Este viernes 7 de abril, Día Mundial de la Salud, es una oportunidad para visibilizar que sin salud mental no hay salud. Ejemplo de ello son los Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA), que afectan a más de 400.000 personas en España. Amalia y su madre, también del mismo nombre, forman parte de esta estadística. Y nos dejan un mensaje: de la anorexia, que ambas han sufrido, también se sale.
Visibilizar los trastornos mentales es una manera de tomar conciencia de una realidad que, aunque ya existía antes, la pandemia ha acentuado. Y eso es lo que han hecho Amalia, madre e hija, cuyos testimonios sobre la anorexia están recogidos en Des-Nudos, un documental producido por San Juan de Dios que muestra siete conversaciones entre jóvenes que sufren algún tipo de problema de salud mental y alguien de su entorno.
En el contexto del Día Mundial de la Salud, Amalia y su madre comparten de nuevo sus experiencias y las lecciones aprendidas.
Actúa ante los primeros síntomas
Conviene tener en cuenta que los trastornos de conducta alimentaria no aparecen de un día para otro y que determinados comportamientos y síntomas los desvelan. El Portal Clínic de la Universidad de Barcelona destaca los siguientes: la excesiva preocupación por el control de la alimentación y la pérdida de peso, saltarse las comidas con cualquier excusa, practicar ejercicio de forma compulsiva, ocultar el cuerpo con ropa ancha, alteración en el rendimiento académico o laboral, manías con la comida (cortarla en trozos muy pequeños, removerla en el plato o masticar mucho) o ir al lavabo después de las comidas.
Para Amalia (madre), “una persona que se coge a tiempo puede recuperarse antes. En nuestro caso, mi hija ha podido salir mucho más rápido que yo porque cuando empecé la terapia ya había pasado mucho más tiempo y, aunque avanzo, no puede ser a la misma velocidad”. Por eso destaca que la clave para descubrir los casos a tiempo reside en conocer los síntomas, y para eso “hace falta mucha más información” que llegue a las familias, a los jóvenes, al ámbito educativo, etc.
Identifica tu problema y pide ayuda
Amalia (hija) remarca que, tras la difusión del documental, mucha gente cercana se ha sentido identificada y se ha acercado a ellas para pedirles ayuda o asesoramiento. “Yo creo que todavía no somos conscientes en la sociedad de la gravedad del problema”, afirma Amalia (madre). Su hija coincide en este punto: “No se le da la importancia que de verdad tienen, y no me refiero solo al TCA, sino también a la ansiedad, la depresión… Veo personas que lo sufren en mi entorno, y no hablo de tener estrés por los estudios, sino de un problema que se ha convertido en una patología”. Por eso, las dos consideran que sería necesario contar con más recursos dedicados a la atención de la salud mental, pero no solo para el diagnóstico y tratamiento, que también, sino, sobre todo, para trabajar la prevención.
Ábrete a los demás
Comunicar el trastorno al entorno más cercano (familia, amigos) forma parte de cualquier terapia. No es fácil dar ese paso, pero sí necesario para avanzar en la recuperación. “Valoro poder hablar libremente del trastorno alimentario, tanto entre nosotras, en casa, como para estar alerta, porque esto puede oscilar dentro del propio trastorno; y también para sentirnos tranquilas por no tener que ocultar lo que nos pasa”, explica Amalia (madre).
Ponte en manos de profesionales
Darse cuenta de que tienes un problema de salud mental, como en este caso de conducta alimentaria, es solo la punta del iceberg. Para Amalia (hija), “la anorexia te hace sentir que todo gira negativamente en torno a ti porque piensas que tienes que ser la mejor en todo, pero no eres lo suficientemente buena; te convierte en una persona muy egocéntrica. Esto me lo dijo una psicóloga cuando estuve ingresada y me tocó mucho porque me di cuenta de que era verdad”. Así que otro de los pasos que tuvo que dar, y no fue nada fácil, fue aprender a relativizar y darse cuenta de que somos una persona más entre muchos millones. “Porque al final esas obsesiones que tienes con la comida tapan muchas más cosas”, concluye.
A su madre, lo que le resulta más útil de la terapia es precisamente “trabajar esa parte que no se ve”, y que en su caso implica aceptar que no es posible tener siempre todo controlado, y ser más flexible. Su hija añade que existe la creencia de que la recuperación es una línea continua y ascendente, pero en realidad “vas a ciegas y es muy difícil. Das un paso para adelante y tres para atrás”. En su caso, tardó cerca de ocho meses en decirse: “De aquí salgo”.
Tras decidir visibilizar su trastorno alimentario, Amalia (hija) recalca que el documental “nos ha servido para abrirnos más y, sobre todo, para tener la libertad de decirnos las cosas”.