Octavio Amorim Neto: “Brasil solo ha tenido 20 años con los militares fuera de la política”

“Al final de la primera década del siglo XXI, se creía que la cuestión militar se había resuelto. Fue un engaño, una dulce ilusión. Ocho años después, los militares regresaron al centro de la arena política”, detalla. “La militarización de la política vuelve en la presidencia de Michel Temer y Bolsonaro la profundiza”, explica. “Ahora los militares solo están en contra del comunismo pero ya no tienen un proyecto modernizador del Brasil, como lo fue antes”, compara.

El reconocido politólogo brasileño Octavio Amorim Neto estuvo en La Repregunta. Amorim Neto es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de California en San Diego. Es profesor de la prestigiosa Fundación Getulio Vargas. Su trabajo de investigación se enfoca en las relaciones cívico militares y en políticas de defensa en Brasil. Amorim Neto hizo su análisis sobre el intento de golpe del 8 de enero en Brasil.

Aquí, algunos pasajes destacados de la entrevista.

-¿Por qué en Brasil las Fuerzas Armadas, y el Ejército particularmente, siguen teniendo un rol político tan clave desde el final de la dictadura en 1985, a diferencia de la Argentina, que llevó a los militares al Juicio a las Juntas?

-Porque al final de la dictadura, aunque los militares hayan aceptado dejar el poder, ellos creían que habían ganado la Guerra Fría y se sentían victoriosos. Los militares mantuvieron mucha influencia política en los primeros años de la democracia. Recién 14 años después de la transición del ´85, se creó finalmente el ministerio de la Defensa, que debería ser liderado por un civil. En el comienzo del siglo XXI, con la aceleración de la democratización de Brasil, los políticos brasileños pasaron a tener un control más fuerte de los militares. Al final de la primera década del siglo XXI, se creía que la cuestión militar se había resuelto. Esto fue un engaño, una dulce ilusión porque ocho años después, los militares regresaron al centro de la arena política. Lo que se había creído ser una solución definitiva fue solamente un pequeño período en la historia de la república brasileña.

-Ese período en el que las Fuerzas Armadas parecen haber dejado de ser un partido militar influyente, ¿va del gobierno de Enrique Cardoso hasta el impeachment de Dilma Rousseff o ese proceso se frena antes?

-Exacto. Entre 1999, con la creación del ministerio de la Defensa por Cardoso hasta el segundo mandato de la presidenta Rousseff. Durante nuestra historia republicana, durante más de 100 años, los militares han sido siempre un actor político importante en Brasil. Tuvimos solamente unos veinte años típicos de la democracia, o sea, con los militares fuera de la política y bajo la autoridad de los civiles.

-¿El hecho de que Bolsonaro haya sido militar, un ex capitán del Ejército, es un factor importante para que las Fuerzas Armadas se identificaran con él y con su ideología?

-Sí, claro. Pero antes de Bolsonaro, el presidente Michel Temer, que sucedió a Rousseff, empezó el proceso de militarización del gobierno, del Poder Ejecutivo y de la política brasileña. Los mejores ejemplos son el nombramiento del primer General para el ministerio de la Defensa en 2018, un año antes de la toma de posesión de Bolsonaro. Y la intervención federal en Río de Janeiro a raíz de los crímenes y del tráfico de droga, cuando también se nombró a un General, Braga Neto, que después fué un ministro muy importante de Bolsonaro. El proceso de militarización de la política empieza antes de Bolsonaro. Lo que Bolsonaro hizo fue profundizar la militarización de la política y la politización de los militares.

-La Constitución de 1988 brasileña le dio a las Fuerzas Armadas un rol de garante de la Constitución, del orden y de la ley. ¿Cómo se llega a ese rol de las Fuerzas Armadas institucionalizado constitucionalmente y por qué el peso político queda dormido en las gestiones de Cardoso y luego, del PT?

-Ese rol es consecuencia de las negociaciones entre las élites militares y civiles durante el proceso constituyente, entre 1987 y 1988. Los militares todavía tenían influencia política hasta el punto de lograr darle estatuto constitucional a un rol importante en el orden político interno, no solamente en la defensa nacional. Respecto de la segunda pregunta, como desde 1994 Brasil logró la estabilización económica y política, poco a poco, los militares fueron dejando la arena política. El error de los líderes civiles fue convocar a los militares para ayudar a combatir el crimen y el tráfico de drogas en las grandes ciudades y en la frontera de los Estados en el norte de Brasil.

