Por Anthony Boadle y Gabriel Stargardter
BRASILIA, 1 ene (Reuters) – Luiz Inácio Lula da Silva
juró como presidente de Brasil el domingo, emitiendo una dura
acusación contra el exlíder de extrema derecha Jair Bolsonaro y
prometiendo un cambio de rumbo drástico para rescatar a una
nación asolada por el hambre, la pobreza y el racismo.
En un discurso ante el Congreso después de tomar
oficialmente las riendas del país más grande de América Latina,
el izquierdista dijo que la democracia fue la verdadera ganadora
de la elección presidencial de octubre, cuando venció a
Bolsonaro en la votación más tensa en una generación.
Bolsonaro, quien viajó a Estados Unidos el viernes después
de negarse a reconocer la derrota, hizo temblar la joven
democracia brasileña con afirmaciones infundadas de debilidades
electorales que dieron origen a un violento movimiento de
negadores de las elecciones.
“La democracia fue la gran vencedora, superando… las más
violentas amenazas a la libertad de voto y la más abyecta
campaña de mentiras y odio conspirada para manipular y
avergonzar al electorado”, dijo Lula a los legisladores.
Lula, quien estuvo preso durante la toma de posesión de
Bolsonaro en 2019 por condenas por corrupción que luego fueron
anuladas, lanzó una amenaza velada a su predecesor.
Aunque el viaje de Bolsonaro a Florida lo aísla de cualquier
peligro legal inmediato en Brasil, ahora enfrenta crecientes
riesgos legales por su retórica antidemocrática y su manejo de
la pandemia ahora que ya no tiene inmunidad presidencial.
“No tenemos ningún espíritu de venganza contra quienes
intentaron subyugar a la nación a sus designios personales e
ideológicos, pero garantizaremos el estado de derecho”, aseveró
Lula, sin mencionar a su predecesor por el nombre. “Quien erró
responderá por sus errores”.
También acusó al gobierno de Bolsonaro de cometer
“genocidio” al no responder adecuadamente a la pandemia de
COVID-19 que mató a más de 680.000 brasileños.
“Las responsabilidades por este genocidio deben ser
investigadas y no deben quedar impunes”, agregó.
Los planes de Lula para el gobierno contrastan marcadamente
con los cuatro años de Bolsonaro en el cargo, que se
caracterizaron por un retroceso en las protecciones ambientales
en la selva amazónica, leyes de armas más flexibles y
protecciones más débiles para los pueblos indígenas y las
minorías.
En sus primeras decisiones como presidente, Lula restauró la
autoridad de la agencia gubernamental de protección ambiental
Ibama para combatir la deforestación ilegal, que había sido
diluida por Bolsonaro, y revocó una medida que fomentaba la
minería ilegal en tierras indígenas protegidas.
También descongeló el fondo amazónico de 1.000 millones de
dólares financiado por Noruega y Alemania para respaldar
proyectos de sostenibilidad, reforzando su compromiso de poner
fin a la deforestación en la Amazonía, que alcanzó su punto más
alto en 15 años bajo Bolsonaro.
La administración del presidente estadounidense Joe Biden,
que tenía poco en común con Bolsonaro y estaba irritada por sus
mediocres políticas ambientales, deseó éxito a Lula y a su
vicepresidente, Geraldo Alckmin.
“Esperamos continuar la sólida asociación entre EEUU-Brasil
en comercio, seguridad, sostenibilidad, innovación e inclusión”,
tuiteó el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony
Blinken. “Por un futuro brillante para nuestros países y el
mundo”.
Lula también revocó las políticas de armas más laxas de
Bolsonaro, que habían provocado un fuerte aumento en la posesión
de armas. “Brasil no quiere más armas, quiere paz y seguridad
para su pueblo”, dijo.
Banda presidencial
Después del juramento, Lula se dirigió en un Rolls-Royce
descapotable hasta el palacio Planalto, donde subió por la rampa
con su esposa y un grupo diverso que incluía al jefe Raoni
Metuktire de la tribu Kayapó, un joven negro y un hombre
discapacitado.
Luego, Aline Sousa, una recolectora de basura negra, le
entregó a Lula la banda presidencial, un acto enormemente
simbólico en Brasil que Bolsonaro había dicho repetidamente que
nunca haría.
Decenas de miles de personas que se habían reunido para
celebrar en la explanada de Brasilia vitorearon mientras Lula se
secaba las lágrimas.
En un discurso posterior, se comprometió a unir al país
polarizado y gobernar para todos los brasileños. “No hay dos
Brasil”, dijo Lula. “Somos un país, una gran nación”.
Lula afirmó que sería fiscalmente prudente, pero dejó en
claro que su enfoque principal sería acabar con el hambre y
reducir la desenfrenada desigualdad. También dijo que su
objetivo es mejorar los derechos de las mujeres y atacar el
racismo y el legado de esclavitud de Brasil.
Aseguró que aquello será el sello distintivo de su gobierno.
Los aliados dijeron que la nueva conciencia social de Lula
fue el resultado de sus 580 días en prisión, informó Reuters el
domingo.
Fuerte seguridad
La toma de posesión de Lula se llevó a cabo en medio de una
mayor seguridad.
Algunos de los partidarios de Bolsonaro han asegurado que
las elecciones fueron robadas y pidieron un golpe militar para
evitar que Lula regresara al poder en un clima de vandalismo y
violencia.
En Nochebuena, un simpatizante fue detenido por fabricar una
bomba que fue descubierta en un camión cargado de combustible de
aviación en la entrada del aeropuerto de Brasilia, y confesó que
buscaba sembrar el caos para provocar una intervención militar.
Bolsonaro ha visto evaporarse su apoyo entre muchos
exaliados debido a las manifestaciones antidemocráticas.
El sábado por la noche, el entonces presidente interino
Hamilton Mourao, quien fue vicepresidente de Bolsonaro, criticó
a su exjefe por permitir que prosperara el sentimiento
antidemocrático después de su derrota en las urnas en octubre.
“Líderes que debían tranquilizar y unir a la nación…
permitieron que el silencio o el protagonismo inoportuno y
deletéreo crearan una atmósfera de caos y desintegración
social”, dijo Mourao en un discurso.
La victoria electoral de Lula marcó un sorprendente regreso
político, ganando un tercer mandato presidencial -algo sin
precedentes- después de una pausa que lo vio pasar un año y
medio preso.
En sus años anteriores como presidente de 2003 a 2010, el
exlíder sindical sacó a millones de brasileños de la pobreza
durante un auge de las materias primas que impulsó la economía.
Ahora, enfrenta el abrumador desafío de mejorar la economía
estancada de Brasil y al mismo tiempo unir a un país que se ha
polarizado dolorosamente bajo Bolsonaro.
“Se espera mucho de Lula. Tendrá la difícil misión de
restaurar la normalidad y la previsibilidad en Brasil y, sobre
todo, entregar rápidamente resultados que mejoren la calidad de
vida de sus habitantes”, dijo Creomar de Souza, director de la
consultoría Dharma Political Risk en Brasilia.
(Reporte de María Carolina Marcello, Ricardo Brito, Lissandra
Paraguassu, Anthony Boadle y Fernando Cardoso; Editado en
Español por Manuel Farías)