La Guerra de los Cien Años no duró 100 años, sino 116. Pero da igual. Tampoco los partidos de fútbol duran 90 minutos, sino más, y continuamos usando como referencia estándar esa hora y media de duración. Todo arrancó (la guerra, no el fútbol) con el rey Eduardo II de Inglaterra reclamando sus derechos sobre el trono de Francia en 1337 y derivó en generaciones batiéndose en duelo en suelo francés, con dos bandos en la defensa de sus respectivos linajes.
Han pasado casi 800 años y la historia dibuja en el Mundial de Qatar una suerte de símil futbolístico. Ahora Inglaterra también persigue el trono conseguido por el país vecino en Rusia 2018. Y Francia aspira a defenderlo, sabedora de que la historia juega en su contra. Nadie lo consigue desde la Brasil de Pelé, campeona de forma consecutiva en las ediciones de 1958 y 1962. Ninguno de los protagonistas del partidos que se disputa este sábado (20.00 horas) en el estadio Al Bayt había nacido, ni siquiera los seleccionadores, Gareth Southgate y Didier Deschamps.
Se traslada hasta el siglo XXI y hasta el Golfo Pérsico aquella Guerra de los Cien Años. Ahora el apelativo no hace referencia al tiempo que llevan ambos países en batalla militar, sino al que han tenido que esperar para verse las caras en una eliminatoria directa de un Mundial. De nuevo la cifra redonda es inexacta, pues se cumplen ahora 92 años de la primera edición de la Copa del Mundo y 72 desde que Inglaterra dejó atrás el pataleo por no ser la sede elegida por la FIFA y se avino a participar en una. Pero, de nuevo también, sirve como referencia para contextualizar la anomalía.
Dos precedentes
De hecho, Inglaterra y Francia solo se han visto las caras en dos ediciones del Mundial, ambas en fases de grupos. En Inglaterra 1966, hubo triunfo británico por 2-0 en Wembley, rumbo al primer y único título de su historia. En España 1982, San Mamés fue el escenario de una nueva victoria inglesa (3-1). Tan antiguos son los precedentes que ninguno de los dos estadios existe ya. Y llama la atención cómo se han ido esquivando en contraste con las siete veces que se ha jugado el Argentina-Alemania y el Brasil-Suecia o las seis que, con el partido de este viernes, ha habido un Países-Bajos Argentina.
Como curiosidad, tampoco en las Eurocopas ha habido enfrentamientos entre ambas selecciones en eliminatorias. Apenas tres en fases de grupos, con una victoria francesa y dos empates. Ni siquiera se han cruzado en la Liga de Naciones, de la que se llevan disputadas tres ediciones, y tampoco lo harán en la próxima, dado que Inglaterra descendió a a la segunda división tras ser colista de su grupo en la más reciente de ellas. Que se cruzan de acerca cuando se ven a lo lejos, vaya.
Mbappé contra Kane
Existen, en fin, escasos precedentes y ninguno de la magnitud del duelo de este sábado. Un partido que, hasta la fecha, es el de mayor caché que ha acogido este Mundial, con permiso del España-Alemania de la primera fase. Pero en este caso además, ambas selecciones alcanzan los cuartos de final pletóricas y con sus estrellas plenamente enchufadas.
De un lado, Kylian Mbappé es el mejor futbolista de esta Copa del Mundo hasta que alguien demuestre lo contrario, si es capaz. Sus cinco goles y sus dos asistencias son un argumento de peso para la condecoración momentánea. Harry Kane no luce guarismos tan rotundos (un gol y tres asistencias), pero todo gira a su alrededor en un combinado inglés cuya batería de atacantes estremece a cualquier rival. Quien salga victorioso en Al Bayt crecerá ostensiblemente en las apuestas como aspirante a coronarse en Lusail el día 18.
Ah, por cierto: la Guerra de los Cien Años la acabó ganando Francia.