“Soy real, no un avatar”: la acuciante inquietud por detectar quién es real (y quién no) en internet

“Hola guapa, me llamo Brice, acabo de ver tu perfil Estoy dispuesto a mimarte y darte 5.000 dólares semanales”, escribe un tal @Brice_085 en Instagram. Está claro que el supuesto ‘sugar daddy’ [hombre que ofrece regalos a cambio de compañía, afecto o sexo] es uno de los miles de ‘bots’ que interactúan sin parar en redes sociales, en este caso, con fines delictivos. Sin embargo, con el avance de los avatares y, sobre todo, de la Inteligencia Artificial (IA), cada vez es más difícil saber si usuarios, instagramers o tiktokers son personas humanas o virtuales. Y esa creciente inquietud ya está llegando -a veces con la exaltación de la cacería de brujas- hasta el punto de que los creadores de contenido digital se encuentran cada vez más en la extraña tesitura de demostrar que son auténticos.

“De verdad que soy real”, ha mantenido la tiktoker alemana Nicole Hermeteor, activista de la alopecia femenina, después de que algunos usuarios le dedicaran frases tipo “por dios, esto no es un humano real” o “tengo miedo”. Otra tiktoker, Danisha Carter, acostumbrada también a este tipo de preguntas y comentarios, ha acabado convirtiendo la estética avatar en un elemento extrañado de juego y de su marca personal.

‘Influencers’ virtuales o de estética cyborg

 “El refrán de ver para creer va a quedar obsoleto, porque ya no podemos fiarnos ni de lo que vemos”, apunta la periodista y coordinadora de Maldita Tecnología Patricia Ruiz sobre el desafío que supone el avance de la IA unida a la desinformación. El analista y cocreador del pódcast ‘Monos Estocásticos’, Antonio Ortiz, lo explica así: “Por nuestra naturaleza damos más credibilidad a la foto y al vídeo que al texto, pero empezaremos a desarrollar un fuerte escepticismo hacia todo lo que nos llegue”. Ruiz está de acuerdo. “Hay que ser escépticos con todo”, afirma, e igual que antes estábamos prevenidos ante un mensaje cutre de WhatsApp, ahora también debemos estarlo al consumir contenido audiovisual.

La cuestión de la autenticidad humana, sin embargo, va un paso más allá de los contenidos creados por IA. Cada vez hay más herramientas para detectar si un texto o una imagen están elaborados artificialmente. Ahí están, por ejemplo, las falsas imágenes del papa Francisco posando con un abrigo blanco de Balenciaga, la detención ‘fake’ de Trump o los bailes en TikTok de la princesa Leonor, que llevaron a muchos al engaño. Sin embargo, los mecanismos para acreditar que una persona es auténtica, afirman los especialistas, siguen siendo muy rudimentarios. 

La “paranoia” de saber quién es real

De hecho, el escepticismo ante la autenticidad de los creadores de contenido llega en un momento, además, en el que aumentan las ‘influencers’ virtuales que participan de campañas publicitarias y actúan en sus redes sociales como personas reales. Una de las más populares es Lil Miquela, la IA que ha colaborado con marcas tan punteras como Prada o Calvin Klein. Además, para hacerlo todo aún más complicado, esta creciente confusión coincide cuando, en plena explosión de la IA y sus estéticas, una nueva generación de personajes públicos, como la actriz Julia Fox y la estrella de la telerrealidad estadounidense Amelia Grey Hamlin, se están apuntando al ‘look’ cyborg.

La estrella virtual Lil Miquela, con su exnovio humano Nick. |

En este contexto prende lo que la periodista Kate Lindsey ha calificado de “paranoia” en la revista especializada en tecnología ‘The Verge’. En un artículo titulado ‘En internet, nadie sabe que eres real’, Lindsey toma el pulso a esta creciente preocupación -“paranoia en su punto más álgido”, escribe- por acreditar la humanidad de ‘influencers’ -en este caso de carne y hueso- que a menudo se topan con comentarios del corte “pero, ¿eres un robot o no?”, “esto no es un humano de verdad” o “ya no tengo ni idea de lo que es real”.

Descreimiento

“Cuanto más contenido generado por IA se comparta, mayor puede ser el descreimiento en todo”, sobre todo para aquellas personas que “se salgan de la norma”, afirma Antonio Ortiz. Eso sí, según el analista, “la búsqueda de lo puramente humano seguirá ahí”, al igual que sucede ahora cuando telefoneamos a un servicio de atención al cliente y pedimos que no nos atienda un robot.

“Es normal dudar y me parece ‘guay’ que lo hagamos al ver, como sucedió en Rusia, a una presentadora del tiempo creada con IA”, añade Ruiz, quien cree que “hemos hecho algo bien cuando nos planteamos si la realidad que estamos viendo existe o no”.

Verificar que somos ‘de carne y hueso’

Y aquí tocamos hueso: ¿qué mecanismos existen para verificar que no somos robots ni estamos interlocutando con ninguno de ellos? Los Captchas se presentan normalmente pidiendo que resolvamos operaciones matemáticas sencillas o que señalemos únicamente las imágenes que contengan semáforos, bicicletas o bocas de incendios. Pero, ¿qué sucede cuándo la IA puede superar estos mecanismos y decirle a internet que también es humana? La cuestión es que, cuantos más datos entregamos para verificar que somos auténticos, más información tiene la IA para esquivar los controles. Ante este desafío, Patricia Ruiz, no obstante, considera que “la tecnología avanzará y nos dará la solución”.

Mientras tanto, los usuarios creados por IA también se mueven por las redes sociales de forma más o menos natural. En plataformas donde no es común encontrarse Captchas, también cunde la preocupación por ver quién es humano y quién no. Este es uno de los “problemas” que se plantean empresarios como Elon Musk, que ha decidido verificar a los usuarios humanos de Twitter con un ‘tick’ azul. Para ello, debes demostrar que eres real y pagar una mensualidad. Se introduce así, cuenta Antonio Ortiz, una “nueva problemática”: que ser humano en internet cueste dinero.

Adaptación al futuro: del ‘te falta calle’ al ‘te falta internet’

La imagen del papa Francisco ha servido para “pasar un buen rato” y bromear con aquellos a los que “les falta internet”, como apunta Ortiz. El problema es el foco pesimista que ilumina la Inteligencia Artificial. “No recuerdo otra tecnología con la que haya habido tanta preocupación y mensajes de prudencia”, explica el analista. Ruiz añade que “la tecnología ha existido siempre y ahora mismo estamos viviendo una revolución”, por lo que debemos confiar en sus beneficios. Al fin y al cabo, afirma Ortiz, “con una máquina de escribir también se podían escribir textos falsos”. Ambos analizan el punto actual de desarrollo de la IA y se esfuerzan por evitar el alarmismo y ver esta tecnología como lo que es: “Otro cambio social al que nos adaptaremos”.

 

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