Qué es la escala de Richter y cómo se usa para medir los terremotos

La magnitud de los terremotos que sacuden el planeta se mide con la conocida escala de Richter. Este método, acuñado en 1935 por los sismólogos Charles Francis Richter y Beno Gutenberg, se creó para distinguir los pequeños seísmos que ocurren de forma continua (y casi imperceptible) en un territorio de los temblores de mayor intensidad que tienen un impacto en la geografía terrestre, los paisajes y las actividades humanas. Gracias a las cifras que refleja esta escala podemos entender la magnitud de un temblor aunque estemos a miles de kilómetros de distancia de su epicentro.

La escala de Richter es, en el fondo, una herramienta para reflejar la energía liberada durante un terremoto. Sus creadores se inspiraron en el sistema de logaritmos que se usan en el campo de la astrofísica para estudiar el brillo de las estrellas. Esta idea, aplicada al ámbito del estudio de los seísmos, ha permitido crear un sistema para analizar la actividad de los sismógrafos durante su monitoreo continuo de la actividad terrestre. Según este sistema, cuanto mayor sea la amplitud de la onda captada por un sismograma, mayor es la fuerza liberada por el terremoto y, así haciendo, mayor es la magnitud que se le asigna.

Terremotos ‘ligeros’

¿Pero a partir de qué número de la escala de Richter podemos decir que un terremoto ha sido de gran magnitud? Pues bien, depende. Este sistema de monitoreo recoge terremotos de todo tipo de intensidad. Los inferiores a 2 se conocen como microterremotos y son prácticamente imperceptibles para las personas (de hecho, hay unos 8.000 al día aunque no nos demos cuenta de ello). Los temblores de entre 2 y 3 (de los cuales hay casi 1.000 diarios) también suelen pasar muy desapercibidos para los humanos. Así que, desde nuestro punto de vista, los seísmos como tal empiezan a hacerse notar a partir de la magnitud 3.

Cada año el mundo registra casi 50.000 terremotos menores (de magnitud 4) y unos 6.200 terremotos ligeros (de magnitud 5). Durante estos se puede observar el temblor de objetos pero, por lo general, no se suelen producir daños. A partir de una magnitud 6, los terremotos pueden empezar a ocasionar daños en edificios e infraestructuras (aunque esto, claro está, depende del estado de estos). De media, se calcula que el mundo vive unos 800 episodios de este tipo al año.

Terremotos ‘fuertes’

Los temblores considerados como fuertes son los que están por encima de una magnitud 6. Se estima que en todo el mundo se producen unos 120 terremotos anuales de este tipo, que pueden causar daños a cientos de kilómetros a la redonda. Es el caso, por ejemplo, de los dos terremotos ocurridos este lunes en la frontera entre Turquía y Siria (el primero, de magnitud 7,8 y el segundo de 7,5). Según apuntan los primeros análisis sobre el terreno, estos movimientos sísmicos abrieron una grieta en el suelo de más de tres metros en una franja de más de 150 kilómetros de largo.

Los terremotos que se reflejan con una magnitud superior a 8 se describen como episodios “catastróficos”. De estos se registran entre 1 y 3 al año y, debido a su violencia, suelen causar daños en cientos de kilómetros a la redonda. Los temblores con una magnitud superior a 9 destacan entre los más graves jamás descritos. Se estima que estos solo se registra uno o dos de estos cada 20 años.

El último seísmo de esta magnitud tuvo lugar el 11 de marzo de 2011 en Japón, cuando un terremoto de magnitud 9 desencadenó un violento temblor y un poderoso tsunami. Lo mismo ocurrió el 26 de diciembre de 2004 en Indonesia, cuando se registró un temblor de magnitud 9,1. El terremoto más violento jamás observado tuvo lugar el 22 de mayo de 1960 en la localidad chilena de Valdivia. El temblor alcanzó una magnitud de 9,5, causó más de 1.600 muertos y 3.000 heridos y desplazó a más de dos millones de ciudadanos.

 

Generated by Feedzy