Mufas, antimufas y contramufas en el diccionario, el fútbol y la literatura argentina

Durante la primera semana del Mundial de Fútbol en Qatar, usuarios de redes sociales reactualizaron el vocabulario con una palabra del lunfardo rioplatense -“mufa”- que llegó a ser trending topic luego de la derrota de la selección argentina en su debut contra Arabia Saudita. Después del triunfo del equipo capitaneado por Lionel Messi este sábado ante México, el debate sobre la mufa (en el que participaron intelectuales de un lado y otro de la grieta, periodistas y el exministro de Cultura Pablo Avelluto) cobró la forma de tuits, memes y hashtags.

A ver si entienden: nadie es mufa. Con ese criterio, con la cantidad de periodistas y militantes K que están en Qatar deberíamos haber perdido 10-0. Simple. Ni ellos son mufa.

— Sandra Pitta (@spitta1969) November 27, 2022

“A mí cada vez que dicen que un tipo es mufa o trae mala suerte me recuerda algunas injusticias que he presenciado -dijo el escritor Alejandro Dolina días atrás en su exitoso programa radial La venganza será terrible-. Si hay que hablar acerca de [Mauricio] Macri y de los males o los bienes que ha hecho al país, no empezaría por ahí. Si se trata de ser estúpidos, creo que hay que renunciar a eso, que es canallesco”.

La estampita de Messi que se viralizó en las redes sociales (Twitter/)

¿Qué significa mufa? La Real Academia Española atribuye solo dos acepciones a este sustantivo femenino que proviene del italiano muffa y que se usa en la Argentina y en Uruguay para designar el moho o una mancha de humedad y, en forma coloquial, enfado o mal humor por algo que molesta. Para nada supersticiosos, los académicos de la RAE no incluyeron la acepción más usada actualmente y que sirve para designar cosas, hábitos o personas (de expresidentes a influencers) señaladas como portadoras de “mala suerte”. Tampoco aparece en el diccionario de la RAE el verbo “mufar”. Sin embargo, el primer resultado de una búsqueda del término en Google remite a definiciones de Oxford Languages, cuya primera entrada alude al uso coloquial del término en la argentina: “Que trae mala suerte”, y da como ejemplo: “no lo invites a la fiesta que es mufa”.

El escritor y especialista en lunfardo José Gobello (Pilar Bustelo/)

En Palabras perdidas, el escritor José Gobello -maestro indiscutido en los estudios del lunfardo- dedica varias páginas al término “mufa”, que define como un “dialectismo” proveniente de Génova. “Muffa llaman los italianos al ‘moho’, es decir, al hongo muy pequeño que se cría en la superficie de los cuerpos orgánicos -explica-. Pero también le dicen muffa al ‘mal olor’”. E ilustra con un ejemplo tomado de un relato de Nicolás Olivari.

Delirante, ademas de violento, el bullyng de escrachar como #mufa a alguien por el fútbol. ¿Hablamos de que la presencia de alguien en un partido puede influir en su resultado? Muchaches, crezcan un poquito. Es el pensamiento primario de un chiquito de dos años.

— Laura Di Marco (@_LauraDiMarco) November 25, 2022

No estaba errado Juan José Sebreli cuando equiparó la mufa con el ennui o el tedio existencialista. En Mufa y revolución. Buenos Aires 1963-1965, Miguel Grinberg comparaba a los “mufados” porteños con los beatniks estadounidenses y los jóvenes iracundos ingleses de la década de 1960. “La mufa es una afección del espíritu, producida por la inercia y pasividad de la sociedad -escribió-. Pero también es la posibilidad de revertir su signo, y convertirlo en impulso creativo, porque la mufa es “un proceso mutatorio”.

Gobello consigna que “tener la mufa” equivale a estar taciturno, melancólico y también malhumorado. “Sí, pero mañana, porque ahora me vino toda la mufa encima, mañana la seguís… Por qué no me habrá tocado de compañero el novio de la mujer pantera, en vez de vos”, le dice Molina a Valentín en El beso de la mujer araña, de Manuel Puig, ante una interrupción de su compañero de celda.

