Nicolás Otamendi, el general que ahora sí disfruta detrás del brillo de Lionel Messi en Qatar 2022

DOHA (Enviado especial).- Prefiere estar lejos de las cámaras, no es amigo de los flashes. En La Paloma, barrio de El Talar, en Tigre, está más cómodo, especial en su casa en la calle Cruz del Sur. Aunque en esta Copa del Mundo está disfrutando igual que cuando está con los suyos. Los años le dieron una seguridad a la hora de estar dentro de la cancha que lo convierte en un estandarte, detrás de las luces de Lionel Messi está mejor que en el centro de la escena. Comprende perfectamente su rol y no quiere más que eso. Se siente bien apagando la TV cuando Rodrigo De Paul se queda dormido, lo cuida como a su hermano menor. Explotó con la clasificación de la selección argentina las semifinales de Qatar 2022, desató toda su furia, no tuvo la mejor reacción, es verdad, pero es lo que pudo hacer frente a la provocación del rival. El fútbol hay veces que no deja dominar las emociones. Entonces, todos se quedaron con una celebración que tampoco lo hace sentir orgulloso, pero que fue completamente disparada por lo que había en juego. En definitiva el Nicolás Otamendi más pasional, es el verdadero, al que nadie le regaló nada.

No es uno de esos futbolistas inocentes, de ninguna manera, por momentos se le suelta la cadena, pero a los 34 años tiene otro temple. Busca ofrecerle al equipo más que un defensor sólido y de parada desafiante. Es verdad que las imágenes que circularon tras la tanda con penales con Países Bajos hablan de aquel Otamendi, pero en la Universidad de Qatar, su tarea está por encima de esas cuestiones, protege y charla con los jóvenes, los apuntala, intenta hacerlos sentir cómodos.

Hoy y siempre juntos banda 💪🏻
Mas fuertes que nunca. 🫡
VAMOS ARGENTINA CARAJO 🇦🇷.
Pasito a pasito pic.twitter.com/UqaPVGSo09

— Nicolas Otamendi (@Notamendi30) December 9, 2022

“Esas fotos están sacadas de contexto. Había un jugador de Países Bajos que en cada penal que íbamos a patear, iba hacia al ejecutante y le decía algo. Llega un punto en el que, bueno, me salió en el momento hacer eso y luego me fui a festejarlo con mis compañeros”. Los dos Otamendi en una misma frase, tan terrenal como poco ordinario como futbolista de fútbol en esta Copa del Mundo. Porque se desalineó por las chicanas de Denzel Dumfries que comenzaron desde el penal que fue a patear Enzo Fernández y se terminó por descolocar cuando en el último disparo, el de Lautaro Martínez, el propio Dumfries, Luuk de Jong y Wout Weghorst fueron a buscar al delantero argentino para “hablarle” en el camino hacia el punto del penal.

Sabe lo que es sacrificarse, le gusta hacerlo, está acostumbrado a que las cosas no sean sencillas. Siempre con Silvia como aliada, su mamá, pudo contra todo. Hoy se ríe y valora las casi dos horas diarias para ir a entrenarse a Vélez, cuando era un nene. Primero el 721 hasta Panamericana, después el 365 hasta San Miguel, y por último, el 169 para ir hasta la Villa Olímpica que el club de Liniers tiene en Ituzaingó.

No se olvida ni por un segundo de dónde salió, no quiere hacerlo, eso lo pone en foco, por eso las pocas veces que se determina a parar ante los micrófonos, hace alguna referencia a ellos: “Lo hablaba con mi familia, les decía que esto nunca me pasó, que es un momento único, lo que estoy viviendo es magnífico. Estoy disfrutando muchísimo de este Mundial, de lo que es la concentración, cada momento en la selección. Sabemos que cada final la tenemos que jugar al máximo, como lo hicimos siempre. Debemos seguir concentrados y con la tranquilidad que tenemos una final más por delante. Y dentro de lo que se puede disfrutar de lo que estamos viviendo”.

Nicolás Otamendi se encarga de cuidar a sus compañeros, de estar pendiente de ellos (Aníbal Greco/)

“Mi general”, “Defendé algo”, “El soldado definitivo”. Esas son algunas definiciones de sus compañeros sobre él en redes sociales. Leandro Paredes, Ángel Di María, Rodrigo De Paul, son algunos que valoran así la tarea de Otamendi, que se siente cómodo en ese mundo de Instagram y Twitter. Le encanta contar algún detalle de la intimidad del equipo y allí es donde más seguro se siente a la hora de soltar sus sentimientos: “Hoy y siempre juntos banda. Más fuertes que nunca. Vamos Argentina carajo. Pasito a Pasito”, publicó en la su cuenta oficial Twitter, mientras que en sus historias de Instagram subió una foto con un abrazo eterno con Messi y escribió: “Nunca caminarás solo hermano”.

Es parte de su esencia tener una personalidad fuerte, lo heredó de su mamá. Lo aprendió cuando le curtieron a la fuerza en Barrio Nuevo y en Villa Real de San Fernando, donde comenzó a patear una pelota. Pero también tiene ojeadores personales, porque Silvia se encarga, cada tanto, de mandarle mensajes por Whatsapp para contarle qué vio de los delanteros al que se enfrentará, qué características tienen, cómo se mueve, qué fortalezas tienen.

Nicolás Otamendi y Emiliano Martínez, un abrazo en el piso tras la tapada del arquero en el último minuto ante Australia, por los octavos de final (Pavel Golovkin/)

Lejos de la ebullición por la clasificación para las semifinales en las que se enfrentarán con Croacia, Otamendi se permite ser más reflexivo y con sus formas se permite hacer una lectura de lo que sucedió con Países Bajos: “Merecimos ganar en los 90 minutos, de eso no tengo dudas. Supimos atacar, defender y creo que en el alargue merecimos poder ganarlo. Hicios más para quedarnos con la clasificación. Fuimos a los penales, es verdad, pero tenemos la suerte de tener a Dibu que es un animal y atajó dos penales. Nos molestamos mucho con el árbitro, porque en el final tomó determinaciones que nos parecieron injustas. Pero bueno, nos empataron en el final, fue un golpe duro, pero nuestra mentalidad estaba en seguir jugando al fútbol y siendo positivos”.

Su celular es la vía de comunicación con sus afectos, pasa horas con ellos en videollamadas. Es que está en la antesala de un momento deportivo soñado, pero también ante uno magnífico como papá: los 15 años de Morena, la mayor (la fiesta ya está preparada para la vuelta de su papá de Medio Oriente). Y también está pendiente de Mía que cumplirá 13 el miércoles 21 del actual. Y en medio de esas comunicaciones se encarga también de saber cómo se porta Valentín, el más pequeño de la dinastía Otamendi.

Su palabra es muy escuchada adentro del vestuario, sabe que su capitán es Messi y se ubica a su costado. Habla lo justo y necesario cuando el rosarino se apodera de la palabra. Privilegia el todo por encima del yo, su vida está dada de esta manera, José y Silvia se lo enseñaron, sus hermanos Claudio, Cristian y Gabriel, se lo grabaron a fuego. Entonces, es lógico que disfrute, porque mira hacia los costados y sabe que puede estar espalda con espalda para cualquier empresa deportiva que se presente. Entonces, cómo no creerles a sus compañeros que el General, cuando dice con la voz ganada por la emoción que este grupo está preparado para este tipo de competencias cómo no convencerse cuando sentencia: “Somos 26 soldados, guerreros”.

 

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