Nadie sabe de dónde salió Yassine Kanjaa: crece el temor en una ciudad rota

El material informático incautado en el registro de la casa ocupada donde residía Yassine Kanjaa, detenido por el asesinato de un sacristán y la agresión a un párroco en Algeciras, será determinante, según confirmó el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, para desvelar la naturaleza y el alcance de la tragedia que ha teñido de luto Algeciras (Cádiz, 122.000 habitantes). “Todas las hipótesis siguen abiertas”, señaló Interior. Podría ser un hecho de naturaleza terrorista o el acto de un joven con trastornos psiquiátricos. O ambas cosas. Actuó solo y no estaba en ningún radar de los servicios nacionales por radicalización ni en las bases de otros países aliados de España.

Hasta cinco dispositivos USB, localizados por la Policía Nacional en la vivienda compartida con otras cuatro personas de forma ilegal, revelarán si el joven de 25 años, que tenía una orden de expulsión desde junio y estaba en el país de forma irregular, actuaba en solitario o bajo el manto de algún tipo de organización criminal. La Audiencia Nacional investiga si lo ocurrido está relacionado con el “salafismo yihadista”. El detenido no pasará a disposición judicial aún y podría permanecer bajo custodia cinco días, dijo el ministro.

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Kanjaa se había convertido, dicen sus compañeros del piso ‘patera’, en un tipo huraño. En los últimos meses, se había radicalizado y solo hablaba de religión, según otro chico marroquí que había convivido con él. Siempre iba solo, dicen los vecinos, subido a un patinete. A veces murmuraba en solitario.

La infravivienda en la que había permanecido los últimos meses estaba apenas a 250 metros de la iglesia donde asesinó con un machete de grandes dimensiones al sacristán. El registro halló también, confirman fuentes policiales, propaganda religiosa. “Era una persona que no estaba en sus cabales”, repite Omar Khemlani, imán en una de las mayores mezquitas de las seis que están en Algeciras. Él asegura que no era una persona conocida para la comunidad islámica y lo describe como alguien con trastornos mentales. De hecho, fue expulsado de la mezquita del Puerto de Algeciras por sus modos violentos “hará unos diez días”, confirma Khemlani a este periódico.

Interior confirmó que no tenía antecedentes por terrorismo ni estaba siendo seguido por la Policía. El Gobierno de Gibraltar informó de que había llegado al Peñón en moto acuática el 2 de agosto de 2019 y fue deportado de nuevo a Marruecos seis días después, el 8 de agosto. Interior no tiene constancia de su presencia en España hasta el pasado junio. Es la gran queja que deslizaban los vecinos que acudieron a mostrar sus respetos a Diego Valencia, el sacristán asesinado.

La convivencia en Algeciras presumían que era modélica, pero se detecta preocupación por un número sin determinar de inmigrantes que permanecen en la ciudad en situación irregular. “¿Qué hacía aquí si tenía una orden de expulsión? Nos están comiendo, nos están comiendo”, se quejaba Carmen a otra vecina en voz alta para que quedara constancia.

El ministro de Interior defendió que todos los expedientes de expulsión tienen seguimiento y que hay un alto índice de retorno en España, pese a que los trámites administrativos son muy largos.

Velas en memoria del sacrsitán asesinado en Algeciras. | Reuters

Algeciras no esperaba ser protagonista de un suceso investigado como terrorismo yihadista. “Siempre sabes que estamos en todo el cogollo, pero nunca te crees que va a pasar nada”, admitió Antonio, un vecino que se ha llevado toda la jornada pendiente de las cámaras de televisión que convirtieron la Plaza Alta de Algeciras en un plató. El asesinato de Diego Valencia ha constatado a la ciudad del Campo de Gibraltar que la amenaza yihadista es una realidad que convive con ellos, en sus propias calles.

El dolor por el crimen, el sacristán era un “hombre bueno de verdad” muy querido para muchos algecireños, se mezcló el día después con la conmoción por la vulnerabilidad que sienten los vecinos. A las 21.40 su féretro llegaba a la iglesia donde pasaba él buena parte de su día a día. De nuevo, muchos vecinos esperaban para mostrarle su respeto. “Criatura, con lo bueno que era”, decía una mujer entre lágrimas antes de dar el pésame a la familia del fallecido, casado y con dos hijas, que durante años había regentado una floristería y que era muy conocido en muchos círculos por su vinculación con la Semana Santa y el carnaval. “Buen padre, buen abuelo, buena persona. Era bueno”, decía otro allegado.

El otro párroco apuñalado por el detenido, Antonio Rodríguez Lucena, que fue agredido en la iglesia de San Isidro, ha sido dado de alta del hospital tras una intervención quirúrgica por una violenta agresión y a sus 74 años pide que le dejen descansar. Ha sido un golpe, pero los vecinos comentan arremolinados en corrillos en la escena del asesinato que “la tragedia pudo haber sido mucho mayor”.

Fue una jornada de luto larga e intensa en esta ciudad, de 122.000 habitantes y una comunidad islámica que elevan entre las 15.000 y las 20.000 personas. En Algeciras, presumió su alcalde, José Ignacio Landaluce, conviven 129 nacionalidades. El censo oficial recoge a 10.325 extranjeros, la mayoría de Marruecos. Sin papeles o residiendo de forma irregular son muchos más, admiten los responsables de las comunidades religiosas musulmanas.

Una mujer sostiene una cartulina con un lema defendiendo el islam, en el sitio donde un hombre de origen marroquí asesinó al sacristán Diego Valencia de la iglesia de la Palma en Algeciras (Cádiz). | EFE

La tensión se notó durante la multitudinaria concentración a las doce del medio día para mostrar el dolor por la tragedia. Previamente, el portavoz de Vox en el Parlamento andaluz, Manuel Gavira, había acudido a la plaza con un discurso que alertaba contra la “inmigración ilegal descontrolada” y advertía de que la cultura musulmana “es incompatible con la nuestra”.

Fue entonces cuando comenzaron a llegar representantes de la comunidad islámica de Algeciras, a dejar claro que su religión “no es violenta” y mostrar “su vergüenza y su dolor” por lo ocurrido, hubo vecinos que le recriminaron su presencia. Las llamadas a la calma y la moderación de la mayoría de asistentes terminaron apagando los varios conatos de enfrentamientos que se vivieron en la plaza.

“Es un pescado podrido y punto”, dijo Bouchra El Kaizini, en Algeciras desde 2006, casada con un español y madre de una niña española. “El dolor es doble para nosotros por el daño que nos hace”, agregó mientras un señor con abrigo y corbata les acusaba del asesinato. “Y los infieles somos los cristianos, dicen, los cristianos”, se quejó una feligresa de la iglesia de La Palma mientras un murmullo general le pidió silencio.

 

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