Pensar como un “genio”: por qué salir a pasear o aburrirse en un colectivo puede ayudarte a tener grandes ideas

En contra del mito del genio, de la persona que, sin experiencia previa, mientras toma un café o se pega una ducha, piensa una idea mágica como tocado por una varita, la ciencia trabaja desde hace un siglo una hipótesis alternativa: la idea no viene de la nada, de alguna manera, se fabrica. ¿Pero cómo?

Diego Golombek es Doctor en Ciencias Biológicas y divulgador científico. En su último libro, Ciencia de las buenas ideas, editado por SigloXXI y que se presenta mañana en Mar del Plata, cuenta la historia de la obsesión -y obsesión es la palabra justa, según el libro- del mundo científico con la creatividad. Desde sus primitivos inicios, cuando para investigar el tema había que cortar el cerebro de un paciente en dos para ver qué pasaba, hasta métodos más amigables, pero no menos experimentales, como colocar sensores en las cabezas de músicos de jazz para averiguar cómo funcionan sus mentes mientras improvisan.

En el libro, Golombek brinda varios consejos para ser creativo en la vida cotidiana. Y, con ejemplos históricos, reconsidera la categoría de genio. ¿Qué papel tenían las caminatas largas que tomaba Beethoven antes de componer? ¿Los ejercicios imaginativos de Einstein? ¿Qué es la “mente de principiante” que promueve Pixar en sus trabajadores? Al final, pegarse esa ducha y tomarse ese cafecito sirven para generar ideas, pero solo después de mucho trabajo previo.

-¿Por qué un libro sobre las ideas y la creatividad?

-Más allá de mi investigación profesional, a mí me interesa contar la ciencia de todos los días, la ciencia de la vida cotidiana. Por eso mi camino pasó por la cocina, por la parrilla, por el sexo y por la religión, y por qué no, por las ideas. Hay muchos textos, hay muchos libros sobre la creatividad, la innovación, la generación de ideas. Lo que yo tal vez quise agregar o aportar en este caso es qué hay de base científica a propósito de estos temas. Es algo que me viene dando vueltas hace rato, me han pedido charlas sobre esto. Amigos míos organizan talleres y cursos sobre este tema, y creo que el aporte más fidedigno que uno puede hacer es contar experimentos, experiencias, hipótesis, evidencias científicas. Dado el tema, evidencias falibles al fin, porque no dejan de ser algo que trata de interpretar y explicar el comportamiento humano alrededor de la ciencia de las ideas, y por qué no de las buenas ideas.

-¿Cuándo empieza la investigación científica sobre las ideas y qué avances hubo?

-Históricamente, siempre se supuso que el campo de las ideas era un campo para llamémoslos “pensadores”, o para filósofos, para artistas en todo caso, no necesariamente para científicos. Y de a poco la psicología, entendida como el estudio del comportamiento de la conducta humana, se empezó a meter con esto de cómo es que nos surgen ideas nuevas, cómo es que asociamos conceptos y surge alguna idea superadora. Por lo tanto, ya desde el siglo XX, yo te diría casi desde el XIX, la psicología se ha metido con estas recetas para entender las ideas, para entender por qué hay personas supuestamente más creativas que otras. Y el cambio de las últimas décadas es que a esa psicología se la complementa con neurociencia, o sea, con el estudio del sistema nervioso, o sea qué le pasa al cerebro cuando asocia ideas, qué le pasa con cierta farmacología que aparentemente propende a tener ideas más creativas, aunque esto está siempre en eterna discusión, qué pasa con un cerebro funcionando, que podemos ver imágenes de ese sistema nervioso activo cuando se generan asociaciones determinadas, creativas o innovadoras. Eso tal vez es lo más nuevo, sin embargo, creo que tampoco es que hayamos avanzado tanto en cuanto a la receta de las ideas, que sigue siendo la misma: trabajo, trabajo, disrupción. O sea, ser experto, obsesionarse con un tema determinado, pero en algún momento darse el permiso de correrse, de ir a tomar algo con los amigos, de ir a pasear, de hacer ejercicio, de ir a dormir, de no dormir, y así sucesivamente. Tal vez así, esos conceptos que fuimos adquiriendo, dispersos, a lo largo de esa obsesión por el trabajo, se asocian de una manera distinta y pueden generar una idea innovadora.

-¿Qué son los “kioscos de la creatividad” de los que hablás y cuál es el daño que generan?

-Con todo lo que tenga que ver con la conducta humana y con el bienestar y la calidad de vida, hay mucha evidencia científica y es bienvenida realmente, la ciencia tiene como su gran objetivo mejorar la calidad de vida de la gente. El asunto es que en estos temas en particular, que se han dado en llamar autoayuda (que no tiene nada de malo autoayudarse), en este tema en particular aparecen una serie de gurúes que echan mano a conceptos o a nombres o a denominaciones científicas para explicaciones que poco o nada tienen que ver con la ciencia. En algunos casos, hasta con buenas intenciones, agarrándose de alguna evidencia de laboratorio y extrapolándola directamente a la cancha, a la vida real. Uno de los grandes ejemplos tal vez sea el de la “gimnasia mental”, esta idea de que si hacemos mucho determinados tipos de ejercicios, eso va a redundar en que nuestro funcionamiento mental va a ser mejor. O sea, que si hacemos un montón de sudokus o crucigramas, nos va a ir mejor en la vida. Y no, la verdad es que nos va a convertir en expertos en sudoku. Así que esta especie de kiosco de la gimnasia mental no tiene evidencia de que este procedimiento se extrapole a otras funciones cognitivas. Lo más grave, igual, es cuando la pseudociencia, o sea, esta apropiación de conceptos científicos para explicaciones que no tienen nada de científicos, se mete con la salud y con la salud pública. Porque uno podría quejarse de cierta pseudociencia que apela a conceptos de la ciencia y la tecnología cuando son en realidad disparates, entendiendo por esto la astrología, el terraplanismo. De alguna manera, podríamos decir que estos son relativamente inocuos, pero cuando nos plantamos frente al movimiento antivacunas, por ejemplo, o nos plantamos frente al tratamiento homeopático, que no es más que placebo… ahí sí, bueno, ahí sí tenemos que plantar bandera y decir “no, no, pará pará pará”. Acá paramos.

