“Hollywood, 1969. ¡Ojalá haberlo vivido!!, rezaba una de las frases promocionales de ‘Érase una vez en Hollywood’, la novela que Quentin Tarantino escribió en 2021 a partir de su filme homónimo de 2019. Una de las personas más influyentes en la valoración de aquel Nuevo Hollywood fue la crítica Paulina Kael, que colaboró en el semanario ‘The New Yorker’ entre 1969 y 1991 y fue la máxima defensora del cine airado, rabioso y virulento de Sam Peckinpah, Robert Altman, Paul Schrader y Brian De Palma, a los que convirtió en estandartes de ese nuevo cine más indómito cocido a finales de los 60. Llegó a llamarlos a la insumisión de los estudios, que cortaran toda relación con las grandes productoras para realizar sus proyectos más personales. Schrader, que entonces iba dando forma a su guion de ‘Taxi Driver’ entre consumo de drogas y dudas calvinistas, siempre ha dicho que Kael fue para él como su segunda madre.
En ‘Meditaciones de cine’, el libro de Tarantino que analiza toda aquella época y que el cineasta vendrá a presentar a Barcelona el próximo 9 de abril, Kael ocupa un lugar de honor. Escribe el director de ‘Pulp fiction’ sobre Kael que supo reconocer en lo que para ella era un filme fascista, ‘Harry el sucio’, sus valores estéticos y destreza en la realización, y su capacidad para describir al antagonista de Clint Eastwood, el sicópata Scorpio –inspirado en el asesino del Zodíaco– sin citar nunca el nombre del personaje ni el del actor que lo interpreta. Tarantino habla también de los seguidores de la línea crítica de Kael como “los Paulettes” –grandes defensores del cine de Jonathan Demme mucho antes de que se hiciera famoso con ‘El silencio de los corderos’– y la pone siempre en primer lugar de sus preferencias al leer sobre cine.
Pues bien, la gran incógnita del cine estadounidense de los últimos años se ha desvelado por fin. Tarantino había anunciado hace tiempo que tras realizar un décimo largometraje abandonaría su trabajo como director. Se habló de muchos proyectos, desde una tercera entrega de ‘Kill Bill’ hasta una película de la franquicia ‘Star trek’. Nada de nada. Finalmente, Tarantino ha optado por el más inesperado, ni más ni menos que una suerte de ‘biopic’ de Kael. Va a ser la primera película de la historia centrada en una persona que se dedica a la crítica de cine.
Reconocerán que como filme en sí mismo y como despedida ‘tarantiniana’ de los platós de rodaje, ‘The movie critic’, título con el que se anuncia el proyecto, tiene muchísimos alicientes. Rob Garver hizo en 2018 el documental ‘What she said: The art of Pauline Kael’. La crítica elevada a arte. Ya lo había escrito muchos años antes Oscar Wilde en su memorable ensayo ‘El crítico como artista’ (refiriéndose a la crítica de arte y literaria).
La influencia en su cine
Tarantino ha llegado a decir de Kael que ha sido tan influyente para él como cualquier cineasta, y al director de ‘Malditos bastardos’ le han influido unos cuantos. Kael describió como pocos (y pocas) las inquietudes, dudas y contradicciones de aquel Nuevo Hollywood que le cambió completamente la cara al cine hegemónico entre finales de los 60 y principios de los 70, una era convulsa (la guerra de Vietnam, el movimiento de los derechos civiles, los Black Panthers, los asesinatos de Malcolm X, Martin Luther King y Bob Kennedy, el festival de Woodstock, los sucesos de Altamont, la conversión de Cassius Clay en Muhammad Ali, la Nación del Islam, el clan Manson, la convención nacional del Partido Demócrata de 1968, el escándalo Wartergate) que tuvo su eco en el nuevo cine. Pero Kael llegó a plantearse también si ese cine estadounidense, el mejor de los últimos tiempos, estaba sugiriendo que el único recurso sensato para la gente del país era colocarse, en relación con la aparición en cadena de filmes como ‘Pánico en Needle Park’, ‘Lenny’ o ‘Joe, ciudadano americano’. Sexo, drogas, violencia y poco rock’n’roll.
Kael, fallecida en 2001 a los 82 años, ejerció antes de dedicarse a la crítica una vida más o menos bohemia entre Nueva York y Berkeley, donde organizaba veladas artísticas. Escribió alguna pieza teatral, tuvo una hija con el director de cine experimental James Broughton, cuestionó la supuesta objetivad de la crítica, redactó muchas en primera persona introduciendo experiencias personales, colaboró en programas radiofónicos, programó una sala alternativa de Berkeley, fue también crítica de la revista femenina ‘McCall’s’ y la primera en reivindicar ‘Bonnie y Clyde’ en un texto excelente que le abrió las puertas en ‘The New Yorker’, donde durante un tiempo alternó la sección de críticas con otra mujer, Penelope Gilliatt, bastante influyente también. Kael generó más de una controversia tanto por su estilo como por el cine que defendía o atacaba. Pero ninguno de sus textos resultaría más polémico que el ensayo sobre la paternidad del guion de ‘Ciudano Kane’, negándosela a Orson Welles y atribuyéndosela a Herman Mankiewicz. Muchos rebatieron su teoría, pero el David Fincher de ‘Mank’ se abonó a ella.