DOHA (Enviado especial).- Un penal para empezar. Igual que en Rusia 2018. Aquella vez, Messi no lo convirtió, y se lo señaló como el comienzo de los problemas del equipo que por entonces dirigía Jorge Sampaoli. Esta vez la historia fue diferente, ahora se suponía que la energía era otra. La serenidad de su remate lo corroboró. Sin embargo, ese tampoco fue motivo para que la Argentina tuviera un debut convincente en el Mundial Qatar 2022. Habrá que empezar a buscar un lugar para ubicar a este encuentro con Arabia Saudita entre los golpes más duros que la selección sufrió en la historia de los Mundiales.
Si se dice que el deporte es un estado de ánimo, entonces el buen momento que atravesaba Messi –y todo el equipo–, debía ser suficiente para salir adelante. Pero la realidad volvió a superar a un equipo que se erigió como un “gigante de entrecasa”, pero que no tuvo roce internacional. Que construyó su personalidad con un estilo que funciona en Sudamérica, pero que necesita validarse en las grandes citas. Y ni siquiera pudo corroborarlo con un rival asiático.
En Rusia 2018, Hannes Thor Halldórsson le atajó el penal a Messi, el equipo no se recuperó emocionalmente y empató 1 a 1 con Islandia. La debacle posterior fue una consecuencia de muchas otras cosas, pero comenzó con ese mal paso. Un penal con complicidad del VAR le dio a Messi revancha en el estadio Lusail. Pero ni siquiera ese “empujón de la fortuna” alcanza para sacarle el sabor amargo que tiene en los Mundiales.
No fue un buen primer tiempo de Messi. Le costó entender el estilo de Arabia Saudita. Se sabía que el conjunto de Hervé Renard suele jugar con su línea de fondo adelantada. Pero era algo que hacía en su continente, ante rivales que no tienen tanta jerarquía. Nadie imaginaba que iba a tomar semejante riesgo ante la Argentina. Tal vez se haya sorprendido justamente por no cambiar el planteo.
Una posible solución hubiera sido justamente que Messi se retrasara para cumplir una función en la que ya demostró ser muy bueno, como lanzador. Pero siguió siempre adelante. Así cayó en offside en el tanto que le anularon, al igual que luego pasaría dos veces con Lautaro Martínez.
Messi arrancó el Mundial con un gol de penal. Una alegría que se esfumó rápido
El primer partido de su último Mundial lo tuvo como participante intermitente, como suele ocurrir en las últimas temporadas. Lógico a los 35 años. Claro, sus intervenciones suelen ser tan decisivas que no se advierte si es mucho o poco lo que participa.
El sacudón que significó recibir dos goles en menos de diez minutos de la segunda mitad expuso más su situación, como suele suceder con la selección y con cada equipo en el que juega. Porque lo que se espera siempre es que las soluciones lleguen con él. Pero cada año que pasa, naturalmente, su respuesta física es menor.
Seguramente es un punto a tener en cuenta cuando en los últimos tiempos comenzó a decirse que esta es la mejor versión de su carrera. Naturalmente la madurez podrá otorgarle atributos que en la juventud no tenía. No le faltó amor propio para pedir la pelota, para intentarlo. Pero en lo físico, eso es muy difícil. Incluso su falta de reacción en la parte final del partido sembró la duda sobre cuál es su real estado de forma.
Antes de empezar el Mundial eligió hablar con la prensa. Algo poco habitual. Dijo que está dispuesto a disfrutar más cada momento. Pero difícil que no vuelvan los viejos fantasmas después de un partido así.
El final del partido entre la Argentina y Arabia Saudita (Aníbal Greco/)
El rival más sencillo del grupo puso a la selección en una delicadísima situación de cara a la clasificación. Los laureles continentales, que tanto se disfrutaron durante más de un año, no fueron suficientes para hacerse respetar ante el valiente seleccionado de Arabia Saudita.
Los interrogantes que se abren son enormes. Para Messi, un veterano de cinco Mundiales, y para un grupo que hasta hace dos días se jactaba de llegar a esta cita con el recambio necesario de 19 nuevos mundialistas. Scaloni también sufrió las dudas del primerizo. Su capitán no lo rescató y tampoco la unidad de un grupo que se sentía imbatible.
Tal vez esa última jugada, en la que quedó con la pelota en el área, con el arquero desparramado, sirva para definir su partido y el de la selección. Buscó el ángulo, no lo encontró nunca, dio vueltas, se enredó… y terminó perdiendo.