Mikel Lejarza, ‘El Lobo’: “Soy el objetivo número uno de los grupúsculos que quedan de ETA”

Tras el éxito de ‘Yo confieso’, la primera parte de las memorias de ‘El Lobo’, un nuevo libro, ‘Secretos de confesión’ (Roca), ahonda ahora en la historia del infiltrado en ETA más famoso de la historia. De nuevo en colaboración con el periodista Fernando Rueda, uno de los mayores expertos españoles en asuntos de espionaje, el volumen aborda la vida de clandestinidad de Mikel Lejarza cuando están a punto de cumplirse los 50 años de la operación policial que permitió la detención de 200 etarras y que le condenó a pasar el resto de su vida oculto. La entrevista tiene lugar en Barcelona, donde está Rueda. El periodista llama por teléfono a ‘El Lobo’, cuyo paradero no puede desvelar, para que participe en la charla.

¿Hacía falta un nuevo tomo de memorias de ‘El Lobo’?

Fernando Rueda: Descubrí que las memorias de Mikel, sobre su infiltración y su trabajo posterior con respecto al narcotráfico o las armas, eran su versión de la historia. Pero no habíamos contado qué pensaban los otros. Queríamos dar voz a las personas que tuvieron relación con Mikel y que nunca habían hablado, como agentes que trabajaron con él y su familia, sobre todo sus hermanas. Yo me quedo patidifuso cuando hablo con una de ellas y me cuenta que un novio la dejó porque tenía miedo de que le pasara algo.

¿El Estado ha reconocido lo suficiente la tarea de ‘El Lobo’?

F. R.: Llevo 35 años escribiendo temas de espías. Ha habido dos grandes espías españoles: Joan Pujol ‘Garbo’ [decisivo en la lucha contra los nazis] y Mikel Lejarza. A Pujol le dieron la gran condecoración inglesa, y se la entregó el marido de la reina Isabel. A Mikel le dieron una medalla que está bien, una medalla al mérito con distintivo blanco, pero yo creo que no ha sido reconocido como merece.

[A partir de este momento ‘El Lobo’ se incorpora a la conversación]

¿Por qué dice que sigue siendo objetivo de ETA, si la banda hace 10 años que dejó de matar?

Mikel Lejarza: No lo digo por decir, lo digo porque tengo información fidedigna. De primera mano, de última hora, información muy concreta sobre quién está detrás, sobre quién comanda el grupo y todo eso. Estoy continuamente informado y esto es seguro al 100%.

¿Pero estamos hablando de grupos que no aceptan ese fin de ETA, de gente que busca venganza personal…?

M. L.: Bueno, de los afines a ETA, que es lo que tenemos que decir ahora, porque todavía queda por ahí la raíz. Quedan grupúsculos que todavía tienen objetivos. Yo soy el objetivo número uno, pero no soy el único, hay más. 

¿Por qué ETA ya no mata, qué propició su final?

M. L.: Al principio tenía mucha fuerza por el apoyo del pueblo. Había también mucho desconocimiento. Después de la ‘operación Lobo’ empezamos a conocer mucho, casi todo. Después del franquismo, durante los años de plomo, la Guardia Civil crea grupos especiales para luchar contra el terrorismo, y también la policía. El CNI también tenía tecnología muy avanzada y mucha información. Llega un momento en que dicen: ‘Dejamos las armas’. Lo hacen obligados por eso, no podían seguir.

¿Es verdad que todos los miembros de ETA tenían una bala guardada para usted?

M. L.: Sí. Cuando me descubrieron, llenaron las calles con pasquines con mi foto. Hicieron un llamamiento a todos sus comandos, y también a todo el pueblo vasco, y cualquiera te puede pegar un tiro en un momento dado. Ellos llegaron a fabricar una bala especial con la punta de plomo, que se encontró con un papel que ponía: ‘Para matar españoles’. 

¿Qué sintió cuando atentaron recientemente contra Salman Rushdie? ¿Fue un aviso?

M.L.: Sí, realmente. Te das cuenta de que ese odio no acaba, persiste. Ellos siempre lo intentarán. Aunque luego digan: ‘Ha sido un delincuente’. Pero van a ser ellos, lógicamente. Ahora, siempre digo que afinen bien la puntería, porque yo sí tengo buena puntería.

¿Sigue usted yendo armado?

M.L.: Sí, siempre. Ellos llevan una bala, pero yo llevo siempre un par de cargadores.

¿Diría, 50 años después, que esa infiltración en ETA valió la pena?

M. L.: Sí, sí. Si tú salvas una sola vida ya merece la pena. Y si han sido más, pues mejor.

Han pasado muchos años. ¿Aún recuerda con nitidez aquellos días?

M. L.: Es curioso, recuerdo perfectamente todo. Pero también me cuesta rememorar, porque es volver la vista hacia atrás. Yo soy una persona de mirar hacia adelante, al futuro. Lo pasado, pasado está. Pero en el fondo de mi corazón yo tenía que dejar algo, una huella. Y había razones: a mí se me descubre por una traición, pero nadie se preocupa por mí. Me sentí con una gran indefensión, nadie decía: ‘Ha sido nuestro hombre, nuestro agente’. Nunca. Y luego si mañana alguien dice: ‘Es que este era un etarra’… Pues no señor. No he sido un traidor, que aprendan lo que quiere decir ‘traidor’ y lo que quiere decir ‘infiltrado’.

¿Qué trato le han dado en estos años los servicios secretos?

M. L.: En el último tramo de mi vida, cuando ya dejan de ser Seced o Cesid, cuando ya es el CNI, es cuando me han tratado mejor, curiosamente. A ver, no te faltaba para comer, pero te dejaban tirado. Luego que un director del CNI [Alberto Saiz] te escriba el epílogo del libro, y cómo lo escribe, es de agradecer. Pero ha sido al final.

¿Cuántas veces se ha hecho la cirugía estética? Apareció en Madrid hace unos días disfrazado para presentar el libro…

M. L.: El otro día se me iba hacia atrás la peluca, la barba se me metía por la boca… Me hicieron la cirugía al poco de la operación. Me dieron un mes y poco de vacaciones en Canarias, aunque me habían prometido Hawái. Y cuando más a gusto estaba, me operaron. Había que retocarlo cada 10 años, pero dije que no, me negué. Me gustan poco esas cosas. Tú mismo vas cambiándote: el pelo, la barba… Y poco a poco vas tomando otro aspecto.

En el libro aparecen unas declaraciones del psicólogo clínico Carlos Ramos, que dice que “los agentes de inteligencia son gente triste y valiente”. ¿Se identifica?

M. L.: Triste sí. Nos volvemos tristes porque se nos apaga la sonrisa. Valiente… No me tengo por valiente, sino por una persona cualquiera.

F. R.: Mikel, di lo que quieras pero lo de valiente ha quedado demostrado. 

M. L.: Yo soy un hombre de fe, y eso ayuda mucho. No solo la fe en Dios que tenía y tengo, sino también la fe en ti mismo. Si la tienes, te marcas una meta y llegas a ella. Así que no sé si es cuestión de valentía o es cuestión de fe.

El libro se cierra con su deseo de descansar “en una tumba sin nombre, con la imagen de un lobo aullando, en un lugar escondido”. ¿Quiere de verdad que sea así también después de muerto?

M. L.: Prefiero estar en esa tumba perdida, en el olvido. Y si te recuerdan, que te recuerden por algo bueno que hayas hecho.

 

Generated by Feedzy