Anorexia, bulimia, trastorno por atracón, vigorexia, ortorexia… estos son algunos de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) más habituales y que, en los últimos años, se han convertido en un importante problema dentro del campo de la salud mental.
La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición define los TCA como:
“Una enfermedad mental caracterizada por una alteración en la forma en que una persona percibe su propio peso o su constitución física, con una influencia impropia del peso y de la constitución corporal en su autoevaluación, así como una ausencia persistente de reconocimiento de la gravedad del peso corporal bajo o de su pérdida”.
Su gravedad es tal que estos trastornos son la patología psiquiátrica con el índice de mortalidad más alto siendo hasta 8 veces superior al de las personas sanas del mismo grupo de edad.
Riesgo de cronificación
“Los tratamientos para el manejo de los TCA son prolongados, ya que suelen superar los dos años y se estima que tienen un alto porcentaje de recaídas, pero lo bueno es que alrededor de un 70-80% de los pacientes acaba superando la enfermedad.
Aproximadamente un 20-25% de los casos se cronifica, sobre todo aquellos de larga evolución con difícil accesibilidad a un equipo terapéutico, o con un entorno familiar y social desestructurado”, explica el endocrinólogo.
Además, la pandemia no ha hecho más que agravar el problema: A raíz del confinamiento los casos de TCA han aumentado un 20%, según cifras de Fundación Fita. Y preocupa enormemente la edad cada vez más temprana a la que se manifiestan estos trastornos.
Una de las complicaciones de este tipo de trastornos reside en que, en muchas ocasiones, el diagnóstico de estas conductas llega tarde. Y como apunta el doctor Francisco Botella, coordinador del Área de Nutrición de la (SEEN).
“Un TCA de larga duración, superior a 8 o 10 años, tiene un índice de curación muy bajo y una alta probabilidad de convertirse en crónico”.
La detección temprana es esencial
Por todo lo que estamos viendo, resulta esencial reconocer las señales que nos pueden alertar de que esa persona tan cercana a nosotros padece un trastorno de la conducta alimentaria.
¿Pero cuáles son esas señales?
Como a veces puede resultar complicado detectarlas, los especialistas del Grupo de Especialización en Nutrición en Trastornos de la Conducta Alimentaria (GE–NuTCA), de la Academia Española de Nutrición y Dietética, explican las señales de alarma más comunes y representativas de las personas que sufren un TCA.
De esta manera podríamos “evaluar situaciones que puedan comportar el inicio de la patología para lograr así la identificación temprana y la instauración de un tratamiento efectivo que logre evitar la progresión de la misma y sus posibles complicaciones”.
Señales de alarma relativas a la salud
Las señales que alertan sobre un trastorno de alimentación se producen en ámbitos muy distintos de la vida de las pacientes. Por eso, los nutricionistas las han dividido en varias categorías. Una de ella hace referencia a la salud física, donde los síntomas más habituales son:
Astenia.Baja temperatura corporal; sensación de frío continuo.Baja presión sanguínea.Estreñimiento, dolor de estómago, acidez, reflujo y otras molestias digestivas.Mareos, desmayos o síncopes.Problemas de sueño.Retraso de la primera menstruación (menarquía), la desaparición de la regla (amenorrea).
Cambios en el peso e imagen corporal
Otro de los aspectos en los que se pueden observar cambios es en el peso y en la imagen corporal de las afectadas. Los más habituales son:
Pérdida o aumento brusco de peso sin justificación.Retraso del crecimiento, detención del desarrollo puberal.Interés obsesivo o repentino por controlar el peso.Negación, dificultad o angustia ante la indicación de retirar la báscula.Rechazo ante la posibilidad de un incremento de peso.Percepción irreal del propio cuerpo. Usar ropa de gran tamaño para esconder el cuerpo.Rechazo a su propio cuerpo.
Principales alertas en la actitud hacia la comida
A pesar de que este tipo de trastornos están relacionados directamente con la comida, no siempre somos capaces de identificar las señales.
Insistencia en comer de forma saludable. Eliminar de la dieta determinados alimentos que siempre habían comido. Rituales y obsesiones alrededor de la comida. Los expertos de la Academia ponen algunos ejemplos: “desmenuzar, esconder, tirar comida, comer excesivamente despacio, comer a solas, aumento de interés por cocinar la propia comida o para los demás, no consumir comida preparada por otros, evitar comidas familiares, etc”.Saltarse comidas, no tomar postre, poner excusas para evitar comidas.Ir al servicio siempre justo después de comer. Esto puede implicar que la paciente vomite. Consumo de laxantes o diuréticos.Comprar y consumir comida de forma compulsiva, en público o a escondidas.Aumentar el consumo de líquidos (agua, té, café) o de chicles o caramelos sin azúcar.Fumar de forma compulsiva.
Ejercicio físico
Lo sabemos de memoria: el ejercicio físico es esencial para mantener un buen estado de salud. Pero, mal entendido puede ser perjudicial. Esto es lo que ocurre en los casos de trastornos de conducta alimentaria, cuando se producen alteraciones como:
La paciente comienza a aumentar el tiempo que dedica al deporte. Hacer de pie tareas que normalmente se realizan sentado (comer, estudiar, trabajar al ordenador, etc.), porque entienden que estar sentado es ‘malo’.Preocupación excesiva por el ejercicio, aunque no se practique.Hacer ejercicio con el único fin de compensar lo que se ha comido o para adelgazar. Enfado y culpa en el caso de no poder realizar actividad física.
Vigilar el estado emocional
En este apartado hay que estar atentos a los siguientes signos:
Un bajo estado de ánimo.Cambios frecuentes de humor.Irritabilidad. Ansiedad.Suelen dedicar muchas más horas a estudiar, aunque su capacidad de concentración disminuye. Sentimientos de culpa después de comer.Alta sensibilidad al rechazo; necesidad de alivio y seguridad constante.Consideran que todo tiene ser perfecto. Tendencias a la obsesión y la rigidez en los comportamientos.
Además, los integrantes del Grupo de Especialización en Nutrición en Trastornos de la Conducta Alimentaria advierten de que las personas con trastornos de conducta alimentaria tienden a aislarse del entorno familiar y a reducir al mínimo sus relaciones sociales.
Cualquiera de estas señales nos deben poner en guardia sobre la posibilidad de que se estemos ante un trastorno alimenticio.
Pero los nutricionistas también advierten de que “no constituyen en sí mismas un criterio diagnóstico de la enfermedad”.
Por eso tendrá que ser un especialista el que evalúe la situación y determine si se trata de un TCA.