Patrón histórico

-Con un rol de seguridad interna.

-Sí, que en la Argentina dejó de darse. En Brasil, en la última década, cuando empezó la crisis política que Brasil tiene desde 2013, fue relativamente fácil traer a los militares al centro de la política nacional. Fue el regreso de un patrón histórico brasileño.

-¿Qué hizo que la sociedad y la política brasileñas pudieran convivir con unas Fuerzas Armadas que habían sostenido una dictadura de veintiún años y perdonarlas con una Ley de Amnistía?

-El pacto que permitió la transición de la dictadura militar a la democracia tenía como aspecto central la amnistía tanto a los militares como a la izquierda que luchó militarmente contra los militares. Esa fue la esencia del pacto de la transición. Se intentó cambiar ese pacto al final del primer mandato de la presidenta Rousseff cuando se publicó el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación pero no podía avanzar con el procesamiento de los militares a raíz de otros acuerdos políticos preexistentes. Sólo podía nombrar a los violadores de los derechos humanos. Al final de 2014, cuando empezó la gran crisis económica de Brasil, los militares se quedaron muy resentidos. Por esas vueltas del azar, cuando finalmente se logró publicar este informe, la política y la economía brasileña entraron en modo de crisis permanente. Esto permitió la politización y la movilización política de los militares que, más tarde, Bolsonaro aprovechó muy bien para ser elegido presidente en 2018.

-Es decir que, mientras la política civil es efectiva en la conducción de los destinos económicos, sociales y civiles de Brasil, el peso del partido militar queda minimizado. Pero en cuanto la política civil empieza a desestabilizarse, empieza a jugar un rol más fuerte.

-Sí, pero es importante destacar que el partido que controla la política brasileña hace 20 o 25 años es el PT, un partido de izquierda. Es el eje central de la política brasileña. Brasil no quiere partidos fuertes. Quien se opone al PT son los anti petistas, que son también muy fuertes en la opinión pública. Entonces, cuando empezó la crisis de la presidencia de Rousseff, el anti pietismo se volvió muy fuerte y se mezcló con el anticomunismo histórico de los militares. El anticomunismo ha sido la principal motivación para los militares brasileños para intervenir en política desde los años ´30. Lo que se da en el siglo XXI es un aggiornamiento de los problemas militares del siglo XX. El gobierno de Bolsonaro fue un gobierno democráticamente elegido, pero militarizado, que politizó a los militares.

-¿Podría decirse que la presidencia de Bolsonaro implicó el triunfo del partido militar por otros medios y el acceso al poder directo del partido militar por medios democráticos?

-El concepto de “partido militar” existe en Brasil pero creo que es un poco complicado. La noción de “partido militar” es muy fuerte. Lo que hay en Brasil son los militares institucionales, que se encuentran en el servicio activo y los militares de la reserva. Y hay zonas grises entre ellos. Lo que pasó es que Bolsonaro no tenía su partido político civil, no contaba con cuadros para gobernar. Fue muy fácil para un ex capitán llamar a los militares para gobernar. En 2020, casi el 40 por ciento de los ministros eran militares, más que durante algunas presidencias del régimen militar. La militarización no se dio solamente en puestos civiles en la burocracia, en las partes más bajas de la burocracia. Se dio también en el primer escalón del Poder Ejecutivo.

-El mismo vicepresidente de Bolsonaro, Antonio Mourao, era un general retirado.

-Sí. Ha sido una militarización impresionante y por eso no es una sorpresa que hoy se habla en Brasil de “golpe de Estado”. Desde 2020, se habla de golpe de Estado por parte de los militares. Esta es una consecuencia natural de la presencia de los militares en la política: me refiero a la posibilidad de un golpe militar. No quiere decir que el Ejército constitucional apoye la idea de un golpe pero el bolsonarismo y los bolsonaristas apoyan fuertemente un golpe militar.

Otra estrategia

-Un análisis que se hizo desde la Argentina cuando asumió Bolsonaro con su vicepresidente militar, es que los militares en Brasil tienen un historial de guardianes del orden democrático. ¿La condición de guardián democrático se da sólo en la medida en que la amenaza es la izquierda, el comunismo o el PT pero no cuando la amenaza es una derecha extrema? Y en ese marco, ¿hay riesgo de un golpe de Estado del bolsonarismo en alianza con algún sector de las Fuerzas Armadas ahora?