Además, el creador de la Academia Porteña del Lunfardo cuenta que el doctor Federico E. Christmann desarrolló un estudio -”Patología de la mufa”- a partir de un tango escrito por César Tiempo, “Nadie puede” (con música de Enrique Delfino). “Siempre andás mufado / todo lo ves mal, / el amor es mufa / mufa la amistad. / Un collar de brasas / a todo colgás / tus perros ladran a las pobres lunas mansas”, se oye en el tango. En Buenos Aires, el “santo patrono” de la antiumufa es el compositor y músico Osvaldo Pugliese.

La estampita San Pugliese, antimufa por antonomasia

A continuación, en Palabras perdidas se indica que en el “lenguaje de los jugadores porteños”, mufa asumió el significado de “mala suerte” o “yeta”. “El primer significado de mufa -’mal humor’- parece haberse perdido. En cambio, persiste el segundo, ‘mala suerte’, y de su cruce con el primero ha surgido una acepción, no fácil de precisar, pero que quizá podría definirse del siguiente modo: ‘sentimiento de frustración’”, arriesga Gobello [en este caso ilustra con un párrafo de la novela Sagrado, de Tomás Eloy Martínez].

Tres escritores de la mufa y la “antimufa”: Osvaldo Soriano, Julio Cortázar y Roberto Fontanarrosa

En cualquiera de sus acepciones, la mufa revive en las páginas de escritores argentinos, de Julio Cortázar a Osvaldo Soriano, que luego del descenso de San Lorenzo a la División B en 1981, publicó su crónica “Historia de un mufa”. Un antecedente notable es la obra teatral ¡Jettatore! escrita por Gregorio de Laferrère y que fue estrenada en mayo de 1904 por la compañía Podestá. “Los ‘jettatores’ son hombres como los demás, en apariencia; pero que hacen daño a la gente que anda cerca de ellos… ¡Y no tiene vuelta! Si, por casualidad, conversa usted con un “jettatore”, al ratito no más le sucede una desgracia”, explica uno de los personajes complotado contra Don Lucas, víctima de ese bullying de principios de siglo XX.

No solo las personas pueden ser caracterizadas de mufas. En un pasaje del cuento “El collar de perlas”, de Marco Denevi, una ópera de Giuseppe Verdi (La fuerza del destino) puede ser portadora de mala suerte.

En “Los navegantes”, primer relato del libro homónimo de Bernardo Kordon, la palabra adquiere el significado de disgusto. “En El Callao vimos cómo Ladrillo bajó a tierra con su enorme cascote al hombro y se metió en un taxi. Nadie lo acompañó. A los tripulantes no nos gusta alejarnos del puerto: ahí están los bodegones, el chupe, las mujeres. ¿Para qué andar más lejos? Y eso de ir a un museo no es costumbre de marineros. En fin: la experiencia la hizo Ladrillo. Volvió al anochecer, justo cuando nos disponíamos a bajar a tierra. El tipo venía con mufa, trayendo de vuelta el ladrillo al hombro. No le recibieron la donación, tampoco pudo hablar con el director, ni siquiera lo dejaron entrar en el museo con el ladrillo”. También Ricardo Piglia usa esta acepción del término en la novela Respiración artificial.

El escritor argentino del fútbol por antonomasia, Roberto Fontanarrosa, en una original vuelta de tuerca en el cuento “19 de diciembre de 1971″, supo crear a un contramufa. “Él iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones -el viejo era comisionista-; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano- que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el viejo Casale era uno de estos, de los ojetudos”.

Un poema de Julio Cortázar

La mufa

Vos ves la Cruz del Sur,

respirás el verano con su olor a duraznos,

y caminás de noche

mi pequeño fantasma silencioso

por ese Buenos Aires,

por ese siempre mismo Buenos Aires.

Quizá la más querida.

Me diste la intemperie,

la leve sombra de tu mano

pasando por mi cara.

Me diste el frío, la distancia,

el amargo café de medianoche

entre mesas vacías.

Siempre empezó a llover

en la mitad de la película,

la flor que te llevé tenía

una araña esperando entre los pétalos.

Creo que lo sabías

y que favoreciste la desgracia.

Siempre olvidé el paraguas

antes de ir a buscarte,

el restaurante estaba lleno

y voceaban la guerra en las esquinas.

Fui una letra de tango

para tu indiferente melodía.

De Salvo el crepúsculo

 

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