Los antibióticos betalactámicos (derivados de la penicilina, cefalosporinas, monobactámicos, carbapenémicos e inhibidores de la betalactamasa) son en la actualidad los antimicrobianos más prescritos en todo el mundo como tratamiento de primera opción para el control de una gran variedad de infecciones.
Pero actualmente las penicilinas son los antimicrobianos que representan la mayoría de las etiquetas de alergia a los antibióticos.
Como señala la doctora Nancy Ortega, presidenta del Comité de Alergia a Medicamentos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC):
“En general, los fármacos que más frecuentemente producen reacciones alérgicas en la población adulta son las penicilinas y los anti-inflamatorios no esteroideos. En la edad infantil las penicilinas ocupan el primer puesto”,
Sin embargo, no siempre la etiqueta de ser alérgico a las penicilinas o los antibióticos betalactámicos se corresponde a las verdaderas reacciones de hipersensibilidad a estos antibióticos entre la población.
En algunos casos, este tipo de antibióticos pueden provocar fuertes reacciones adversas que nada tienen que ver con una reacción del sistema inmune, que es lo que ocurre con las alergias.
Tal es así que, como explica la doctora Esther Moreno, miembro del Comité de Alergia a Medicamentos de la SEAIC:
“Entre el 70% y más del 95% de los pacientes que son etiquetados de alergia a la penicilina no son realmente alérgicos a estos fármacos”.
Y esto supone un gran problema tanto para el paciente como para el sistema sanitario, ya que etiquetar a una persona como alérgica a las penicilinas u otros antibióticos betalactámicos, supone que se le tenga que dispensar otro tipo de medicamentos que son menos eficaces y/o más tóxicos o costosos.
De hecho, la etiqueta de alergia a penicilinas se ha asociado con:
Una hospitalización prolongadaUna mayor tasa de reingresosMayores costes hospitalariosY/o mortalidad, según varios estudios realizados con pacientes hospitalizados.
“La optimización de la terapia antimicrobiana en pacientes con alergia a los antibióticos se ha convertido en una de las prioridades de los programas de administración de antimicrobianos (PROA) en varios países”, apunta la experta.
Estudios alergológicos completos para descartar la alergia a los antibióticos
El primer paso en el manejo de los pacientes etiquetados como alérgicos a los antibióticos betalactámicos debe ser identificar aquellos etiquetados incorrectamente debido a reacciones adversas a medicamentos que nada tienen que ver con un problema de su sistema inmune.
Como explica la doctora Moreno:
“El estándar de referencia para desetiquetar a un paciente con una etiqueta de alergia a penicilinas u otros betalactámicos es realizar un estudio alergológico completo, incluyendo pruebas cutáneas y pruebas de exposición controlada con el antibiótico implicado o con alternativos relacionados”.
Este tipo de estudios son la única forma de determinar la alergia y permitirán, en la mayoría de los casos, descartar la alergia y eliminar definitivamente esa etiqueta.
“En los pacientes en los que la alergia sea confirmada, el estudio de reactividad cruzada permitirá la utilización de fármacos alternativos en un porcentaje importante de pacientes. Todo ello contribuirá a mejorar la selección del tratamiento antibiótico y a mejorar los resultados clínicos de estos pacientes cuando precisan antibioterapia”, concluye la experta.
Es muy importante el correcto diagnóstico de la alergia a medicamentos, ya que, en general, la utilización de fármacos alternativos puede tener diversas consecuencias que son perjudiciales para la salud del paciente.
Y las principales secuelas serían:
“Aumento en el fracaso terapéuticoAparición de efectos secundarios innecesariosIncremento de la prevalencia de infecciones resistentes a antibióticosCrecimiento del gasto, ya que los fármacos alternativos suelen tener un mayor costeMayor tiempo de ingreso hospitalario”.
Incremento de las reacciones adversas a otros fármacos
La mayoría de las reacciones adversas a fármacos no se deben a mecanismos inmunológicos, y están más relacionadas con los efectos farmacológicos conocidos del medicamento. Por ello, la mayoría son previsibles. Este tipo de reacciones son las más frecuentes y corresponden al 70% – 80% del total de las reacciones adversas.
Sin embargo, en los últimos años ha existido un aumento de reacciones adversas con los fármacos que se utilizan para el tratamiento del cáncer y de las enfermedades inflamatorias crónicas.
Esto se debe, principalmente, a que los nuevos avances en este campo de la medicina han ampliado su arsenal terapéutico.
Actualmente el tratamiento no solo se limita a quimioterápicos, sino que también se usan fármacos biológicos.
En este sentido, es más importante, si cabe, realizar un diagnóstico lo más adecuado y preciso posible sobre la causa de esas reacciones adversas.
“En ocasiones es necesario ir más allá, y a pesar de llegar al diagnóstico de alergia al fármaco, es necesario realizar una desensibilización o una inducción a la tolerancia a dicho fármaco para poder administrarlo de nuevo”, explica la doctora Ortega.