-Lo que Bolsonaro y los bolsonaristas intentan es comprometer a los militares. Su objetivo es generar una crisis política y social que fuerce a los militares a intervenir en la política y cerrar los Poderes sea Judicial o Legislativo. La estrategia del bolsonarismo no es un golpe militar clásico latinoamericano, con tanques, que de repente aparecen en las calles y toman los poderes. No, su estrategia es generar una crisis, culpar a la izquierda por y forzar la intervención militar.

-¿Cómo se materializa una intervención militar en este nuevo contexto si no es la clásica toma directa del poder de una dictadura?

-La Constitución, en su artículo 142, afirma que una de las funciones de las Fuerzas Armadas es garantizar los poderes constituidos. Este artículo ha sido interpretado por los bolsonaristas como una autorización para una intervención militar en la política en caso de conflicto entre los poderes. Si hay caos concreto, si hay violencia social, si las policías de los Estados o la policía federal no logran mantener el orden, la intervención de las Fuerzas Armadas es legítima e inclusive legal. Lo que se intentó el domingo fue generar el caos para forzar la intervención de las Fuerzas Armadas. Es una estrategia diferente de la de los golpes militares clásicos latinoamericanos. Porque los bolsonaristas saben que los militares no van a intervenir unilateralmente. Los militares no apoyan la idea de un golpe de Estado pero, en última instancia, si la situación es de caos total, se verían forzados a intervenir en nombre de la preservación de la nación brasileña. Esa es la estrategia de Bolsonaro.

-¿La reticencia de las Fuerzas Armadas, del Ejército, a desalojar a los bolsonaristas que acampaban frente a los cuarteles tiene que ver con un respeto de su rol de garante constitucional y con no dejarse manipular por el bolsonarismo? ¿O tiene que ver con dejarle al bolsonarismo el campo libre para incentivar el caos y eventualmente participar de un nuevo tipo de golpe de Estado?

-La situación es muy ambigua. El alto mando de las tres Fuerzas es institucional y legalista pero las Fuerzas Armadas no solamente son el alto mando. Todo el esfuerzo del bolsonarismo para involucrar a los militares parte de intentar cooptar a los militares de la reserva, lo que es relativamente fácil, y también traer al conflicto de manera informal, por medio del caos, a los sectores intermedios hasta que, en algún momento, el alto mando decida intervenir. La suerte de Brasil es que sus Fuerzas Armadas son muy profesionales, aunque muy politizadas y presentes en la vida política del país, y son muy legalistas. El alto mando nunca ha autorizado ni aceptado la idea de un golpe militar. Pero, simultáneamente, nunca ha desautorizado este tipo de manifestación y de afirmación de Bolsonaro y los bolsonaristas. Nunca funcionó ni dio todo lo que quería Bolsonaro pero ha sido útil a los proyectos políticos de Bolsonaro a partir del silencio de las Fuerzas Armadas.

-El silencio de las Fuerzas Armadas, ¿tiene que ver con una afiliación ideológica en términos del anticomunismo pero también con sus posicionamientos económicos y de matriz productiva?

-Es muy interesante esa cuestión. La respuesta es no. Y esto es impresionante porque durante el siglo XXI, los militares brasileños, aunque fueron autoritarios y anticomunistas, fueron muy modernizadores. Tenían un proyecto de Brasil potencia, de un Brasil industrializado y moderno. El bolsonarismo no tiene este proyecto, es reaccionario en este sentido. Lo que el bolsonarismo quiere es eliminar el avance de la civilización y la sociedad brasileña desde la promulgación de la Constitución del ´88 con derechos reconocidos a grupos sociales históricamente excluidos. En este contexto, hay líneas de continuidad con la historia republicana de Brasil, que es la presencia de los militares en la arena política, pero también hay rupturas en el sentido de que los militares ahora están en la política solamente en contra del comunismo del PT y ya no tienen un proyecto de modernización.

-¿Cuál es el grado de prestigio o de desprestigio de las Fuerzas Armadas entre la población, en la opinión pública en general?

-El prestigio es alto entre la población. El problema que las Fuerzas Armadas tendrán ahora es con las élites políticas. Las élites políticas están muy preocupadas y muy extrañadas con los militares.

 

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