso. Los más chiquitos corrían adelante, guiados por los más grandes que iban detrás, como protegiéndolos de las llamas. Había una pareja, Alicia y Cristian, que estaban próximos a casarse: a ellos los encontraron muertos juntos. También había dos hermanos, Cristian y Juan Carlos, que también estaban juntos… fueron vidas interrumpidas”.
Ese fin de semana la ciudad se sumió en el dolor. Salvo Marcelo Miranda (15) y Ramiro Cabrera (16), que por razones religiosas lo hicieron por separado, 23 bomberos fueron velados en Gimnasio Municipal. El domingo por la tarde, los féretros de los jóvenes fueron llevados al cementerio sobre un camión escoltado por una larga caravana.
El domingo 23 de enero, los restos de los jóvenes bomberos fueron llevados llevados al cementerio sobre un camión escoltado por una larga caravana. (Cortesía de José Luis Lazarte/)
Los 25 bomberos que perdieron su vida aquel día fueron: José Manchula (23), Marcelo Mirando (11), Carlos Hegui (12), Cristian Zárate (14), Lorena Jones (15), Néstor Dancor (15), Juan Moccio (15), Paola Romero (17), Andrea López (15), Ramiro Cabrera (16), Juan Passerini (16), Alexis González (22), Andrea Borreda (18), Leandro Mangini (18), Enrique Rochón (19), Jesús Moya (20), Cristian Meriño (21), Daniel Araya (21), Gabriel Luna (21), Cristián Llambrún (21), Juan Zárate (22), Alicia Giúdice (22), Marcelo Cuello (23), Raúl Godoy (23) y Mauricio Arcajo (12).
La noticia trascendió en los medios como “La tragedia de los 25 bomberitos de Puerto Madryn”. Sin embargo, Alecio pide que no se los llame “bomberitos”, lo siente peyorativo. Dice que le resta valor al sacrificio de los jóvenes bomberos en la catástrofe.
“Nos decían que los chicos no estaban en el incendio”
Aunque pasaron casi 30 años de aquella jornada trágica, los familiares de los fallecidos no pasan un solo día sin recordar a sus seres queridos. Como el caso de Ofelia (80), la mamá de Juan Moccio, quien hubiese cumplido 44 años el pasado 18 de diciembre, pero murió combatiendo el incendio cuando apenas tenía 15 años.
-Ya vengo mamá, fueron las últimas palabras que Juan le dijo a Ofelia.
“Yo no pensé que lo iban a llevar a semejante incendio. Eran todos tan chicos… ¡el más grande tenía 23 años! Y los llevaron a combatir el incendio ¡con una pala! Nos decían que los chicos no estaban en el incendio, que estaban fuera del alcance de las llamas, pero no era así. Nos decían que nos podíamos quedar tranquilos, que no corrían peligro”, recuerda.
-Ofelia, ¿cómo se enteró de lo que pasó con su hijo y sus 24 compañeros?
-Fue al día siguiente, el sábado a la mañana… pero el viernes ellos ya estaban muertos. Cuando fueron en avión a recorrer la zona los vieron tirados, pensaron que eran animales. Pero eran ellos, los chicos. A mí no me dejaron ir a reconocerlo, fue mi marido. Me dijo que Juan estaba bien que lo único que le faltaba era el pelito. No estaba quemado, murió asfixiado.
Juan Moccio tenia 15 años cuando murió en el incendio. La foto había sido tomada 8 meses de la tragedia en un acto escolar por el 25 de mayo.
-¿Cómo era Juan?
-Juan soñaba con ser bombero. En el último tiempo, estaba muy contento porque iban a comprar una escalera. Me acuerdo que me decía: “¡Ay, mamá, vamos a tener una escalera! ¡Vamos a poder subir a los departamentos, hasta 10 pisos!”. Pero cuando llegó la escalera él ya había muerto.
-Cuesta comprender cómo Juan, que era apenas un adolescente, fue a apagar un incendio.
-Es que antes era común que los chicos fuesen al cuartel. Si me hubiese imaginado que lo iban a mandar a apagar un incendio, no lo hubiese dejado ir. Así, tal vez, hoy estaría conmigo… o no… pienso también que es el destino de cada uno. A mí me decían que me quedara tranquila, que los chicos iban a los incendios a mirar. Pero no fue así, me mintieron.
Después de la tragedia, Ofelia encontró algo de paz en una iglesia evangélica, cerca de su casa. Su marido, en cambio, jamás pudo reponerse: “todo esto lo afectó mucho y se enfermó del corazón”.