-En el libro ofrecés algunos tips para fomentar la creatividad. Hablás de las caminatas que le servían a personas de campos muy distintos, como Beethoven y Steve Jobs. De los juegos imaginativos y de la “mente de principiante”, juguetona, que practicaba Einstein y fomentan en Pixar. ¿Cuáles son los métodos creativos con más fundamento científico?

-La ciencia nos ofrece una serie de consejos o de tips para fomentar la creatividad. Más allá de la receta, insisto, obvia e irremplazable, de trabajo, trabajo, disrupción. Por ejemplo, ir en contra de nuestro reloj biológico. ¿A qué me refiero? Todos tenemos un pedacito de cerebro que mide el tiempo y le dice al cuerpo qué hora es. Todos somos o un poco matutinos, o un poco vespertinos, o muy matutinos o vespertinos, entonces si nos piden elegir a qué hora hacer determinada tarea, seguramente vamos a optar por hacerla en el momento en el cual nuestro reloj biológico nos dice que es mejor. Ahora, para la creatividad, es un poco lo contrario… para fomentar la creatividad es mejor ir en contra de nuestro reloj biológico, o sea, si somos matutinos, tratar de trabajar hacia la nochecita, que es cuando el cerebro está un poco grogui, está un poco dormido. Tal vez eso permite una asociación distinta de conceptos. Por el contrario, si somos vespertinos, hay que ir un poco más hacia lo matutino. Otro de los conceptos importantes es el de vagabundeo. Tanto el vagabundeo real, en el sentido de salir a pasear sin rumbo fijo, idealmente en un bosque, porque estos “baños de bosque”, como lo llaman en Japón, tienen un componente natural que hace que incluso nos calmemos, que baje el estrés, y que podamos generar nuevas ideas. Así, después de haber trabajado mucho un concepto determinado, hay que dejar que la mente vaya por donde se le cante.

Otros tips tienen que ver con ser ordenado, ser metódico, pero no tanto. Una de las definiciones de creatividad o innovación implica “sumar universos o mundos que están dispersos”, meterlos en el mismo lugar para ver si aparece algo nuevo, como una valija con rueditas, cuando el concepto original era tener las valijas por un lado y las rueditas por otro. Bueno, para lograr eso de meter cosas distintas en el mismo lugar, las cosas tienen que estar a nuestro alcance, pero tienen que estar un poco desprolijas, un poco desordenadas, para que podamos visualizar esos universos dispersos y tratar de ver qué pasa cuando los asociamos. Hay tips también que hablan del buen humor, sí, la idea de que el estado de ánimo realmente puede mejorar las ideas. Hay otros tips que tienen que ver con pensar en vivir en el extranjero, por ejemplo. Si vivís en el extranjero tanto mejor, porque de alguna manera te empuja a ser creativo a la fuerza. Pero si no, podés hacer una composición tema “Estoy viviendo afuera”, y esto pone a tu cerebro en otra modalidad. Logra que de alguna manera pueda llegar a ser más creativo. Otro tip, el más antiintuitivo posible, es el que promueve aburrirse. Cuando te aburrís, la mente vaga. Cuando estás en el colectivo y no prendés el celu, si no mirás los mensajes, tu mente vagabundea y efectivamente así puede que logres ideas creativas, diferentes.

-¿De qué manera se puede fomentar la creatividad, desde temprano, en las escuelas?

-Acá me parece que es interesante separar los ciclos educativos. El ciclo inicial, el nivel inicial, o sea, el jardín de infantes, es posiblemente el más científico y el más creativo de todos. Cuando una maestra se tira en el piso literalmente con los pibes y las pibas a entender el mundo y a ver qué pasa, cuando toda pregunta es válida y los métodos que usas son los métodos que tenés a tu alcance, realmente estás haciendo una tarea extraordinariamente creativa. En la primaria hay una maquinaria de qué hay que aprender, a leer, a escribir, a sumar y restar y un par de cositas más, y no queda tanto tiempo para la creatividad, todo lo contrario. Esa multitud de ideas y de desvaríos se va encauzando así hacia un concepto común, y en la secundaria ya hay una idea de universos estancos y separados unos de otros, y pasa a ser difícil exportar conceptos de un universo a otro. Lamentablemente es muy difícil el cambio escolar para incentivar la creatividad. En principio va a requerir una diferente formación docente, sin dudas, y otros tiempos. Hay claramente áreas dentro del arte, dentro de las ciencias naturales, dentro de las ciencias de la computación, que debieran ser obligatorias en la educación a esta altura del partido, que fomentan especialmente la creatividad. Y también hay maestros y maestras que son tremendamente creativos y son los de los que más nos acordamos, los que por ahí moldean un poco nuestra vocación y nuestras ganas, pero suelen ser a veces excepcionales. Es necesario, también, fomentar visitas a museos, museos de ciencias, museos de arte, fomentar clubes de ciencias para hacer volar un poco esa la creatividad. Hay mucho por hacer, pero vale la pena hacerlo.

 

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