Ofelia cuenta que en su casa tiene varios portarretratos con la imagen de su hijo mayor fallecido en el incendio. En la foto, aparece Juan junto a su mejor amigo Néstor Dancor. Ingresó como bombero a los 12 años
“Era mi único hijo”
María Páez tiene 80 años. Es docente jubilada. Es la madre del suboficial principal José Luis Manchula, el joven de 23 años que esa jornada fatídica estaba a cargo de la dotación de bomberos que quedaron atrapados en el fuego.
“Mi hijo, generalmente, no tenía a los niños cargo. Pero sé que habían llevado menores para que viesen cómo se trabaja, no para combatir el incendio. El viento, que acá en la Patagonia es muy fuerte, les jugó una mala pasada”, cuenta María Páez.
José Luis era el hijo menor de sus cuatro hijos. “El único varón. Entró al cuartel con 14 años. Aún era soltero, así que vivía con nosotros. Se había recibido de electromecánico en la escuela politécnica de la ciudad. Era un chico muy bueno, no fumaba, no tomaba: era sano. Además de trabajar como bombero, trabajaba en Aluar, en la seguridad y también, en un taller”.
-María, ¿por qué ingresó José Luis al cuartel de bomberos?
-Porque le gustaba. Su papá era militar y él llevaba eso también en la sangre: el valor del servicio al otro. Fue un chico muy recto que nunca le falló a nadie, igual que el padre.
El dolor de los familiares y amigos el día de la tragedia. En el incendio murieron niños de 11 años intentando apagar el fuego (Cortesía de José Luis Lazarte/)
-Se cumplen 29 años de la tragedia, ¿qué recuerda de aquel día?
-¿Cómo no me voy a acordar? Era mi único hijo [solloza] Todos los días me acuerdo de él… Ese día me llamó el jefe de mi hijo por teléfono y me dijo: ‘Se murió José’, así directo. Ni siquiera me invitó al cuartel para contarme… ‘Se murió’ nada más me dijo. Ahí no sé que pasó porque me desmayé y después fue mi marido a reconocerlo. Cuando volvió, me abrazó y me dijo ‘está todo bien’. Nada más.
-¿Cómo se hace para seguir después de ese dolor?
-La verdad es que no sé… pienso que él me da fuerzas desde arriba. Primero él, después mi esposo, y ahora mi yerno, que murió ayer.
-¿Piensa que la tragedia se podría haber evitado?
-Yo no sé. Para mí los traicionó el viento. Nadie va a llevar a alguien a morirse… nadie podía imaginar lo que iba a pasar.
Listado de los jóvenes bomberos fallecidos
“1994 fue un punto de inflexión”
Alecio, que actualmente es instructor con la especialidad en rescate técnico con cuerda y andamiaje pedagógico y didáctico de la capacitación de los bomberos, considera que la tragedia marcó un antes y un después en la historia del Cuerpo.
“Mi primer contacto con bomberos lo tuve a los 11 años. Nací en Dock Sud y el paso natural después de los Boys Scout era pasar a bomberos. ¿Éramos chicos? Sí, pero era la costumbre la época. En teoría los chicos nunca cumplieron una función combatiente, en ese tiempo se los llamaba ‘aspirantes’”, cuenta.
La denominada “tragedia de los bomberitos” en la que 11 adolescentes y 14 adultos murieron hace 29 años mientras combatían un incendio de pastizales en Puerto Madryn, la más vasta en la historia de los bomberos voluntarios en el país, es identificada como la que marcó “un antes y un después” hacia la profesionalización de la actividad y la adopción de un nuevo paradigma en el manejo del fuego. (Cortesía de José Luis Lazarte/)
-Alberto, ¿qué pasó luego de la tragedia de 1994?
-Fue un punto de inflexión. Muchos de los progresos institucionales de los bomberos de Chubut, y en especial de Puerto Madryn, son posteriores a ese año. Chubut es una de las primeras federaciones de bomberos que tuvo una escuela de bomberos reconocida por el ministerio de Educación.
Acto de mañana por nuestros #25Héroes
Invitamos a la comunidad de #Madryn a que nos acompañe. pic.twitter.com/DuLm1Fd2L8
— Bomberos Madryn (@BomberosMadryn) January 20, 2023
-¿Continúan admitiendo chicos como bomberos voluntarios?
-Sí, pero ahora está reglamentado. Pueden ingresar a partir de los 12 años y reciben el nombre de ‘cadete’. Recién a los 17 pueden pasar se bomberos. Solo los bomberos pueden ser combatientes del fuego. De todos modos, actualmente, el Cuartel de Puerto Madryn no tiene cadetes.
Alberto Alecio (izquierda) tenía 29 años cuando ocurrió la tragedia. Actualmente, es secretario académico de la Federación de Bomberos de Chubut. Él empezó como bombero a los 11 años